| 
  
Parece una bofetada. La 
agroindustria de la palma aceitera ha escogido precisamente el 16 de octubre, 
Día Mundial de la Soberanía Alimentaria, y al país de América Latina más 
golpeado por la palma aceitera -Colombia- para celebrar la Primera Reunión 
Latinoamericana de la “Mesa Redonda de Aceite de Palma Sustentable” (RSPO). 
  
Se trata de un intento de los grupos palmicultores -ahora en 
auge por la posibilidad de destinar su producto a la producción de 
agrocombustible- por adquirir la certificación de la Mesa. Buscan un “maquillaje 
verde” que les permita sortear la publicidad negativa que han recibido los 
agrocombustibles con relación a la crisis alimentaria y por su cosecha de dolor 
y sangre con las terribles violaciones de los derechos humanos de las 
comunidades colombianas.  
  
El rotundo rechazo de las organizaciones sociales y 
ambientales colombianas a los intentos de expansión de los monocultivos de palma 
denuncia que, lejos de dar solución a la crisis climática, lo que éstos provocan 
es “que las tierras ya no se dedicarán a producir alimentos y por tanto crearán 
una mayor dependencia alimentaria de los pueblos con respecto a grandes 
multinacionales. Vastas extensiones de tierra se ocupan con plantaciones de las 
que provendrán los agrocombustibles; selvas tropicales se deforestan para 
plantar miles de hectáreas con palma aceitera, caña de azúcar y otros cultivos.” 
“En no pocos casos, las plantaciones de palma se expanden sobre los territorios 
de comunidades desplazadas” a fuerza de represión, muerte y miseria. (La 
declaración está disponible
aquí) 
  
Pero no es únicamente en Colombia donde existen 
pruebas de los graves impactos de los monocultivos de palma aceitera. 
Indonesia, Malasia, Papua Nueva Guinea, 
Camerún, Uganda, Costa de Marfil, Camboya, Tailandia,
Ecuador y otros pueden dar testimonio de lo que aquéllos acarrean: la 
violación del derecho a la alimentación y la soberanía alimentaria, violaciones 
de los derechos humanos, apropiación ilegal de territorios, deforestación de 
bosques tropicales, aumento del cambio climático, la amenaza que suponen para 
millones de indígenas, los conflictos por la tenencia de tierra, el aumento del 
uso de agrotóxicos, por citar algunos impactos, mencionados en una declaración 
internacional impulsada por la Red de Alternativas a la Impunidad y a la 
Globalización del Mercado, en contra de la Mesa Redonda de Aceite de Palma 
Sostenible y en apoyo a las organizaciones colombianas (ver).
 
  
La declaración internacional surgió a partir del Encuentro 
Territorio y Vida celebrado en Udine, Italia, en septiembre de este año, 
donde se trabajó en torno a diversas temáticas con el denominador común de la 
imposición de modelos de sociedad y economía que destruyen a los pueblos, 
afectan profundamente el ambiente, convierten a los territorios de vida en 
territorios de muerte, de tortura, de negación de los derechos y de 
transformación del ser en mercancía. Los monocultivos de palma se denunciaron 
como una de la expresiones de ese saqueo de los intereses comerciales que 
explota los ecosistemas y recursos naturales para alimentar el consumo y el 
bienestar social de una parte muy pequeña de la humanidad –básicamente en el 
Norte- y privan a una parte importante de la humanidad de las condiciones 
mínimas de supervivencia. Se invita a adherir a la declaración enviando un 
mensaje con el nombre y el país de la organización a esta
dirección. 
  
La Mesa Redonda de Aceite de Palma Sustentable “es un instrumento de 
expansión del negocio de la palma y no una estrategia auténtica para contener 
sus impactos ambientales y sociales. Muchas de las empresas miembros de la 
RSPO siguen destruyendo grandes zonas de selva húmeda y violando derechos 
humanos, como es el caso de Wilmar International en la Isla de Bugala (Uganda),
PT SMART, Agro Group e IOI Group en Indonesia, FEDEPALMA en
Colombia, Unilever en Indonesia, Malasia y Costa 
de Marfil”, denuncia la declaración. Se silencian “los graves crímenes, las 
irregularidades y el control paramilitar relacionados con el agronegocio de la 
palma aceitera”.  
  
Básicamente, un argumento de peso para rechazar la Mesa 
Redonda de Aceite de Palma Sustentable es que los principios y criterios que 
propone la RSPO para la definición de sostenibilidad incluyen a las 
plantaciones a gran escala; el monocultivo de palma aceitera, “como todos los 
monocultivos agroindustriales, NO ES ni puede ser NUNCA sostenible”. 
  
Lo que se necesita es un cambio, un cambio radical en la 
forma “de producir, transformar, comercializar y consumir productos agrarios y 
ganaderos”, para lo cual es necesario, entre otras cosas: detener la producción 
industrial de alimentos que está contribuyendo al cambio climático y a la 
destrucción de las pequeñas comunidades rurales; acabar con la privatización de 
los recursos naturales; desmantelar las empresas de agronegocios, la 
especulación financiera con las materias primas y las políticas económicas y 
comerciales responsables de la crisis (y emergencia) alimentaria; reemplazar la 
agricultura industrializada por la agricultura campesina y familiar sustentable 
apoyada por verdaderos programas de reforma agraria; consumir menos energía y 
producir localmente energía solar y eólica y biogás en lugar de promocionar los 
agrocombustibles a gran escala; implementar políticas de agricultura y comercio 
a nivel local, nacional e internacional que apoyen a la agricultura campesina 
sostenible y al consumo de alimentos locales y ecológicos, lo que incluye la 
abolición total de las subvenciones que llevan a la competencia desleal mediante 
los alimentos subsidiados. 
  
Las organizaciones colombianas, por su parte, reclaman “El 
cese de la expansión de las plantaciones de palma y del procesamiento de 
materias primas para agrocombustibles en tierras de comunidades locales, que se 
destinan para el abastecimiento de mercados y consumos insustentables, a costa 
de sacrificar nuestro patrimonio y territorios”. Piden, en cambio “Una política 
rural que permita que las comunidades locales permanezcan en sus territorios y 
se fortalezcan sus formas tradicionales de producción y soberanía alimentaria”. 
Para ello es necesario “El reconocimiento y respeto de los derechos de las 
comunidades locales sobre sus territorios y patrimonio, así como por la 
reparación de las víctimas del modelo agroindustrial de la palma aceitera en el 
país”. 
  
Sobre la hora de 
publicar este boletín recibimos la triste noticia de otra víctima: el 14 de 
octubre, un líder comunal de la zona de Curvaradó, WALBERTO HOYOS RIVAS, fue 
muerto a balazos por paramilitares que sirven a los grupos de agroindustriales 
que procuran apropiarse de las tierras comunales para expandir sus plantaciones 
de palma aceitera en la zona. 
     |