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Otro modelo de consumo 
Los 
casos de gripe porcina, pollos con dioxinas, vacas locas, 
gripe aviar, etc., han encendido las luces de alarma sobre 
el impacto del actual modelo agroalimentario globalizado. 
Cada vez son más las personas que se preguntan a dónde 
conduce este modelo de alimentación deslocalizado, 
industrial, intensivo, quilométrico, que antepone los 
intereses económicos y empresariales a las necesidades 
alimenticias, al bien público y comunitario, al respeto a la 
naturaleza.
 
 Este cuestionamiento del modelo agroindustrial se enmarca en 
una crítica más general al sistema capitalista, de la que el 
movimiento altermundialista fue uno de sus máximos 
abanderados. Este movimiento, muy activo a principios de los 
años 2000, dejó un sustrato fértil de resistencias locales, 
dio lugar a una nueva generación militante y supo vincular 
la crítica y la movilización global con la búsqueda de 
alternativas desde lo local.
 
 Estas dos dinámicas –la preocupación por el actual modelo 
agroalimentario y el ímpetu en la construcción de 
alternativas en los territorios a raíz del movimiento 
altermundialista– son dos de los elementos que explican el 
auge de los grupos de consumo agroecológico en el Estado 
español. Se trata de experiencias que agrupan a nivel local 
a personas que buscan promover otro modelo de consumo:
de proximidad, 
ecológico y estableciendo unas relaciones directas entre 
consumidor y productor.
 
 Los primeros grupos en el Estado español surgieron a finales 
de los ochenta y principios de los noventa, pero no fue 
hasta hace unos cinco años que estos tuvieron un crecimiento 
importante.
 
  
En Catalunya, por 
ejemplo, se pasó de menos de diez cooperativas en el año 2000, a 
casi un centenar en la actualidad, sumando 2.880 unidades de 
consumo. 
En cifras totales, se trata de experiencias en las que 
participa un número reducido de personas, pero la tendencia 
va en aumento, lo que 
demuestra una creciente 
preocupación por el actual modelo agroalimentario y la 
voluntad de llevar a cabo un consumo que sea solidario con 
el campo, con criterios sociales y medioambientales y basado 
en la autogestión.
 A pesar de compartir unos elementos comunes, existe una gran 
variedad de modelos organizativos, de relación con el 
campesino, de formato de compra, etc. En el Estado español 
encontramos, por un lado, aquellos grupos de consumo que 
integran en su seno a consumidores y a productores, en la 
que los primeros garantizan la compra de la producción 
anticipadamente, colaboran algunos días al año en la finca y 
comparten beneficios y pérdidas.
 
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Frente a un modelo de agricultura intensiva e 
industrial que calienta el planeta y que genera 
hambre, es necesario apostar por una agricultura 
local, sostenible, en manos del campesinado 
familiar capaz de alimentar al mundo y enfriar 
la Tierra. |  
  
Por otro 
lado, la mayoría, se trata de grupos integrados únicamente 
por consumidores, quienes establecen una relación directa 
con uno o varios campesinos, que trabajan en marcos 
organizativos diferenciados.
 En lo que respecta a la compra, hay modelos donde el 
consumidor puede escoger aquellos productos de temporada que 
desee y otros que perciben cada semana una cesta cerrada con 
frutas y verduras de la huerta. Otro elemento que distingue 
a unos grupos de otros es su grado de profesionalización. La 
mayoría funcionan a partir del trabajo voluntario, aunque 
hay algunas iniciativas que cuentan con personas 
asalariadas, quienes, en ocasiones, se encargan de una 
tienda abierta al público.
 
 La crisis en la que se encuentra el sector agrario y las 
dificultades para acceder directamente a los consumidores, 
con una ley de márgenes poco transparente y que sitúa el 
diferencial medio entre el precio en origen de un producto y 
en destino en casi un 500 por ciento, beneficiando 
principalmente a la gran distribución, ha llevado a los 
agricultores a buscar alternativas.
 
  
El 
sindicato campesino Coordinadora de Organizaciones de 
Agricultores y Ganaderos  
(COAG) impulsa la iniciativa ARCO (Agricultura de Responsabilidad 
Compartida) con el objetivo de promover unos circuitos de 
comercialización cortos: mercados de productores, grupos de 
consumo, cajas a domicilio, venta en explotaciones, 
comedores colectivos, etc., y evitar intermediarios.
 La multiplicación de estas experiencias plantea una serie de 
oportunidades para desarrollar otro modelo de consumo desde 
lo local, recuperando el derecho a decidir sobre cómo, 
cuándo y quién produce lo que se consume, que los bienes 
naturales, agua, tierra y semillas, estén en manos de 
quienes trabajan la tierra y que no sean privatizados ni 
mercantilizados. Es lo que el movimiento internacional de  
Vía Campesina ha llamado "derecho a la soberanía alimentaria".
 
  
Frente a un 
modelo de agricultura intensiva e industrial que calienta el 
planeta y que genera hambre, es necesario apostar por una 
agricultura local, sostenible, en manos del campesinado 
familiar capaz de alimentar al mundo y enfriar la Tierra.
 El gran reto es 
cómo llegar a más gente, hacer estas experiencias viables, 
mantener unos principios de ruptura con el actual modelo 
agroindustrial, seguir vinculadas a una producción y a un 
consumo local y rechazar los intentos de cooptación y el 
marketing verde. La tarea no es nada fácil.
 
 Las cooperativas y los grupos de consumo tienen que aliarse 
con otros actores sociales (campesinos, trabajadores, 
mujeres, ecologistas, ganaderos, pescadores…) para cambiar 
este modelo agroalimentario, pero a la vez deben ir más allá 
y participar en espacios amplios de acción y debate como 
foros sociales, campañas, plataformas… para conseguir un 
cambio de paradigma.
 
 La lógica capitalista que impera en el actual modelo 
agrícola y alimentario es la misma que afecta a otros 
ámbitos de la vida: la privatización de los servicios 
públicos, la especulación con el territorio y la vivienda, 
la deslocalización empresarial, la precariedad laboral, etc.
 
  
Cambiar 
este sistema agroalimentario implica un cambio radical de 
paradigma y la crisis múltiple del capitalismo en la que 
estamos inmersos (financiera, climática, social, política, 
de los cuidados, alimentaria, energética) lo pone claramente 
de manifiesto. 
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