Uruguay

 

Eucaliptos y plantas de celulosa

Negocio para pocos, desarrollo para nadie

 

“El fraude de la celulosa” es el título de un nuevo trabajo de investigación de Víctor Bacchetta, que se presentó el 26 de septiembre en Montevideo.

 

En una declaración conjunta en ocasión del Día Internacional contra los Monocultivos de Árboles el 21 de septiembre, las organizaciones firmantes1 expresaron su rechazo al actual modelo forestal, que el Estado uruguayo ha estado impulsando desde la década de 1980. Se pronunciaron contra la “creciente concentración y extranjerización de la tierra”, el “vaciamiento del campo y la desaparición de pequeños agricultores”, la “disminución en la producción de alimentos” debido a la reasignación de suelos a plantaciones de árboles y soja, la “grave afectación de los principales recursos naturales” (agua y suelo), una “escasa generación de empleos” -a destajo, mal remunerados, sin seguridad laboral, mediante subcontrataciones y escasa sindicalización- y la “escasez y el encarecimiento de madera para leña y para el abastecimiento de aserraderos locales”.

 

A continuación, propusieron la “suspensión inmediata de los permisos para plantaciones de pinos y eucaliptos” en gran escala, la “revisión de la actual legislación forestal”, una “evaluación de los impactos sociales y ambientales de las áreas actualmente forestadas”, el restablecimiento de la soberanía del país sobre el sector forestal mediante la aplicación del Artículo 47 de la Constitución, siguiendo el ejemplo de la gestión de los recursos hídricos, “un marco legal que impida la concentración de la tierra” en pocas manos, y la “adopción de políticas nacionales para garantizar la permanencia y mejora de calidad de vida del productor familiar”. Plantearon, en resumen, la necesidad de reconocer formalmente la función social de la tierra y de actuar en conformidad con este principio.

 

En el mismo sentido, “El fraude de la celulosa”2 pone de manifiesto los efectos ambientales y sociales negativos de la expansión de los monocultivos forestales, fundamentalmente de eucalipto. Cuestiona asimismo los orígenes y la implementación de una política que fomenta sistemáticamente las inversiones multimillonarias de algunas transnacionales de la celulosa, que lejos de contribuir al desarrollo productivo y social del país, crean fuentes de trabajo de mala calidad, contaminan el ambiente y atentan contra la producción familiar.  

 

Junto al autor, el periodista Víctor Bacchetta, intervinieron en la presentación del libro el ingeniero agrónomo Ricardo Carrere, director de la oficina regional del Movimiento Mundial para la Protección de los Bosques Tropicales (WRM), el demógrafo y productor Guillermo Macció, responsable de un proyecto único en el país de reforestación con especies indígenas, y el sociólogo Marcelo Carazans, coordinador de la Federación de Organismos para la Asistencia Social y Educacional (FASE) del estado federado de Espíritu Santo, Brasil.

 

En sus palabras introductorias Carrere se refirió al Día Mundial contra los Monocultivos de los Árboles, destacó la amplitud de la adhesión institucional a la declaración pública, y abogó por la modificación de la legislación forestal vigente. Seguidamente, Macció presentó un resumen de su evaluación de los Diarios de Sesiones de las Cámaras de Representantes y de Senadores desde el 4 de noviembre de 1985 hasta el 28 de diciembre de 1987, fecha en que se terminó de sancionar la Ley Forestal, que ha servido de base para la sistemática ampliación de los monocultivos de árboles y que prevé generosas exoneraciones impositivas para quienes planten eucaliptos en gran escala para su posterior procesamiento en las plantas de celulosa.

 

En su exposición, Macció destacó la casi unanimidad del apoyo parlamentario (56 en 58 votos en la Cámara de Representantes) al proyecto de fomento de la forestación presentado por el Poder Ejecutivo, que parecía reflejar un acuerdo entre los partidos previo a la votación parlamentaria. Finalmente, observó que la superficie declarada de prioridad forestal por la Dirección Forestal del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) -un millón de hectáreas ya está siendo forestado para la producción de celulosa, encontrándose la mitad en manos de tres empresas- ha sido ampliada en varias oportunidades.

 

La intervención de Bacchetta confirmó esta observación, señalando que desde la Sociedad de Productores Forestales de Uruguay se prevé una forestación muy superior a los 3 millones de hectáreas, para luego criticar la posición del gobierno por no reconocer los daños ambientales evidentes. En los cuatro años de preparación de “El fraude de la celulosa” el autor pudo comprobar los efectos ambientales y sociales nefastos de los monocultivos en el Interior del país, al tiempo que constató que la verdadera dimensión del problema está siendo desconocida por los habitantes de la capital del país, en parte porque desde los años ochenta el modelo agroexportador, incluyendo la forestación y la producción de celulosa, se había convertido en una política de Estado con el respaldo férreo del gobierno del presidente Tabaré Vázquez. En consecuencia, la resistencia argentina contra las plantas de celulosa sobre el río Uruguay, más específicamente de los habitantes de la ciudad de Gualeguaychú, fue interpretada como una agresión contra las decisiones soberanas del Uruguay, imposibilitando así una discusión seria sobre el impacto ambiental de la forestación desenfrenada y la fabricación de celulosa.

 

Cerrando la actividad, Marcelo Carazans informó sobre la larga lucha de la población indígena del norte de Espíritu Santo contra las tres fábricas de celulosa de la transnacional Aracruz y sus plantaciones. Amparada por el régimen militar, Aracruz comenzó a instalarse en 1968 e inauguró la primera fábrica en 1978. En el interín expulsó unas 15.000 familias, fundamentalmente de afrodescendientes, y destrozó la vegetación original. En la medida en que las plantaciones se extendieron a los estados vecinos de Minas Gerais y Bahia, para satisfacer la creciente demanda de madera de la industria celulósica, pero también de la metalúrgica, aumentó la resistencia popular contra este modelo agro-depredador y socialmente insostenible, cuyo diseño global no respeta fronteras nacionales ni poblaciones tradicionales.

 

En Montevideo, Dieter Schonebohm
Rel-UITA
3 de octubre de 2008

1- Comisión Nacional de Fomento Rural, Comisión Nacional en Defensa del Agua y la Vida, Red Uruguaya de ONGs Ambientalistas, Grupo Guayubira, Rapal - Uruguay, REDES – Amigos de la Tierra, Rel-UITA

2- Víctor Bacchetta, El fraude de la celulosa, Montevideo, Doble Clic Editoras, 2008

FOTOS: Guayubira

 

 © Rel-UITA

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