América Latina

Sección Agrocombustibles

La destrucción de la naturaleza

como inversión

Bancos europeos financian agrocombustibles en América Latina

 

 

ADM, empresa en la que el Deutsche Bank (DB) tiene participaciones de capital y cuyas compras de soja financia con créditos, produce en Brasil más de 200 millones de litros de biodiesel por año, procedentes sobre todo de monocultivos de soja. El DB también le concedió varios créditos millonarios a la transnacional agrícola Bunge, que actualmente quiere aumentar su producción anual de etanol a más del doble.

 

La empresa Cargill, que incrementa su producción de diesel de soja y etanol de caña sin considerar los impactos que está causando, también está en la lista de beneficiados por el Deutsche Bank. Entre otras cosas, Cargill impuso hace pocos años la construcción de un puerto granelero para el transporte de soja en el corazón de la Amazonia brasilera.

 

Pero no sólo en Brasil: también los bosques, pueblos indígenas y pequeños campesinos de los países vecinos Argentina, Paraguay y Bolivia sufren las consecuencias de la ambición de ganancias de ADM, Bunge y Cargill, que ya fueron señalados por una campaña de defensores del medio ambiente como destructores de los bosques tropicales.

 

De los 17 millones de hectáreas de monocultivos de soja existentes en Argentina, 99 por ciento son de soja transgénica de la multinacional Monsanto. Hay que tener en cuenta que Monsanto produce armas de guerra, como el agente naranja, químicos altamente venenosos como el PCB -ya prohibido a nivel mundial-, y el herbicida Roundup, también ampliamente cuestionado. Desde Argentina, la soja transgénica se fue extendiendo ilegalmente hacia Brasil y Paraguay. En Brasil, las plantaciones de soja ocupan ya 22 millones de hectáreas que llegan a la región amazónica. Las plantaciones de soja transgénica, así como los campos limítrofes, comunidades y ecosistemas, se encuentran al alcance de las fumigaciones de Roundup de los aviones. Con la tala de los bosques primarios se liberan además enormes cantidades de carbono almacenadas en la vegetación y en los suelos.

 

Aunque en mucha menor medida, también bancos españoles como el Banco Santander, el Banco Español de Crédito y el BBVA co-financian las operaciones de empresas como Bunge y Agrenco en Latinoamérica, participando igualmente en la financiación de agronegocios, que destrozan espacios naturales únicos, envenenan suelos y ríos con pesticidas, y provocan la expulsión de indígenas y pequeños campesinos, así como condiciones de trabajo similares a la esclavitud. El establecimiento de monocultivos de soja es el máximo responsable de la destrucción de grandes superficies del Cerrado, un rico ecosistema brasilero. Además, la frontera agrícola se desplaza cada vez más en dirección a la Amazonia.

 

El argumento de que los agrocombustibles sólo se implementan en superficies degradadas o pastos de ganado, no es más que un truco publicitario de la política y la industria. En realidad, los grandes propietarios y los inversores en el sector de los agrocombustibles, están haciendo uso de los suelos más ricos, incluyendo los de la región amazónica. Así, desde hace tiempo Estados Unidos importa etanol del Amazonas. El año pasado fueron 4,5 millones de litros. Además, la sustitución de los pastos del ganado por plantaciones para agrocombustibles, deplaza la ganadería al interior de la selva amazónica, que es talada y quemada para establecer nuevos pastos. Como consecuencia, en los últimos meses ha aumentado fuertemente la tala de la selva.

 

Rebelión

12 de junio de 2008

 

 

Foto: Rel-UITA

 

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