Los proyectos de 
							construcción de plantas de celulosa en territorio 
							uruguayo han dado lugar a una guerrilla diplomática 
							entre Uruguay y Argentina. Mientras se espera que 
							alguno de esos emprendimientos derive en la 
							instalación de papeleras, el papel que hasta ahora 
							ha abundado es el que han intercambiado autoridades 
							de los dos países y el de los mensajes que los 
							respectivos presidentes han enviado al Banco 
							Mundial.
							
							 
							
							 
							
							El 
							conflicto estalló hace varios meses, cuando tanto el 
							gobernador de la provincia argentina de Entre Ríos, 
							Jorge Busti, como el presidente de ese país, Néstor 
							Kirchner, impugnaron esos proyectos por entender que 
							pueden ser gravemente perjudiciales al ecosistema y 
							la economía de la región. En la vereda opuesta, el 
							jefe de Estado uruguayo, Tabaré Vázquez, defendió 
							arduamente la instalación de las fábricas de 
							celulosa en su territorio, más concretamente en el 
							departamento de Río Negro, vecino a Entre Ríos.
							
							 
							
							
							Busti pidió la intervención de la Corte 
							Interamericana de Derechos Humanos, al tiempo que 
							Kirchner amenazó con llevar la disputa a la Corte 
							Internacional de Justicia de La Haya.
							
							 
							
							En 
							la última semana, tras un período de calma, la 
							polémica subió de tono luego que se conoció que 
							Kirchner había enviado una carta al Banco Mundial 
							pidiendo que no se otorgaran sendos préstamos por 
							200 millones de dólares solicitados por las dos 
							empresas celulosas que hasta entonces habían 
							oficializado su interés en construir plantas en 
							Uruguay, la finlandesa Botnia y la española
							Ence.
							
							 
							
							
							Este martes 4, Tabaré Vázquez tomó la iniciativa y 
							mandó su propia misiva al organismo multilateral, 
							solicitándole que “acelere” el trámite de concesión 
							de los préstamos. Se trata, señaló el presidente 
							uruguayo, de emprendimientos que “representan un 
							eslabón fundamental dentro de una larga cadena de 
							inversiones en materia forestal que se viene 
							desarrollando desde hace más de 15 años y que fuera 
							iniciada con la colaboración del Banco Mundial 
							mediante planes de promoción forestal”.
							
							 
							
							
							Según Vázquez, “estos proyectos serán importantes 
							generadores de empleo, utilizarán en su mayoría 
							materias primas nacionales y aportarán dinamismo al 
							sector exportador uruguayo. (...) El monto de la 
							inversión es tal (unos 1.500 millones de dólares 
							entre ambas empresas) que sumados equivalen a la 
							inversión bruta interna fija de un año” en el país.
							
							 
							
							
							Rechazando que Uruguay no esté en condiciones de 
							monitorear las posibles afectaciones al medio 
							ambiente de ambas industrias europeas, Vázquez adujo 
							que su país “ocupa un sitial de privilegio a nivel 
							mundial en el manejo del medio ambiente”. Citó en su 
							apoyo un informe de las universidades 
							estadounidenses de Yale y Columbia que ubican a esta 
							nación en el primer nivel en esa materia entre las 
							no pertenecientes a la Organización de Cooperación y 
							Desarrollo Económico (las economías más 
							industrializadas) y en el tercero a escala 
							planetaria, sólo detrás de Finlandia y Noruega.
							
							
							 
							
							
							También aseguró que “las tecnologías a ser usadas 
							por Botnia y Ence superan los 
							estándares requeridos por la Unión Europea y Estados 
							Unidos” y que Uruguay facilitó a “técnicos de países 
							hermanos y del MIGA (la Agencia Multilateral de 
							Inversiones) y de la Corporación Financiera de 
							Inversiones (CFI) nuevos estudios y nuevas 
							instancias no previstos inicialmente”.
							
							 
							
							En 
							la polémica intervinieron igualmente los ministros 
							de Economía de los dos países, que intercambiaron 
							cartas y reproches, los cancilleres y, este 
							miércoles 5, el embajador argentino en Montevideo, 
							Hernán Patiño Meyer. Este último dijo, en 
							declaraciones al diario uruguayo El Observador, que 
							Uruguay no había brindado aún a Argentina todas las 
							informaciones que ésta requirió para establecer los 
							riesgos que presentan los dos proyectos sobre el río 
							Negro. Uruguay “está obligado” a comunicar esas 
							informaciones, porque así lo establece el Tratado 
							bilateral del Río Uruguay, declaró el embajador. 
							Patiño negó por otra parte que su país rechace la 
							instalación de las celulosas porque aspiraba a que 
							se radicaran en su territorio, como lo han sostenido 
							distintas autoridades uruguayas. “Si Uruguay respeta 
							los más altos estándares de protección ambiental” 
							podrá contar con sus plantas de celulosa, comentó.
							
							 
							
							
							Otro punto alto de la disputa fue el retiro de 
							confianza de parte de Uruguay al argentino Alieto 
							Guadagni, representante ante el Banco Mundial de un 
							grupo de países integrado por Argentina, Bolivia, 
							Brasil, Chile, Uruguay y Perú. Montevideo acusó a 
							Guadagni de haber tomado partido en favor de la 
							posición del gobierno de Kirchner en un diferendo en 
							el cual debería haberse abstenido de intervenir.
							
							 
							
							
							Mientras la polémica subía de tono se conocían 
							diversas noticias que agregaban “picante” al tema de 
							las celulosas.
							
							 
							
							
							Por un lado, la semana pasada una nueva empresa 
							extranjera, nada menos que Stora Enso, líder 
							mundial del sector, anunciaba su intención de 
							instalar, a mediano plazo, una planta en territorio 
							uruguayo con una inversión que podría llegar a 
							rondar los 1.000 -1.100 millones de dólares.
							
							 
							
							Y 
							por otro se divulgaba, el martes 4, un informe 
							entregado por la Comisión Administradora del Río 
							Uruguay a la Comisión de Medio Ambiente del Senado 
							de Argentina en el que se mencionaba la posibilidad 
							de que los altos niveles de contaminación 
							verificados en el río Paraná y de las “excesivas 
							floraciones” de algas en Nueva Palmira, localidad 
							uruguaya sobre el río Uruguay, se debieran a la 
							operativa de las plantas de celulosa que funcionan 
							en Argentina y que se manejan con tecnología 
							obsoleta.
							
							 
							
							La 
							noticia de la posible llegada de Stora Enso 
							encendió aun más las iras de los grupos 
							ambientalistas uruguayos, ya muy disconformes con la 
							actitud del gobierno del socialista Tabaré Vázquez. 
							Cuando la fuerza política que ejerce hoy el poder en 
							Uruguay, el Encuentro Progresista-Frente Amplio, 
							estaba en la oposición, se oponía a estos proyectos, 
							impulsados por el anterior Ejecutivo, pero ahora “ya 
							no puede invocar la herencia maldita” de sus 
							predecesores, señalaron en un comunicado conjunto 
							las organizaciones Redes-Amigos de la Tierra y Grupo 
							Guayubira.
							
							 
							
							
							Las organizaciones ambientalistas cuestionaron 
							también los dichos de Tabaré Vázquez de que las 
							inversiones de las empresas de celulosa generen 
							empleo y sean respetuosas del medio ambiente.
							
							 
							
							
							“Reiteramos lo que hemos venido denunciando: que la 
							forestación no es generadora de puestos de trabajo; 
							que desplaza otras actividades como la ganadería, la 
							agricultura, el turismo; que las condiciones de 
							trabajo que ha ofrecido hasta ahora han sido las 
							peores; que ha contribuido a la destrucción de la 
							trama social de la campaña; que ha incrementado la 
							latifundización y extranjerización de la tierra; que 
							deteriora los suelos, altera la fauna y pone en 
							riesgo nuestra riqueza hídrica”, sostienen en su 
							texto.
							
							 
							
							Y 
							terminan preguntándose: “¿Se seguirá recibiendo con 
							bombos y platillos este tipo de inversiones que 
							hipotecan nuestro futuro? ¿No será hora de sentarse 
							a debatir qué tipo de desarrollo productivo genuino 
							necesita nuestro pueblo para salir de la postración 
							en la que lo dejaron políticas nefastas?”.
							
							
							 
							
							
							Daniel Gatti
							
							© 
							Rel-UITA
							
							7 
							de octubre de 2005