La pregunta surge sola cuando se pasa revista a la 
                          lista de ventajas y amenazas. Uruguay tiene todas las 
                          de perder. Muchos otros ya han perdido con las plantas 
                          de celulosa, y las advertencias son numerosas y 
                          plurales. Sin embargo el emprendimiento sigue su 
                          curso, a contrapelo de las posiciones de la 
                          izquierda... cuando era oposición.
                          
                          
                           
                           
                          
                          
                          La empresa finlandesa Botnia ha recibido desde el 
                          nuevo gobierno una clara y contundente luz verde para 
                          concretar su proyecto de construcción de una planta de 
                          celulosa en la periferia de la ciudad de Fray Bentos. 
                          Los escandinavos anuncian una inversión de 1.100 
                          millones de dólares -200 millones más que hace algunos 
                          meses-, la creación de 8 mil empleos y otros 
                          beneficios colaterales.
                          
                          
                           
                          
                          
                          Esta iniciativa, no obstante, ha generado abundantes 
                          sospechas y desconfianzas, la mayor parte bien 
                          fundadas. Es un hecho, no sólo conocido sino 
                          denunciado por la izquierda uruguaya en sus análisis 
                          económicos internacionales, que las grandes 
                          corporaciones trasladan sus industrias contaminantes 
                          hacia los países del Sur, buscando mantener los 
                          niveles de rentabilidad que las legislaciones más 
                          restrictivas de sus países de origen amenazan con 
                          adelgazar “excesivamente”. Escapando de las leyes del 
                          Norte, ya sean ambientales o sociales, numerosas 
                          empresas se han instalado en Centroamérica, donde las 
                          maquilas textiles implantaron un régimen de terrorismo 
                          interno; en Brasil, donde las grandes cadenas de la 
                          alimentación -pollos, café, chocolates- desguazan a 
                          las trabajadoras y trabajadores con ritmos de trabajo 
                          inhumanos; en China, donde se produce la mayor parte 
                          de los agrotóxicos que se venden actualmente en el 
                          mundo, mientras las legislaciones de protección al 
                          ambiente y a los trabajadores y trabajadoras o no 
                          existen o son ignoradas.
                          
                          
                           
                          
                          
                          Esta es otra lógica
                          
                          
                           
                          
                          
                          Este contexto que los actuales integrantes del elenco 
                          gubernamental conocen al dedillo, sin embargo, 
                          aparentemente deja de existir en sus conciencias 
                          cuando se menciona la palabra “Botnia”. Es lógico que 
                          el gobierno quiera “defender” una inversión tan 
                          importante, pero el responsable del equipo de 
                          economistas que trabajó para la propia empresa 
                          finlandesa, González Posse, declaró públicamente que 
                          sólo 20 por ciento del dinero llegará a Uruguay, ya 
                          que el resto se gastará en Finlandia, construyendo y 
                          trasladando el equipamiento fabril. O sea que los 
                          1.200 millones caen abruptamente -en el mejor de los 
                          casos- a 220 millones de dólares. El argumento de que 
                          se trata de la inversión “más grande en la historia 
                          uruguaya” desaparece estruendosamente.
                          
                          
                           
                          
                          
                          Se fundamenta que otra de las bondades de este 
                          proyecto será la creación de 8 mil empleos. Dicho así 
                          suena fantástico. Pero en los propios textos de Botnia 
                          aparecen omisiones y contradicciones que, más que 
                          relativizar esa cifra, la desacreditan completamente. 
                          Porque incluyen en el cálculo a los empleos forestales 
                          -casi esclavos, como se ha denunciado- y a los 
                          transportistas, que con o sin Botnia seguirían 
                          trabajando para sacar la madera de las plantaciones. 
                          La construcción física de la planta de celulosa 
                          demandaría 3 mil empleos en 2006, que al año siguiente 
                          serían apenas 1.700 y 400 un año después, para 
                          terminar en 100 puestos de trabajo permanentes en 
                          2009, de los cuales la mayor parte será ocupada por 
                          técnicos extranjeros. No se atienden las advertencias 
                          acerca de los puestos de trabajo que se perderán, no 
                          sólo en la actividad turística de la zona -unos 1.500 
                          empleos- sino también en la pesca artesanal y sus 
                          conexiones. No figuran en los cálculos los puestos de 
                          trabajo agrícolas que serán eliminados por la 
                          forestación, cuyo índice de empleo es bastante 
                          inferior al de la agropecuaria. Nada se dice, 
                          sorprendentemente, de la seguridad alimentaria que 
                          quedará irremediablemente comprometida para todas las 
                          personas que viven, directamente sobreviven, de lo que 
                          da el río.
                          
                          
                           
                          
                          
                          La izquierda actualmente en el gobierno ha ejercido 
                          desde la oposición una crítica tenaz y fundada al 
                          modelo forestador desarrollado en Uruguay, que se basa 
                          en los subsidios por medio de dinero constante y 
                          sonante, pero también en la entrega de tierras 
                          ganaderas y agrícolas a especuladores que hoy se 
                          presentan como forestadores y mañana podrán ser 
                          cultivadores de soja u otra commodity. La forestación 
                          con eucaliptos en forma de monocultivo provoca graves 
                          daños al ambiente, ya sea por el uso intensivo de 
                          agrotóxicos, por el enorme consumo de agua (con 
                          posible afectación, por ejemplo, de las zonas de 
                          recarga del acuífero Guaraní), y la instalación de 
                          Botnia consolida ese modelo definitivamente.
                          
                          
                           
                          
                          
                          Botnia utilizará un procedimiento similar al que 
                          tenían las dos plantas de celulosa que acaban de ser 
                          clausuradas en Chile porque superaron permanentemente 
                          los niveles máximos de contaminación previstos. Es 
                          sumamente inquietante, entonces, que en Uruguay se 
                          autorice a una fábrica igual a las clausuradas a medir 
                          sus emisiones de dioxinas y furanos en miligramo por 
                          año, cuando se debería registrar estos valores en 
                          microgramo por litro. Las dioxinas son tan 
                          cancerígenas que la OMS no reconoce un máximo 
                          admisible en el organismo humano; nada de dioxinas es 
                          lo único admisible, pero la evaluación de las 
                          emisiones de Botnia se hará una vez por año, entonces 
                          un “Cherbotnia” es cuestión de tiempo. ¿Exageración? 
                          Tal vez lo serán los 14 millones de metros cúbicos 
                          diarios de gases promotores del efecto invernadero que 
                          la planta de Botnia enviará a la atmósfera, según sus 
                          propias cifras.
                          
                          
                           
                          
                          
                          Tampoco parecen “pesar” nada las 200 toneladas anuales 
                          de nitrógeno ni las 20 toneladas de fósforo que la 
                          fábrica verterá al río Uruguay, aunque ello equivalga 
                          a la carga de desechos cloacales de una ciudad de 65 
                          mil habitantes, casi tres veces la población que tiene 
                          actualmente Fray Bentos.
                          
                          
                           
                          
                          
                          Fuentes universitarias consultadas por BRECHA aseguran 
                          que la contaminación actual del río Uruguay está ya 
                          por encima de los valores máximos admisibles, entre 
                          otras cosas por el uso intensivo de fertilizantes 
                          nitrogenados y fosforados en las extensas plantaciones 
                          de commodities que soporta su cuenca, además de las 
                          industrias y ciudades que liberan sus desechos en el 
                          cauce del río, la mayor parte sin tratamientos 
                          adecuados. Por eso no es raro ver al río cubierto por 
                          espesas capas de algas que prosperan de manera 
                          enfermiza en un ambiente dañado, desarmonizado, 
                          desequilibrado.
                          
                          
                           
                          
                          
                          Se podría seguir mencionando las desventajas de la 
                          instalación de una planta de estas características, 
                          como que se construirá dentro de una zona franca 
                          -¿para qué?-, que habrá que emplazar un enorme 
                          receptáculo de residuos sólidos peligrosos cuya 
                          ubicación está prevista muy cerca de una cañada que 
                          desagua en el río Uruguay, que está previsto que los 
                          vecinos deberán soportar “períodos de mal olor en el 
                          aire” que Botnia aconseja sobrellevar construyendo 
                          nuevas áreas verdes alejadas de la zona o simplemente 
                          emigrando. Las advertencias abundan, los indicios de 
                          una “macana anunciada” se agregan semana a semana.
                          
                          
                           
                          
                          
                          
                          
                           
                          
                          
                          En suma, mírese por donde se mire, es difícil entender 
                          cuál es la ventaja de permitir la instalación de este 
                          emprendimiento que, además, ha levantado una enorme 
                          oposición del otro lado del río, en la provincia de 
                          Entre Ríos, donde los habitantes de Gualeguaychú se 
                          sienten amenazados por Botnia.
                          
                          
                           
                          
                          
                          La aprobación de un emprendimiento de estas 
                          características por un gobierno de izquierda es 
                          contradictoria con muchas de sus posiciones y acciones 
                          previas. Por ejemplo, con recientes declaraciones del 
                          ministro de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio 
                          Ambiente quien, según El País, acusó a los promotores 
                          de las torres de Punta del Este de “tomar de ‘rehenes’ 
                          a los trabajadores de la construcción del departamento 
                          de Maldonado. ‘Es asqueante y me indigna’, dijo. Arana 
                          también acusó a los promotores de los emprendimientos 
                          de manejar el medio ambiente desde un punto de vista 
                          ‘económico y financiero’ y de ejecutar obras que no 
                          harían en sus lugares de origen porque ‘se generaría 
                          un escándalo de mayúsculas proporciones’”. ¿Qué 
                          diferencia hay entre estos promotores y la finlandesa 
                          Botnia?
                          
                          
                           
                          
                          
                          También es contradictoria con la valoración de la vida 
                          humana sobre el lucro, con el modelo de país 
                          productivo para beneficio y felicidad de los uruguayos 
                          y las uruguayas, con la preservación de los espacios 
                          naturales donde habitan los grillos nocheros que 
                          aprecia el presidente de la República y muchos otros 
                          ejemplares de nuestra fauna y flora, con la seguridad 
                          alimentaria de importantes grupos humanos en ambas 
                          márgenes del río Uruguay, con la ambición de cambiar 
                          el país.
                          
                          
                           
                          
                          
                          El apoyo sin fisuras al proyecto de Botnia por parte 
                          del gobierno de izquierda abre un enorme espacio a la 
                          perplejidad y el asombro.
                          
                           
                          
                    
                          
                          Carlos Amorín
                          
                          Semanario Brecha
                          
                          28 de marzo de 2005 
                           
                           
                          
                          Artículo realizado con
                          información originada en el grupo 
                          Guayubira y en la Comisión Multisectorial, y de 
                          fuentes propias.