El 31 
                          de octubre último, el mismo día en que se consagró el 
                          triunfo de la izquierda en las elecciones 
                          parlamentarias y presidenciales, 64 por ciento de los 
                          uruguayos aprobaron una reforma constitucional que 
                          obliga a estatizar los servicios de agua y 
                          saneamiento.
                          
                           
                          
                          Sin 
                          embargo, poco después de esa decisión popular, 
                          comenzaron las polémicas en cuanto al alcance de la 
                          reforma, incluso en el seno de quienes promovieron la 
                          iniciativa.
                          
                           
                          
                          La 
                          incertidumbre respecto a lo que haría la coalición 
                          Encuentro Progresista-FrenteAmplio-Nueva Mayoría 
                          (EP-FA-NM), que asumió el poder el 1 de marzo, surgió 
                          poco antes de las elecciones, cuando, luego de viajar 
                          a España y entrevistarse con los directivos de 
                          empresas que tienen inversiones en Uruguay –entre 
                          ellas Aguas de Bilbao–, el entonces candidato de 
                          izquierda y ahora presidente Tabaré Vázquez anunció 
                          que los contratos asumidos por el gobierno saliente 
                          serían respetados.
                          
                           
                          
                          El 
                          anuncio generó inquietud entre los impulsores de la 
                          reforma constitucional, una comisión integrada por 
                          organizaciones sociales, no gubernamentales, gremios y 
                          partidos políticos, entre ellos el EP-FA-NM. En aquel 
                          momento sorprendió que después de meses de adhesión 
                          explícita a la reforma –que incluyó la participación 
                          de un delegado de la coalición de izquierda en la 
                          mencionada comisión– el candidato izquierdista 
                          adelantara que, de aprobarse, la norma no sería 
                          aplicada de manera retroactiva.
                          
                           
                          
                          En la 
                          comisión pro referéndum, llamada “En Defensa del Agua 
                          y de la Vida”, prevalecía en cambio la opinión de que 
                          la reforma constitucional determinaba la anulación de 
                          los contratos vigentes. Antes de las elecciones, 
                          varias figuras políticas relevantes de la coalición de 
                          izquierda –algunas de las cuales hoy son ministros o 
                          legisladores– se manifestaron en el mismo sentido. 
                          Máxime, precisaron, cuando en el texto constitucional 
                          se establece cómo se reparará a las empresas privadas 
                          concesionarias por la entrada en vigencia de la 
                          reforma. 
                          
                           
                          
                          Esa 
                          interpretación fue incluso defendida por directivos de 
                          algunas de las compañías involucradas, que ya 
                          pretendían, cierto es, retirarse del mercado uruguayo 
                          y aprovechaban para reclamar al Estado una 
                          indemnización por el cese de la concesión.
                          
                           
                          
                          
                          Prestigiosos abogados constitucionalistas se 
                          dividieron igualmente entre quienes estiman que no hay 
                          dudas respecto a que las concesiones deben cesar y 
                          quienes consideran que la obligatoriedad de que los 
                          servicios sean prestados únicamente por entidades 
                          públicas no afecta a los contratos firmados antes del 
                          31 de octubre. 
                          
                           
                          
                          Esta 
                          última interpretación es la que el gobierno determinó 
                          aplicar en los últimos días. La única rescisión que se 
                          pretenderá llevar a cabo, y sin indemnización, 
                          concierne al contrato firmado con la empresa Uragua, 
                          pero no por la aplicación de la reforma constitucional 
                          sino por incumplimientos contractuales de la firma.
                          
                           
                          
                          El 
                          flamante vicepresidente del ente estatal del agua 
                          Obras Sanitarias del Estado (OSE), Fernando Nopitch, y 
                          el subsecretario del Ministerio de Vivienda, 
                          Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, Jaime 
                          Igorra, declararon esta semana que –salvo el caso 
                          excepcional de Uragua– la voluntad del gobierno es 
                          mantener las concesiones. 
                          
                           
                          
                          El 
                          todopoderoso ministro de Economía, Danilo Astori, se 
                          ha manifestado en el mismo sentido, aduciendo que el 
                          gobierno de izquierda debe dar certezas a las empresas 
                          que respeten sus obligaciones de que sus inversiones 
                          serán protegidas.
                          
                           
                          
                          El 
                          presidente Tabaré Vázquez todavía no se ha pronunciado 
                          explícitamente sobre el asunto, por lo cual los 
                          integrantes de la Comisión en Defensa del Agua y de la 
                          Vida mantienen aún tenues esperanzas de que sea 
                          respetado el espíritu de la reforma constitucional 
                          aprobada.
                          
                           
                          
                          
                          Medios de prensa uruguayos informaron que, para salir 
                          del (mal) paso, el gobierno estudia una “solución” que 
                          podría pasar por la elaboración de un proyecto de ley 
                          interpretativo que despeje las “confusiones” 
                          existentes estableciendo qué empresas podrán seguir 
                          operando estos servicios y cuáles no. 
                          
                           
                          
                          En 
                          noviembre de 2004, la Mesa Política del hoy gobernante 
                          Frente Amplio resolvió no acompañar una ley de ese 
                          tipo promovida por el centroderechista Partido 
                          Nacional, mientras la comisión promotora de la reforma 
                          alertó a la población “ante la posibilidad de la 
                          aprobación de una ley interpretativa que contradiga el 
                          pronunciamiento de la ciudadanía”.
                          
                           
                          
                          Más 
                          allá de la claridad u oscuridad de la norma, “lo que 
                          sí es claro es que el pueblo uruguayo votó con la 
                          intención de que desde el momento de la aprobación de 
                          la reforma se suspendiera la gestión privada”, declaró 
                          esta semana Adriana Marquisio, integrante de la 
                          comisión y dirigente del sindicato de OSE.
                          
                           
                          
                          El 
                          gremio del ente estatal del agua advirtió que aplicará 
                          diversas medidas para hacer cumplir la “decisión 
                          soberana”, entre ellas solicitar la intervención de la 
                          Suprema Corte de Justicia procurando que declare la 
                          inconstitucionalidad de la ley interpretativa 
                          anunciada si llegara a aprobarse.
                          
                           
                          
                           
                          
                          Virginia Matos
                          
                          © 
                          Rel-UITA
                          
                          8 de 
                          abril de 2005