Colombia

 

Soberanía Alimentaria

 

Que los colombianos produzcamos aquí todos o casi todos los alimentos que requiramos para sobrevivir como nación

 

 

La población campesina es desplazada por la violencia, pero también por la pobreza. La globalización neoliberal, un detonante. Importaciones de alimentos sustituyen trabajo nacional por extranjero. Alimentos, un bien esencial para la supervivencia. Qué es la soberanía alimentaria. Economía agropecuaria de tipo dual. La sola reforma agraria es insuficiente en el contexto de la globalización. Debe impulsarse una política proteccionista.

 

Detrás del conflicto colombiano hay un inmenso problema de violencia, pero también de pobreza colosal, que se manifiesta de la siguiente forma: si yo soy un campesino próspero, digamos, y hay un fenómeno de violencia en mi vereda o en mis alrededores, seguramente resisto hasta donde pueda aferrándome a la economía campesina. Pero si estoy en la miseria más espantosa, con un perro esquelético y unos niños desnutridos, y hay una escena de violencia en los alrededores, probablemente esa sea la gota que reboce la copa para abandonar la parcela.

 

Una parte muy grande del desplazamiento sin duda es provocada por la violencia, como lo testimonian las crónicas matanzas agrarias. Acá en Colombia humillan, matan y persiguen con un objetivo: la plata. Todo lo demás lo dan por añadidura, pues por detrás se mueven poderosos intereses económicos. Una parte muy grande del desplazamiento obedece a razones de violencia, pero otra es provocada por la pobreza, muy relacionada con la eterna contradicción de la concentración de la tierra y con el minifundio a lo largo de nuestra historia. La miseria rural es mucho más grande que la urbana y se ha visto agravada por el fenómeno de la globalización neoliberal de 1990 para acá.

 

Colombia era autosuficiente en alimentos en 1990. Para cuando llegó Álvaro Uribe Vélez a la Presidencia de la República ya estábamos importando unos 4,5 millones de toneladas y en 2008 se importaban 8 millones de toneladas, y esto sin contar con que los TLC no han entrado en vigencia. Luego resulta evidente que hay un proceso descomunalmente grande de sustitución del trabajo nacional por trabajo extranjero, lo que inexorablemente acarrea más pobreza y descomposición social.

 

Qué es la soberanía

alimentaria

 

La anterior mirada, una breve descripción, era necesaria para contextualizar lo que significa la soberanía alimentaria. Y comienzo con una explicación de Perogrullo que solemos olvidar: los alimentos son un bien no parecido a ningún otro de los muchos que hoy la humanidad necesita para sobrevivir. Si se acabaran los automóviles, la electricidad, los aviones, la ropa, habría un drama inmenso en el mundo y tal vez la humanidad se reduciría a una pequeña proporción de lo que hoy somos, pero seguramente la humanidad sobreviviría. Pero si desaparecieran los alimentos, incluyendo el agua, parte vital de ellos, la humanidad desaparecería.

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Dejo entonces planteada la tesis principal: no perder jamás de vista que los alimentos constituyen un bien sin el cual no podemos vivir y que necesitamos además recibir día tras día, con toda la frecuencia que sabemos.

 

Ahora bien, cuando un país pierde por cualquier circunstancia la soberanía o la seguridad alimentarias, queda sometido a la presión o al chantaje que le quieran imponer las trasnacionales o los países de donde haya que traer la comida. Estados Unidos lo entiende a la perfección. El cuento de que en el mundo no se puede interrumpir la circulación de los alimentos es una argumentación falaz. No es cierto. Nadie puede afirmar que estamos vacunados frente al hecho de una interrupción grave de los flujos de comida.

Es importante por otro lado plantear las tres posiciones que hay al respecto y que son:

 

1) Neoliberalismo, libre comercio, Banco Mundial, Consenso de Washington: lo que importa es que haya comida en el globo, suficiente para alimentar a la población de la tierra. Lo que hay que hacer es llevarla y traerla por el mundo, y lo que los países tienen que hacer es conseguir recursos mediante la producción de otros bienes para comprar la comida allí donde esté.

2) Algunos sectores democráticos, cuya posición, pienso yo, resulta confusa: ven la seguridad alimentaria como un problema que es solo de la familia campesina. La propuesta apunta a que el campesino produzca en su parcela su propia comida y se desentienda de esta discusión.

3) ¿Cuál debe ser la posición de Colombia? Que la política de soberanía alimentaria consista en que todos los colombianos participemos haciendo esfuerzos por producir en el territorio nacional todos o casi todos los alimentos que requiramos para sobrevivir como nación. Todos o casi todos.

 

Cabe la explicación del por qué atreverse a producir todos los alimentos: porque Colombia tiene el privilegio de ser uno de los países del mundo con tierras suficientes, agua suficiente y trabajadores suficientes, para producir en su país la dieta básica de la nación y exportar excedentes.

 

Las estadísticas informan que en Colombia hay 9 millones de hectáreas de tierras con vocación agrícola, o en ganadería extensiva o en otras formas de baja productividad. Estamos entonces importando los alimentos cuando los podríamos producir internamente.

 

Economía agropecuaria

de tipo dual

 

¿Quiénes deben producir los alimentos? No hay que montar una pelea para estos efectos entre la producción campesina y la empresarial. Defiendo la idea de que Colombia debe impulsar un agro de tipo dual. Economía agropecuaria de tipo dual quiere decir que haya una producción campesina, y ahí incluyo a los indígenas, respaldada por el Estado con créditos baratos, asistencia técnica, precios de sustentación y todos los apoyos elementales, y al mismo tiempo importa defender una economía empresarial lo más moderna que se pueda, economía empresarial organizada por empresarios con obreros agrícolas, obreros agrícolas que deberán tener la posibilidad de sindicalizarse, negociar convenciones colectivas y conseguir las mejores condiciones de vida y de trabajo.

Colombia era autosuficiente en alimentos en 1990. Para cuando llegó Álvaro Uribe Vélez a la Presidencia de la República ya estábamos importando unos 4,5 millones de toneladas y en 2008 se importaban 8 millones de toneladas, y esto sin contar con que los TLC no han entrado en vigencia.

 

Dentro de este contexto, tendrán que encontrarse mecanismos que les permitan a los pobres del campo acceder a la propiedad de la tierra, pero haciendo énfasis en que la sola propiedad de la tierra en medio de un contexto de globalización y economía neoliberal es absolutamente insuficiente. Me decía una vez un líder indígena de los coyaima, en el Tolima: “Senador, los indígenas no somos lombrices, nosotros no comemos tierra”. Y explicaba: “Yo tengo alguna tierra. Antes producíamos allí algodón. Como ahora lo importan, nos estamos muriendo de hambre y no nos podemos comer la tierra”. La defensa de una distribución democrática del territorio y del suelo en beneficio de los campesinos es una lucha que no se puede abandonar. Habrá que encontrar los mecanismos para conseguir ese propósito.

 

Lo anterior tiene que coordinarse con una política francamente proteccionista para el agro nacional, proteccionista para el campesinado y para el empresariado, con el propósito supremo de asegurar la seguridad alimentaria nacional. Eso es lo que está perdido en el neoliberalismo, puesto que es un modelo que pretende especializar a Colombia en la producción de cultivos tropicales, aquellos que por causa del clima no se pueden producir en Estados Unidos. Lo imponen el Plan Colombia y el TLC. Los países ricos se especializan en la producción de cereales y en la dieta básica y nos los venden a precios de monopolio y obligan a que nosotros nos especialicemos en tropicales como café, banano, flores, uchuvas, entre otros, para vendérselos a ellos a menos precio.

 

Pero ellos nos ocultan una realidad: primero, que su situación climática no les permite producir lo que nosotros sí podemos. Luego es un pacto leonino mediante el cual ellos renuncian a producir lo que el medio ambiente no les permite cultivar y nosotros renunciaríamos a cosechar lo que sí podemos producir.

 

En lo que tiene que ver con la soberanía alimentaria, no se debe perder de vista que los tropicales no constituyen dieta básica. Los ecuatorianos los llaman productos postre. Resultaría muy preocupante para los colombianos si el día de mañana se cerraran en el mundo las cadenas de distribución de alimentos y quedáramos condenados a alimentarnos con tropicales. Imagínense la mesa. Tres comidas al día todos los días: una taza de chocolate con un banano y una uchuva y, en una esquina de la mesa, un ramo de flores para acompañarlos.

 

En el año 2008, cuando en el mercado mundial se dispararon los precios de los alimentos, sobrevino un fenómeno apenas obvio: cerca de 20 países, los principales productores de alimentos en el mundo, cerraron o redujeron sus exportaciones porque, obvio, nadie va a exportar a ningún precio la alimentación de su propio pueblo ni a dejar morir a su gente de hambre. No olvidemos que la globalización consiste en que cuanto más lejos se transporten los bienes tanto más plata se gana en las cadenas de distribución.

 

Creo entonces que hay que propiciar la más grande unidad nacional para definir una política agraria soberana con las concepciones que he planteado, una unidad nacional que empiece por conquistar el derecho a autodeterminarnos, la soberanía nacional. Sin soberanía nacional, no hay nada. Al país que pierde la soberanía nacional le sucede lo mismo que al vecino que vive en un barrio más bien de mala muerte y se le cae la puerta de la casa.

 

Ese es el futuro que le espera a Colombia si continúa perdiendo como hoy ocurre la soberanía nacional.

En Bogotá, Senador Jorge Enrique Robledo

Rel-UITA

7 de setiembre de 2010

 

Ilustración: Allan McDonald, Rel-UITA 

 

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