Día Mundial del Agua

Al peral las peras

 

“Afrontar la escasez de agua” es el lema propuesto este año por la FAO para conmemorar el Día Mundial del Agua. Si bien señala una realidad, la escasez, y un propósito, afrontarla, la consigna es avara en el cómo y en el contra qué o quién. Antes que pedirle peras a un olmo, conviene analizar a quiénes les corresponde rellenar los casilleros vacíos que, por cierto, son los esenciales.

 

Hace cuatro años, desde este mismo medio de comunicación social se advertía que “La población mundial se incrementará en 3 mil millones de personas en los próximos 50 años, y la mayoría de ellas nacerá en los países que ya experimentan falta de agua. Para 2025, unos 25 países africanos estarán sometidos a regímenes de racionamiento individual del agua, equivalentes a 1.700 metros cúbicos de agua por persona y por año. Kenia, Marruecos, Sudáfrica, India y Pakistán tendrán niveles por debajo de los mil metros cúbicos por persona y por año. Esos límites han sido catalogados por la ONU como catastróficos”; y se agregaba que “Sólo entre 1960 y 2000, el volumen total de agua extraída pasó de 2.300 km3 a 4.000km3, y el panorama es alarmante cuando estas cifras se proyectan hacia el futuro. Según cifras de las Naciones Unidas, en 2025 se consumirán 5.100km3 de agua y los problemas que hoy recaen sobre la quinta parte de la población van a afectar a dos de cada tres habitantes. En cifras globales, para 2025 el volumen de agua extraída para uso agrícola se habrá multiplicado por 1,3 y la cantidad de tierras irrigadas aumentará de 250 a 330 millones de hectáreas. Para la misma fecha, el volumen de agua para uso industrial se va a multiplicar por 1,5 y para uso doméstico por 1,8”. (+ info)

 

Desgraciadamente, las previsiones recogidas en ese artículo se han venido confirmando y la realidad se agrava año tras año. Según cifras de la UNESCO, actualmente 1.100 millones de personas no acceden a los 20 litros de agua dulce que requiere como mínimo un ser humano diariamente para cubrir sus necesidades básicas: beber, cocinar e higienizarse. Y así, se podría seguir agregando cifras, estadísticas, previsiones y advertencias cuyo denominador común es la catástrofe inminente que se cierne sobre la humanidad: la sed.

La conciencia cada vez más amplia y extendida de que el mundo diseñado por los sultanes del capitalismo se encamina aceleradamente al colapso global, debe ser la matriz de donde surjan las propuestas alternativas.

 

Si se atiende otro rubro de las necesidades básicas humanas: la alimentación, se comprobará que, también según las organizaciones internacionales especializadas, otros 100 millones de personas han caído dentro del infierno de quienes cada hora, cada día, cada semana y toda la vida padecen hambre en este mundo. Ahora los "hambreados" son 900 millones.

 

La creciente consolidación del nuevo modelo agroindustrial, evolución del implantado con la Revolución Verde en la mitad del siglo pasado, y su ya evidente vinculación con la sustitución de la matriz energética petrolera por los llamados biocombustibles, son claros presagios de que otra calamidad persistirá y se agravará en los años que vienen: el hambre.

 

Muy lejos de los Objetivos del Milenio, de la Agenda de Rio 92, de los protocolos, tratados, declaraciones y propósitos debatidos, definidos y adoptados en incontables foros internacionales, la sociedad planetaria -hasta ahora tomada como rehén por las corporaciones transnacionales y su capitalismo global- se encamina a corto plazo hacia un mundo con sed y con hambre crecientemente poblado, y otro saciado, pleno, y cada vez más minoritario, encerrado en una fortaleza defendida con uñas, dientes… y armas.

 

Las caras de la resistencia

 

Como contrapartida a esta perspectiva, las organizaciones sociales buscan afanosamente nuevos caminos de articulación, coordinación y globalización de sus objetivos comunes, de su acción complementaria en todos los ámbitos y espacios donde exista el oxígeno mínimo imprescindible para subsistir y expresarse. Si bien la realidad se revela como escandalosa e hirientemente injusta, es también evidente que no lo es aún más por efecto de las resistencias, en plural, que confrontan los intereses dominantes y les impiden, por ahora, erigirse como únicos y absolutos.

 

Junto con otros, pero sin duda en la primera línea, se encuentran muchas organizaciones de trabajadoras y trabajadores que en todo el mundo confrontan a las corporaciones transnacionales en defensa de sus derechos laborales, pero también de los derechos humanos básicos, reivindicando además conceptos tan inherentes y tradicionales en el mundo sindical como la solidaridad, la democracia, la no violencia y la unión, a los que se agregan otros aportados por la diversidad de experiencias organizativas de la sociedad, como son la soberanía alimentaria, la sustentabilidad del modelo económico y productivo, la biodiversidad, la protección del mundo para las generaciones futuras, entre otros.

 

Quiere decir que la conciencia cada vez más amplia y extendida de que el mundo diseñado por los sultanes del capitalismo se encamina aceleradamente al colapso global -véase si no, botones de muestra como el cambio climático o el agujero en la capa de ozono-, cuyas consecuencias afectarán a todos por igual aunque lastime primero y más dramáticamente a los más frágiles, esa conciencia debe ser la matriz de donde surjan las propuestas alternativas. Y de hecho están surgiendo, desde el rescate inteligente y despabilado, aggiornado y sin romanticismos de las técnicas agrícolas tradicionales y de los conocimientos que ellas demandan, hasta el alerta intelectual permanente sobre las innovaciones científicas y tecnológicas que prefiguran la sociedad del futuro, como la nanotecnología; todo debe atravesar el gran filtro de la construcción colectiva de alternativas sustentables para un mundo en el cual el futuro no sea una amenaza o un legado envenenado.

 

El agua es uno de los rubros esenciales de esa preocupación, de esa atención social. El agua es un bien colectivo, es un recurso de la humanidad y debe ser utilizado como tal. En estas últimas décadas se ha asistido al dramático crecimiento de la economía en la República de China que acaba de darle estatuto legal a la propiedad privada. La consecuencia más grave a corto plazo del modelo de crecimiento salvaje allí aplicado es la restricción de las fuentes de agua dulce no contaminadas a niveles conmovedores.

 

Como contrapartida, todavía brillan como caminos hacia la apropiación social de los recursos naturales las experiencias de Cochabamba en Bolivia, y de la inclusión en la Constitución del Uruguay por medio de un referéndum de una disposición que declara al agua como un “derecho humano”, y establece que el Estado debe ejercer el monopolio de su extracción y distribución.

 

El Día Mundial del Agua nos encuentra este año, entonces, alerta, organizados, abiertos a la sociedad y sus experiencias y propuestas, y enfrentados a los enemigos de siempre, que si bien llevan todavía las de ganar en los ámbitos superestructurales -donde también se les presenta dura lucha- pierden no obstante terreno allí donde los cambios se operan realmente: en la conciencia de la gente.

Carlos Amorín

© Rel-UITA

22 de marzo de 2007

Carlos Amorín

 

 

 

 

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