La 
reciente Cumbre de las Américas realizada en Cartagena de 
Indias confirmó una vez más las diferencias que separan al 
Norte y el Sur de este continente. Diferencias políticas, 
económicas, culturales, ideológicas y sociales. En el 
proyecto del Norte, el Sur sigue existiendo solamente como 
patio trasero y abastecedor de riquezas a bajo precio. La 
movilización de los cacaoteros en Bogotá reinstala en el 
centro del escenario la mejor fortaleza: la dignidad en la 
lucha.
 
 
El glamoroso evento realizado en Cartagena entre el 14 y 
el 15 de abril dejó para el común del pueblo en América 
Latina la certeza de contar solo con su capacidad de 
organización y movilización internacionales para 
contrarrestar las consecuencias del modelo económico 
imperante, representado en ese evento sobre todo por lo 
intereses estadounidenses y canadienses.
 
 
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Concluido el sainete de Cartagena, se reactivó 
la movilización social con la gran marcha de los 
campesinos cacaoteros en Bogotá.
 
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Una 
familia disfuncional
Fueron éstos 
intereses los que impusieron una agenda que despreció la 
integración regional y la participación de sectores sociales 
que proponen un modelo incluyente, orientado a la superación 
de la miseria social. 
 
Una realidad 
que se manifiesta ya en la periferia urbana y rural del 
centro turístico de Cartagena, a poca distancia de donde se 
desarrolló la Cumbre.
 
En esa 
zona un noticiero registró tomas que mostraban pobreza 
absoluta y epidemia de hambre, ocultas tras la cortina del 
glamour con que se embelleció la zona amurallada, dispuesta 
solo para los visitantes VIP y “limpia” de indigentes y 
vendedores ambulantes. 
 
Todo ello es 
congruente con el perfil aristócrata del gobierno del 
presidente Juan Manuel Santos, quien no 
escatimó gastos para lograr tanta exuberancia organizativa. 
Una generosidad digna de investigación.
 
Por su parte, 
en su documento de conclusiones, la V Cumbre de los Pueblos 
que sesionó paralelamente a la de las Américas, no 
solo cuestionó la esterilidad del encuentro de las 
Américas en los aspectos sociales, también lo calificó 
como una “simulación de falsas armonías” que concluyó sin 
tan siquiera un pronunciamiento concertado entre los 
gobiernos participantes.
 
Concluido el 
sainete de Cartagena, se reactivó la movilización social con 
la gran marcha de los campesinos cacaoteros en Bogotá, 
quienes, como los demás pequeños y medianos productores 
rurales, denunciaron la amenaza que representa para la 
soberanía alimentaria de Colombia la aplicación plena 
del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados 
Unidos y Canadá. 
 
 
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Los cacaoteros exigen que Colombia produzca sus 
propios alimentos, porque sin autonomía 
alimentaria se pierde incluso la soberanía de 
los pueblos.
 
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La 
resaca
Empresas de 
ese origen podrán ahora producir en nuestro territorio 
alimentos a granel para la exportación, sin tener en cuenta 
la hambruna interna y la miseria social que acompañan al 
desarrollo de megaproyectos agroindustriales.
 
Los 
cacaoteros exigen que Colombia produzca sus propios 
alimentos, porque sin autonomía alimentaria se pierde 
incluso la soberanía de los pueblos.
 
Por el 
contrario, los empresarios agroindustriales que estuvieron 
en Cartagena clamaron por producir los alimentos 
globalmente, en “alianzas estratégicas entre los países”, lo 
que encaja con la política agraria del presidente Santos  
-heredada del ex presidente Álvaro Uribe-, 
según la cual compraremos nuestros alimentos a las 
transnacionales comercializadoras pagando con petróleo, 
minería y agrocombustibles. 
 
Es evidente 
que tal política nos somete al chantaje de las potencias 
extranjeras y de las transnacionales, en cuyas manos queda 
el alimento de todo un país. 
 
Paraíso 
en vías de extracción
Los gobiernos 
de Uribe y de Santos convirtieron a 
Colombia en un paraíso para la inversión extranjera. Una 
política que solo ha servido para hacer más ricos a los 
ricos y mucho más pobres a los pobres: somos el cuarto 
país en el mundo en inequidad social. Veamos algunos 
anuncios hechos en Cartagena.
 
En el 
encuentro de empresarios de la Cumbre de las Américas, cuya 
agenda no incluyó el tema laboral, el grupo mexicano 
FEMSA y la cadena de tiendas OXXO confirmaron con 
euforia la inversión en Colombia de más de 200 
millones de dólares en una nueva planta de producción de 
bebidas que se construirá en Bogotá.
 
Arne 
Sorenson, presidente de la hotelera Marriott International, 
anunció también inversiones en Cali, Medellín, Barranquilla, 
Pereira y Bucaramanga. 
 
La chilena 
Falabella, junto a Sodimac Colombia, anunciaron 
inversiones superiores a los 470 millones de dólares para 
expandir las cadenas Constructor y Home Center.
 
En el sector 
comidas, Woods Staton, representante de las 
franquicias para América Latina de Mc Donald’s,
Arcos Dorados, anunció la apertura de nuevos puntos 
de venta “por el auge de consumidores que representa 
Colombia”. 
 
El gobierno 
canadiense reiteró su interés en una política de Tratados de 
Libre Comercio en el área de la industria megaminera y de 
extracción de recursos naturales y energéticos, lo que 
significa que continuará la depredación del medio ambiente 
que está provocando en Colombia, así como la 
violación de los derechos de los indígenas y campesinos y de 
sus territorios. 
 
Por lo 
tanto, lo único que se puede prever, es la multiplicación de 
los conflictos sociales y sindicales por los efectos lesivos 
en el medio ambiente, la biodiversidad y la soberanía 
alimentaria, efecto directo del modelo depredador que sale 
fortalecido de la Cumbre en Cartagena.
 
En Bogotá, 
Luis Alejandro Pedraza
 
 
