España

         

25 años después, la colza mata

El aceite fue distribuido a través de la venta ambulante, de ahí que afectara a las personas menos pudientes económicamente que acudían a mercadillos

Niños, jóvenes, adultos, abuelos, hombres, mujeres..., no hubo distinción entre las víctimas que sufrieron hace veinticinco años el envenenamiento masivo por la ingestión del aceite de colza. Eran los tiempos del gobierno de la UCD, pocos meses después del intento de golpe de Estado de Tejero, cuando la confusión y el miedo se volvieron a instaurar en la población española que no supo el qué, cómo o por qué de pronto se presentaba aquella enfermedad para cebarse con los más débiles. Lo más grave fue que cuando el Gobierno quiso reaccionar para alertar a su población 40 días después de la primera muerte y en medio de varias tesis sobre el causante de aquel mal, aquella pesadilla ya se había cobrado un buen número de víctimas. .

 

Fue un 1 de mayo, el de 1981, el día en que los trabajadores aglutinan sus reivindicaciones, un niño de 8 años, Jaime Vaquero García, fallece en la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz. Es la primera víctima del envenenamiento. Desde ese momento y a lo largo de estos 25 años, 3.000 personas han fallecido y 20.000 padecieron y padecen diversas enfermedades como consecuencia de la ingestión del aceite tóxico. Cifras que aporta la Coordinadora Nacional de Asociaciones de Afectados por el Síndrome del Aceite Tóxico y que no coinciden con las oficiales, que sólo reconoce 346 víctimas mortales y 18.500 afectados.

En los primeros momentos del Síndrome de Aceite Tóxico (SAT) a la enfermedad se le denomina "neumonía atípica", parecía ser una epidemia y a los enfermos se les aislaba en los hospitales para evitar el contagio. El entonces ministro de Sanidad, Jesús Sancho Rof, atribuye el mal a "un bichito que si se cae de la mesa, se mata". Poco después se demostraba que el único bichito que se cobraba las vidas y la salud de tantas personas era el correspondiente a una partida de aceite de colza desnaturalizado, importado de Francia, desviando su uso industrial al consumo humano; el tóxico se hallaba en las anilinas que se añadieron durante el proceso, que convertía el aceite en un tóxico que paralizaba los músculos y causaba la muerte. El aceite fue distribuido a través de la venta ambulante, de ahí que afectara a las personas menos pudientes económicamente que acudían a mercadillos, aunque también lo despacharon en las tiendas y "te lo daban con cacillo o con un grifo desde el barril", comenta una afectada. No sólo se engañó en el contenido, se vendía fraudulentamente como de oliva o girasol.

Juan Antonio Sánchez fue uno de los afectados por el SAT. Tenía 29 años en 1981, casado, dos hijos y trabajaba en un taller de chapa. Estuvo al borde de la muerte. Actualmente cobra una pensión por incapacidad permanente total, poco más de 300 euros, y sufre diversas secuelas.

De igual forma que con las cifras, se especuló con las causas que provocaron la tragedia. A lo largo de estos años han surgido diferentes teorías. En 1981, el doctor Antonio Muro sostuvo que el origen de la enfermedad estuvo en una partida de tomates cultivados en Almería y tratados con insecticidas. Empezó a cobrar luz la tesis de que el envenenamiento masivo con los tomates fue intencionado para cubrir un accidente de guerra química ocurrido en la base militar de Torrejón de Ardoz como resultado de un experimento de los americanos. Tendrá que intervenir el prestigioso doctor sir Richard Doll, epidemiólogo de la OMS, para concluir que el causante de la epidemia fue el aceite tóxico. Pero entonces, se empezó a hablar de un pacto de silencio entre los poderes públicos para evitar que se supiera que aquí se había aplicado a seres humanos una nueva combinación química e impedir así que el auténtico criminal salga a la luz.

 

El primer juicio se celebró en 1987, el llamado "juicio de los aceiteros". Se sentó en el banquillo a 38 empresarios aceiteros que fueron acusados de envenenamiento masivo, pero sólo 13 tuvieron penas de cárcel y sólo tres fueron a prisión; el juicio duró un año y tres meses y se tardó en dictar sentencia casi otro año. En 1995 se celebra el llamado "juicio de los altos cargos", que terminó en febrero de 1996, condenando simbólicamente a un funcionario para que el Estado se haga cargo de las indemnizaciones. El 26 de septiembre de 1997, el Tribunal Supremo (16 años después) condena a dos funcionarios por imprudencia temeraria a 6 meses y un día y al Estado como responsable civil subsidiario a pagar la totalidad de las indemnizaciones. Actualmente quedan 36 expedientes por concluir y unas 300 personas por indemnizar que no han presentado reclamación.

 

Juan Antonio Sánchez fue uno de los afectados por el SAT. Tenía 29 años en 1981, casado, dos hijos y trabajaba en un taller de chapa. Estuvo al borde de la muerte. Actualmente cobra una pensión por incapacidad permanente total, poco más de 300 euros, y sufre diversas secuelas. Entonces, pertenecía al movimiento vecinal de Leganés, igual que ahora. Cada martes, cuando hay plenario, se reúne con su grupo de la coordinadora del SAT a las puertas del Parlamento. Quieren hacerles llegar a sus señorías que todavía están ahí, que además de sufrir el mayor envenenamiento alimenticio de la historia de España, están olvidados y abandonados a la enfermedad que les arrebató la salud. Exigen que equiparen sus ayudas públicas a las víctimas del terrorismo, pues unos y otros tienen un tratamiento completamente distinto.

 

Según la Coordinadora de Afectados, "la propia Organización Mundial de la Salud, 25 años después, sigue definiendo la enfermedad como nueva, distinta, desconocida y de la que jamás se podrá hablar de curación sino, en el mejor de los casos, de aparente mejoría".

 

Antonia Fernández
Madrid Sindical 

Convenio La Insignia / Rel-UITA

5 de junio de 2006

 

 

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