La trampa de los agrocombustibles

 

 

Si el proyecto de Bush y las corporaciones se impone, una vez más los países en desarrollo financiarán la abundancia de las potencias capitalistas. Sería letal para nuestros pueblos. Europa aspira a que los agrocombustibles satisfagan algo menos del 6 por ciento de la energía que necesitarán los transportes terrestres en 2010, y un 20 por ciento en 2020

 

 

 

Por su parte, Estados Unidos se propone una producción de 35.000 millones de barriles por año. Para alcanzar esas metas, Europa debería comprometer el 70 por ciento de su superficie cultivable y, en Estados Unidos, la totalidad de las cosechas de maíz y soja tendrían que ser utilizadas para la elaboración de biodiésel o etanol, lo que provocaría una hecatombe alimentaría en el opulento mundo del Norte.

 

Es por eso que los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) miran al hemisferio Sur para cubrir sus necesidades”, sentenció Eric Holtz-Giménez, director general de “Food First, Institute for Food and Development Policy” (Estados Unidos), en un notable artículo publicado esta semana por la edición local de la revista Le Monde Diplomatique.

 

Idénticas advertencias vienen formulando integrantes de la Cátedra Libre Soberanía Alimentaría de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), de la cual quien esto escribe forma parte.

 

Fue el presidente de Cuba, Fidel Castro, el primero de los líderes políticos que puso el dedo sobre la llaga, cuando en marzo pasado, su homólogo de Estados Unidos, George W. Bush, lanzó la iniciativa estratégica a favor de los agrocombustibles, en una alianza peligrosa para los procesos de integración latinoamericana con el jefe de estado brasileño, Luiz Inacio Lula Da Silva.

 

“El 28 de marzo (…), cuando Bush, después de una reunión con los principales fabricantes norteamericanos de automóviles, proclamó su diabólica idea de producir combustible a partir de los alimentos, escribí la primera reflexión. El jefe del imperio se jactó de que Estados Unidos, usando el maíz como materia prima, era ya el primer productor mundial de etanol. Cientos de fábricas se construían o ampliaban en su territorio con tal propósito. Por esos días los países industrializados y ricos estaban acariciando ya la misma idea, mediante el empleo de todo tipo de cereales y semillas oleaginosas, incluidas las de girasol y soja, fuentes de excelentes proteínas y aceites. Por ello escogí el título de aquella reflexión: Condenados a muerte prematura por hambre y sed más de 3 mil millones de personas en el mundo”, escribió Fidel Castro el 22 de mayo último según la revista electrónica Cubadebate.

 

En el mismo artículo, el líder cubano recordaba que el 3 de abril pasado, después de la visita de Bush a Brasil, él mismo había calificado al proyecto agrocombustibles de “internacionalización del genocidio".

 

Advirtió entonces el jefe de Estado caribeño que “las mortíferas y sofisticadas armas que se estaban produciendo en Estados Unidos y otros países podían poner fin a la vida de la especie humana en cuestión de días. Si se fuera a buscar un respiro para la humanidad y darles una oportunidad a la ciencia y a la dudosa cordura de los que toman decisiones, no era necesario privar de alimentos a las dos terceras partes de los habitantes del planeta”.

 

En esta estrategia encabezada por Bush, y en la cual se inscribe casi la totalidad de los gobiernos de la Unión Europea (UE) –además de Brasil y en buena medida también Argentina, porque aquí rige una ley de fomento a la misma – los más entusiastas son, por supuesto, los que ganarían miles de millones dólares: las corporaciones petroleras, asociadas con las del sector agroalimentario.

 

“La rapidez con que se opera la movilización de capitales y la concentración de poder en la industria de los agrocombustibles es asombrosa. En los últimos tres años, se multiplicaron por ocho las inversiones de capital de riesgo en el sector. Los financiamientos privados inundan las instituciones públicas de investigación, como lo comprueban los 500 millones de dólares en subvenciones otorgadas por British Petroleum (BP) a la Universidad de California. Los grandes grupos petroleros, cerealeros, automotores y de ingeniería genética firman poderosos acuerdos societarios: Archer Daniela Midland Company (ADM) y Monsanto; Chevron y Volkswagen; BP, Dupont y Toyota”, afirmó el ya citado Holtz-Giménez en el mensuario Le Monde Diplomatique.

 

La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) reconoce que, como consecuencia de la pobreza, 824 millones de personas en el mundo sufren hambre, pese a que en el planeta se producen alimentos suficientes como para que cada uno de sus habitantes cuente con una ración diaria de 2.200 calorías.

 

En tanto, el “Internacional Food Policy Research Institute”, de Washington, estimó que, si se pone en ejecución la estrategia agrocombustibles, el precio de los alimentos básicos aumentará entre un 20 y un 33 por ciento en 2010 y entre un 26 y un 135 por ciento en 2020.

 

“Con cada aumento del 1 por ciento en el precio de los alimentos, 16 millones de personas caen en inseguridad alimentaría. Si la tendencia actual continúa, 1.200 millones de habitantes podrían sufrir hambre de manera crónica para 2025”, recordó Holtz-Giménez.

 

En el artículo publicado por Le Monde Diplomatique, ese especialista asegura, con argumentos precisos, que los cinco mitos del proyecto agrocombustibles se basan en un cuerpo sistemático de mentiras.

 

Los agrocombustibles no son limpios ni protegen al medio ambiente: por ejemplo, “cada tonelada de aceite de palma que fundamentalmente se produce en Indonesia y Malasia, emite tanto o más gas carbónico que el petróleo. El etanol producido a partir de la caña de azúcar cultivada en selvas tropicales desmontadas emite un 50 por ciento más gases con efecto invernadero que la producción y la utilización de la cantidad equivalente de nafta. Los cultivos industriales destinados a los combustibles necesitan enormes esparcimientos de abonos producidos a partir de petróleo”.

 

Los agrocombustibles provocan graves deforestaciones: “el gobierno de Brasil clasificó 200 millones de hectáreas de selvas tropófilas, praderas y pantanos como tierras degradadas (…), cuando en realidad se trataba de ecosistemas de una gran biodiversidad en la regiones de la Mata Atlántica, del Cerrado y del Pantanal, ocupadas por poblaciones indígenas, campesinos pobres y grandes explotaciones de pastoreo extensivo de bovinos”.

 

Los agrocombustibles impedirán el desarrollo rural: “en los trópicos, 100 hectáreas dedicadas a la agricultura familiar crean 35 empleos. La palma aceitera y la caña de azúcar crean 10, los eucaliptos dos, la soja apenas uno y medio (…) Los grupos petroleros, cerealeros y de cultivos transgénicos refuerzan su presencia en toda la cadena de valor agregado de los agrocombustibles. Cargill y ADM controlan el 65 por ciento del mercado mundial de cereales, Monsanto y Syngenta dominan el mercado de los productos genéticamente modificados (…). Resulta verosímil que los pequeños productores agrícolas sean expulsados del mercado y de sus tierras”.

 

Los agrocombustibles acarrearan hambre: por ejemplo, “México importa hoy el 30 por ciento de su maíz de Estados Unidos. La creciente demanda de etanol en este último país provocó una enorme presión en el precio del cereal, que en febrero de 2007 subió a su nivel más alto de los últimos 10 años y provocó un aumento dramático en el precio de la tortilla, el alimento básico de los mexicanos (…). A escala planetaria, la gente más pobre ya gasta entre un 50 y un 80 por ciento de sus ingresos familiares en alimentación”.

 

En ese mismo sentido, en mayo pasado la agencia de noticias AIN, de Cuba, sostuvo lo siguiente. “Las cifras son escalofriantes: llenar el tanque de un vehículo 4x4 con 94,5 litros de etanol puro requiere 204 kilogramos de maíz, lo que representa suficientes calorías para alimentar a una persona durante un año. Tal comparación está entre las conclusiones de dos científicos de la Universidad de Minnesota, para quienes ampararse en los biocombustibles debe exacerbar el hambre mundial”.

 

Los llamados agrocombustibles de “segunda generación” no están al alcance de la mano: saber cuáles son los cultivos que serán transformados en combustibles no es pertinente. Las plantas salvajes no tendrán una menor impronta ambiental, pues su comercialización transformará su ecología. Cultivadas de manera intensiva, rápidamente migrarán de los setos de arbustos y terrenos arbolados hacia tierras cultivables, con las consecuencias ambientales asociadas a ello”.

 

Asimismo, el proyecto agrocombustibles ya estimula una feroz ola especulativa por parte de las corporaciones financieras transnacionalizadas. Según acaban de difundir la agencia Reuters y el diario La Jornada, de México, el multimillonario George Soros reconoció que su fuerte inversión en la producción de etanol en Brasil fue especulativa, porque “aún ve barreras comerciales que restringen el potencial total del productor más barato del mundo del combustible”.

 

"Sé que el término especulador en portugués tiene connotaciones negativas, pero tengo que admitir que soy un especulador", dijo Soros a la primera Cumbre del Etanol en San Pablo.

 

"Brasil tiene capacidad para aumentar su producción 10 veces, pero el ambiente regulatorio no lo permite", agregó el magnate nacido en Hungría, que apunta a un proyecto político desde el cual la estrategia agrocombustibles va de la mano de las llamadas propuestas de libre comercio, conforme opera la Organización Mundial de Comercio (OMC) y postula Estados Unidos, a través de los TLC.

 

Soros ha invertido en los últimos años unos 900 millones de dólares en un proyecto de producción de etanol de 150 mil hectáreas en el estado brasileño de Mato Grosso del Sur, que será uno de los mayores complejos de molienda del país.

 

El magnate dijo que cree que las cuotas internacionales y aranceles de Estados Unidos y Europa favorecerán eventualmente a Brasil, lo que motivó en parte su fuerte inversión.

 

Es en este marco que debería ser interpretada la manifiesta vocación del gobierno de Lula de alcanzar un “acuerdo estratégico” con la UE y de auspiciar el ingreso de México al Mercado Común del Sur (MERCOSUR), pese – mejor dicho debido a que – ese país tiene vigente, en el NAFTA, un TLC con Estados Unidos.

 

La estrategia agrocombustibles opera así como verdadero caballo de Troya del diseño TLC de Estados Unidos dentro del MERCOSUR, siendo ese riesgo aun más inminente toda vez que los gobiernos de los otros tres miembros plenos del bloque (Argentina, Uruguay y Paraguay) también ven con buenos ojos y apoyan –cada uno a su estilo- la iniciativa de Bush y del complejo corporativo transnacionalizado.

 

Por supuesto que los interesados en tender la trampa de los biocombustibles nada dicen sobre las investigaciones que se están realizando en procura de energía realmente sustentable.

 

A fines de mayo pasado, la agencia Prensa Latina informó desde La Habana que la utilización de fuentes de energía renovable, como la eólica, hidráulica, solar y la biomasa adecuada a las características de los diferentes países, ocupó la atención en las sesiones de la V Conferencia Internacional de Energía Renovable, Ahorro de Energía y Educación Energética (CIER-2007), desarrollado por eso días en la capital cubana.

 

El diseño de aerogeneradores y palas eólicas, junto a la selección de turbinas para aprovechar la fuerza del viento de acuerdo a las características de la zonas escogidas, estuvieron entre las propuestas de ese evento.

 

Otras reflexiones de primer orden mundial alertan sobre lo macabro del proyecto agrocombustibles. Según la revista electrónica Rebelión, también en mayo último el científico estadounidense Noam Chomsky escribió que “el caos que deriva del llamado orden internacional puede ser doloroso si uno es el blanco o la víctima del poder que determina la estructura de ese orden. Hasta las tortillas (mexicanas) comienzan a jugar en este esquema”.

 

“También en Estados Unidos el efecto etanol ha aumentado el precio de la comida en una amplia gama, incluyendo otras cosechas, la ganadería y las aves de corral. La conexión entre la inestabilidad en el Medio Oriente y el costo de alimentar a una familia en Estados Unidos no es directa, por supuesto. Pero como en todo comercio internacional, el poder inclina la balanza. Una meta principal de la política exterior de Estados Unidos por largo tiempo ha sido crear un orden global en el cual las corporaciones norteamericanas tengan libre acceso a los mercados, recursos y oportunidades de inversiones. El objetivo es comúnmente llamado “libre comercio”, una posición que cuando se la examina, colapsa rápidamente”, subrayó el destacado lingüista.

 

Los interesados en imponer esta estrategia de hambre para los pueblos del Sur cuentan por cierto con la complicidad de las grandes corporaciones mediáticas que operan en forma global. Es frecuente, por ejemplo, que la cadena CNN y los grades periódicos insistan en que, como afirman los “informes” del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), difundidos por la agencia ALAI, de Quito, en mayo de este año, “la salida de la crisis (por el aumento de los precios de los alimentos en México) pasa por la producción de maíz para agrocombustibles”.

 

Las manipulaciones en torno a este tema forman parte del compendio de “mentiras y medios” con el que los principales animadores corporativos y gubernamentales de las potencias hegemónicas buscan disciplinar la conducta social. Por eso, bienvenidas sea todas las voces de alerta y contrarias a una estrategia que sólo procura hambre para el Sur y derroche de riquezas para el Norte.

Actualidad Étnica

 18 de junio de 2007

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