Con Héctor Sejenovich

Economía de la naturaleza,

la economía del futuro

  

Es argentino, economista, profesor en Ciencias Sociales en las Universidades de Buenos Aires y Luján. Fue coordinador de la Red

de Formación Ambiental del PNUMA y consultor en varios países de América. Es autor de numerosas publicaciones sobre economía y ambiente,* pionero en la elaboración de la metodología de “cuentas patrimoniales”. Esta entrevista se realizó en una pausa del curso de

post grado que vino a dictar en la Facultad de Ciencias.

 

-¿En qué consiste el curso?

-Se trata de un trabajo en economía y ambiente para el post grado en Ciencias Ambientales. Una de las formas de mostrar cómo y dónde se articulan la economía y el ambiente es tomar un “estudio de caso”, y para esta ocasión hemos elegido los emprendimientos de celulosa en Fray Bentos, especialmente el de Botnia. Usaremos las metodologías de análisis que tenemos disponibles para detectar qué cambios en la realidad provocarán los impactos de estos emprendimientos en las zonas de plantación, de transporte, de operaciones y en la propia planta, así como las posibles consecuencias para zonas como la de Gualeguaychú y otras.

 

-¿Usted ya conoce estos casos?

-Por supuesto hice un trabajo previo como el análisis de una buena parte de la bibliografía existente –en lo que me ayudó una ecóloga en Buenos Aires– y la elaboración de algunos elementos de base para calcular cuánto costaría el manejo sustentable de esa zona, qué productos generaría, cuáles serían los niveles de ocupación que crearía ese manejo integral en el área que correspondería a Botnia, y a esto le vamos a superponer las actividades que impondría la presencia de Botnia. De ahí podemos concluir cuáles serían los efectos de esa implantación en el corto, mediano y largo plazo. Estas variaciones serán enfocadas desde los puntos de vista ecológico, económico y social.

 

-¿Cómo se hacen esas cuentas?

-Hemos desarrollado una metodología específica que apunta a considerar el costo del manejo integral de los recursos y sus efectos en la oferta ecológica, es decir, en lo que un sistema ecológico estable, no depredado, puede aportar al sistema económico en términos de ingresos reales, ocupación, entre otras cosas.

 

-¿Qué son las cuentas patrimoniales?

-Son el registro físico y monetario de los recursos naturales para su manejo integral.

 

-¿Y qué es manejo integral?

-Primero hay que entender el concepto de ecozona –o sea una zona razonablemente homogénea como un bosque, un río, una pradera– que puede ser considerada como una fábrica de la naturaleza de la que se pueden obtener diversos productos, con un costo de producción y un proceso de fabricación que consiste en la captación y transformación de la energía. Este proceso se puede producir naturalmente o ayudado por el trabajo humano que consiste, primero, en conocer la realidad, y después en cambiarla sin depredación. Eso implica tener un inventario, realizar tareas de regeneración, de restauración cuando es necesario, tareas de control y participación, estudios de mercado para decidir dónde serán comercializados esos productos. Todo eso conforma un costo de manejo de la naturaleza, y genera múltiples beneficios porque en lugar de obtener un solo producto habrá diez o 20.

 

-¿Qué se pone en un inventario?

-La flora, la fauna, el agua, el suelo, el aire (su calidad), la conservación de cuencas, la conservación de biosfera y el paisaje. Las podemos imaginar como columnas, y sus interrelaciones miden las condiciones ecológicas que deben existir para obtener una producción múltiple: maderas para usos diversos, fauna explotable, el aumento de la vida útil de la infraestructura vial por un manejo adecuado de cuencas, la captación de turismo vinculada a la calidad del paisaje, la interrelación positiva del intercambio gaseoso, ya que la captación natural de carbono que ocurre en nuestros territorios debería pagarse como parte de la solución a un proceso de producción inconcluso de los países del Norte que liberan dióxido de carbono a la atmósfera, la utilización del aire como energía, como difusor de semillas, etcétera. Todo esto y mucho más se puede hacer a la vez, pero para eso hay que conocer los recursos, aprender a manejarlos y luego cuidarlos.

 

-Se trata de un concepto de economía muy distinto al que estamos habituados a escuchar.

-Estamos hablando de la economía de la naturaleza.

 

-No es la economía del dinero.

-Lo es también, en cuanto pague la sustentabilidad. Pero, cuidado: la economía del dinero persigue una máxima ganancia en el plazo más corto, conduce a una maximización de planificación del horizonte de las inversiones, y a una alta rotación del capital, o sea, a ganar lo más posible lo antes posible. Esto choca generalmente con la capacidad regenerativa de los recursos naturales, y con el intento de mantener la sustentabilidad en el mediano y largo plazo. Así de cierto y de simple. Lo que demuestran mis trabajos es que manejar la biodiversidad sustentablemente, integralmente, en el caso de las plantaciones no sólo de la flora arbórea sino también de la fauna, de la captación del carbono y los demás elementos ya mencionados, es mucho más conveniente desde el punto de vista económico, y hasta en el corto plazo, que la extracción inconsulta a gran velocidad de uno sólo de esos recursos hasta acabarlo, porque casi siempre se acaba también con todos los demás. En el caso de Botnia son plantaciones ya destinadas a la fabricación de celulosa, pero están pensadas sin integralidad.

 

-Ese enfoque suele confundirse –intencionalmente o no– con un “rechazo a la modernidad”.

-Cuando existía el desarrollismo todavía no teníamos estos métodos, no sabíamos tanto como para evidenciar estas partes de la realidad que durante mucho tiempo permanecieron invisibles. En verdad, este enfoque es de “gran modernidad”, para expresarlo en esos mismos términos. Analizar la versatilidad y la heterogeneidad de la oferta natural en relación con las necesidades humanas es algo muy “moderno”. Persiste la gran discusión acerca de qué es el progreso, qué relación tiene con la calidad de vida. Normalmente la conceptualización teórica tradicional del progreso es la del desarrollismo, que suponía que un incremento del producto bruto conduciría a un aumento de la disponibilidad de bienes lo que provocaría un creciente bienestar. Pero lo que hemos visto es que el incremento del producto bruto no siempre lleva a un aumento de la disponibilidad de bienes porque la distribución de los ingresos es desigual, y aún de producirse no siempre genera un mayor bienestar porque está mediando un proceso cultural, antropológico del concepto calidad de vida, y que puede resumirse en la pregunta de si tener más bienes nos hace más felices. Pero ese debate a esta altura se expresa en términos más claros: ¿cómo se puede entender como un progreso real el aumento de un desarrollo productivo destructivo? Esto ya no lo bancan siquiera los países desarrollados, cuyas industrias deben adaptarse más y más a procesos cada vez menos destructivos.

 

-¿Cuál es la crítica más habitual que recibe su sistema?

-Se relaciona con la seguridad de las diversas opciones productivas de un manejo integrado. Por ejemplo: ¿quién me asegura que la fauna se podrá vender competitivamente?, o ¿quién comprará el carbono captado por la flora? Contesto diciendo que se supone que tenemos un Estado activo que intenta promover actividades iniciales, utilizaciones de los elementos naturales, la investigación para determinar su uso sustentable. Y a su vez también empresas activas ante estas posibilidades, porque para las que tengan un criterio abierto, despierto, aquí hay buenas posibilidades de inversión. Para las otras implicará solamente un mayor riesgo y preferirán opciones más conservadoras y tradicionales, sin percibir que son mucho más peligrosas a mediano y largo plazo.

 

-¿Cómo reaccionan los políticos ante este planteo?

-Es un grave problema, porque la enorme mayoría no tiene la más pálida idea acerca de esta realidad. En Argentina hay 35 millones de hectáreas de bosques, si se extrajera un metro cúbico por año y por hectárea no habría deterioro ambiental ni del recurso, pero se están sacando 4 millones de metros cúbicos por año con la mayor depredación imaginable. Sin duda se está dilapidando bosque, pero lo peor es que apenas estamos aprovechando una pequeñísima parte de toda la riqueza que allí existe, mucho de la cual va desapareciendo con los bosques. Lo mismo podemos decir de la pesca: estamos agotando dos especies que constituyen el 67 por ciento de la producción comercializada, pero estamos sacando 70 especies. Las demás 68 especies vuelven muertas al mar, y no porque sean tecnológica y alimentariamente inadecuadas, simplemente el mercado actual no las conoce o no se las ha promovido cabalmente.

 

-Nos resulta fácil aceptar ideológicamente que la economía se expresa en todas las cosas, así como la política, pero no tenemos la misma percepción con respecto a “lo ambiental”.

-Hace cinco o seis años yo tenía una posición diferente, pensaba que “lo ambiental” no es una nueva ciencia sino la articulación de diferentes saberes orientados a profundizar la interrelación entre la sociedad y la naturaleza, a mejorar la calidad de vida de la población, etcétera. Hoy creo que lo ambiental, después de muchos años, tiene objeto de análisis propio, métodos diferenciales, contradicciones propias, movimientos sociales propios y conflictos propios. Quiere decir que está en la instancia de tener elementos suficientes para diferenciarse, aunque con respecto a los métodos y las conceptualizaciones aún estamos a mitad de camino. Se ha producido bastante en muy poco tiempo, pero hay que continuar avanzando. De alguna manera lo que yo hago es una crítica a la economía política señalando cuáles son las producciones que ha dejado fuera de su enfoque. Marx pensó que había una primera producción, la de mercancías, y una segunda que es la de fuerza de trabajo. Para mí hay además otras dos más: la reproducción de la naturaleza, que hoy es un verdadero y completo problema económico cuyo costo de producción no fue tenido en cuenta, ya que se partió de la base de que la naturaleza es infinita y se reproduce sola. Este es el concepto implícito en la economía política clásica. Hoy sabemos que no es así, y a esta producción le llamo preprimaria.

 

-Mencionó una cuarta producción.

-Este concepto es un poco más polémico: de la introducción a la economía política se puede extraer el concepto de que no hay producción sin consumo, el último eslabón de la producción. Si eso es así, cuando se genera fuerza de trabajo que no se puede vender, entonces no es fuerza de trabajo, es otra cosa. Y si eso pasa muchas veces, durante muchos años y en más de una generación, entonces lo que se genera es otra cosa. La desocupación actual es distinta a la de antes, a lo que llamábamos desocupación friccional o ejército industrial de reserva. Lo de ahora es mucho más que eso.

 

-¿Qué es, entonces?

-Todavía no está suficientemente analizado, pero podemos decir que no es una desocupación que está esperando ser insertada en el mercado, ya no espera eso. Es, además, un modo productivo que se mueve fuera del mercado tal como lo visualizamos; es la cuarta producción a la que llamo “reproducción de la vida”. Esto es, producción para la supervivencia, de cualquier modo, a cualquier costo, entre lo legal y lo ilegal. El objetivo es reproducir la vida. En Argentina le pusieron “producción social”. Todo desecho es un insumo, y la racionalidad es la producción para el consumo, no para el cambio. Entonces, todo está cuestionado: los conceptos de producción, de consumo y de valor. La definición clásica dice que “sólo el trabajo agrega valor”, pero esto es muy polémico, porque en realidad lo que agrega valor es el gasto de fuerza humana de trabajo sumado con el gasto de la energía del elemento natural donde ese trabajo se desarrolla, sin lo cual el trabajo es meramente una abstracción poco útil. Pienso que Marx no tenía exactamente ese enfoque, aunque confundió mucho cuando escribió que “sólo” el trabajo agrega valor. La naturaleza no agrega precisamente valor, pero participa en el trabajo, es un proceso conjunto; lo que agrega valor es el hombre en la naturaleza transformando un producto.

 

-¿Por qué los países socialistas, gobernados por partidos marxistas, no han rescatado este concepto de economía ambiental?

-Uno de los libros editados por la Academia de las Ciencias de la URSS en 1966 sobre el hombre y el medio ambiente, desarrolla en siete capítulos los elementos teóricos básicos por los cuales según Lenin, Stalin y otros es imposible que en el socialismo exista deterioro ambiental. Pero en el octavo y último capítulo enumera los “nuevos” elementos por los cuales hay deterioro ambiental en el socialismo. Recuerdo algunos como “una corta visión del soviet”, que describía cómo se avaluaba previamente la contaminación “inevitable” y se pagaba una especie de indemnización al Estado. Todos pagaban, todos contaminaban, el Estado recaudaba y todos contentos. La naturaleza, por supuesto, destruida. Era realmente una visión burocrática del ambiente. Otro aspecto importante fue la estereotipación tecnológica: se producían tractores en un par de fábricas para toda la URSS, pero los tractores eran todos iguales cuando la diversidad de suelos y producciones hubiese requerido maquinarias diferentes. Existían estímulos económicos por productividad, y cuando se es motosierrista o conductor de una topadora, lo que mejora el sueldo es la cantidad de trabajo hecho, y no se evalúa el tendal que se deja atrás. Se puede decir que la influencia soviética en Cuba fue nefasta porque creó la dependencia del petróleo. Sólo en dos tambos de toda Cuba se manejó la producción de biogas; ambas fueron experiencias muy exitosas porque llegaron a ser energéticamente autosuficientes. Pero en los otros 500 tambos nunca se hizo nada de esto, se usaba energía de origen petrolero. En realidad casi todas las opciones productivas pasaban por un tecnicismo que no era diferente del modelo petróleo-dependiente capitalista.

 

-¿Es posible un cambio en estos aspectos dentro del sistema capitalista?

-No sé. Lo que yo hago es luchar para que sea posible, y si no tendremos que cambiar el capitalismo. Ya casi no es importante contestarse esa pregunta. Tengo un modelo para analizar qué se produce, para quién se produce, con qué elementos naturales y con qué tecnologías. Y aplicándolo generalmente queda en evidencia la inviabilidad o insustentabilidad del proceso porque genera deterioros graves en la naturaleza y el ser humano. A su vez, muchas veces existe una percepción de este problema desde la sociedad lo que genera movimientos de protesta que producen argumentos teóricos, propuestas alternativas. Si en la composición de los gobiernos hay elementos de los sectores populares, en general se admiten correcciones y retrocesos, sobre todo si los intereses económicos no son demasiado grandes. Esto no quiere decir que se cambie todo. Dentro del sistema pueden cambiar ciertas cosas, pero otras cambiarán sólo con un sistema distinto, y es probable que otras no siquiera así cambiarán. Para aplicar de manera completa, cabal, este manejo integral de la naturaleza que estamos proponiendo se necesita operar un cambio en la visión de la naturaleza, y eso no se logra de un día para otro.

 

-¿Cuáles son las conclusiones que están obteniendo del análisis del caso Botnia con esa metodología?

-Estamos trabajando. Por ahora lo que vemos es que simplemente por tratarse de tan inmensa cantidad de pasta de celulosa en ese lugar concreto causará deterioros fuertes. Ya existe una cierta contaminación en la zona, que si además tendrá que absorber una población de 60 mil habitantes, entonces la situación será realmente grave. Es inevitable que las consecuencias se diseminen hacia el entorno, incluyendo la otra orilla del río, Gualeguaychú, etcétera. Es muy probable que también revierta el desarrollo actual –pienso en los pescadores y el turismo–, pero sobre todo impedirá gran parte del desarrollo potencial de esta zona que es lo que estamos intentando: revelar las potencialidades productivas del lugar. La distancia entre esas potencialidades y sus efectos sobre la naturaleza con lo que se pretende hacer y sus consecuencias –todo debidamente avaluado– develará el deterioro que se va a causar. Para eso usamos una matriz de insumos de productos de la naturaleza que es nuestra tarea actual. No creo que lleguemos a terminarlo en esta ocasión, pero habremos avanzado considerablemente para continuar en otra oportunidad.

 

Carlos Amorín

© Rel-UITA

12 de agosto de 2005

 

* En Uruguay: Hacia otro desarrollo. Una perspectiva ambiental, en coautoría con Daniel Panario. Editorial Nordan-Comunidad, 1998

 

 

  UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay

Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 -  902 1048 -  Fax 903 0905