La mayor concentración de capital en el mundo se da en 
                          la producción de celulosa, por eso sus capitales 
                          pertenecen a gigantescos grupos, habitualmente 
                          vinculados a las coronas y casas reales, como la 
                          escandinava y la británica. El sector padece crisis 
                          periódicas que serían insoportables para inversores 
                          comunes, ya que duran entre 15 y 20 años.
                          
                           
                          
                           
                          
                          La celulosa es la epidermis del desarrollo, y estoy 
                          muy cercano a ella desde que hice el curso de 
                          postgrado en la Universidad Nacional de La Plata, 
                          Argentina, cuando tomé conocimiento de que en la 
                          región metropolitana de Porto Alegre, del otro lado 
                          del lago Guaíba, los noruegos construirían una planta 
                          de celulosa que funcionaría por el método del sulfato, 
                          con una capacidad superior a 60 mil toneladas/año. 
                          Ellos iban a aprovechar las plantaciones de acacia 
                          negra como materia prima -útiles por sus cáscaras para 
                          la extracción de taninos- y sembrarían gigantescas 
                          áreas con eucaliptos, pero la región era arrocera y 
                          ganadera y no había tierras apropiadas o recomendables 
                          para uso forestal.
                          
                           
                          
                          El primer problema que identifiqué fue que las plantas 
                          al sulfato reutilizan todos los insumos, por eso es un 
                          método muy barato, pero sus efluentes aéreos, cargados 
                          con mercaptanos y sus oxidados, son muy nauseabundos 
                          en distancias de más de 60 kilómetros, por lo que su 
                          instalación no es recomendable cerca de ciudades o en 
                          la dirección predominante de los vientos que llegan a 
                          ellas.
                          
                           
                          
                          En Guaíba la planta fue autorizada a instalarse a 
                          menos de 5 kilómetros de Porto Alegre, en la otra 
                          margen del río Guaíba y en la dirección predominante 
                          de los vientos durante más del 80% del año.
                          
                           
                          
                          Al tomar conocimiento de aquel absurdo, como 
                          estudiante de ingeniería forestal busqué cambiar el 
                          tema de mi disertación que sería sobre el Parque 
                          Nacional de El Palmar, en Entre Ríos, uno de los 
                          lugares más lindos de la querida Argentina. Fue muy 
                          difícil, pero los profesores accedieron y pude cambiar 
                          para: "Aspectos que hicieron factible la 
                          instalación de la Cía. Borregaard en el municipio de 
                          Guaíba. Sus aspectos negativos para la empresa y para 
                          el ecosistema portoalegrense".
                          
                           
                          
                          
                          La inversión era de la corona noruega, con un poco de 
                          dinero del banco Borregaard y otras empresas del grupo 
                          Borrstaadt, pero el principal inversor era el Banco 
                          Nacional de Desarrollo Económico de Brasil, que 
                          solamente diez años más tarde agregó a su denominación 
                          la palabra Social y por tanto una S en su sigla, BNDES, 
                          que aún hoy es el mayor financista del desarrollo 
                          nacional.
                          
                           
                          
                          Los restantes inversionistas eran capitalistas 
                          internacionales disfrazados tras la ADELA (Agencia de 
                          Desarrollo Latinoamericano), pues el FMI y el BM 
                          habían decidido la participación de países en 
                          desarrollo en plantaciones de celulosa y producción de 
                          papel en América Latina, por el bajo costo de la 
                          tierra, de la mano de obra y por la ausencia de 
                          controles de la contaminación.
                          
                           
                          
                          El nombre era “Programa Nacional de Producción de 
                          Celulosa y Papel”, pero en verdad el contexto de la 
                          bilateralidad preveía el crecimiento de la demanda de 
                          papel y celulosa, y eso podía colocar a "Occidente" en 
                          desventaja con el otro bloque. Entonces, los nativos 
                          debían crear condiciones para impedir que la prensa 
                          dependiera de la celulosa y el papel de alta calidad y 
                          bajo precio proveniente de la taiga soviética que 
                          podría bloquear las entregas y provocar daños a la 
                          máquina de propaganda occidental.
                          
                           
                          
                          Para un estudiante, aún más en La Plata, era muy 
                          triste saber que en su país, en su ciudad, no habían 
                          sido tomadas en cuenta las famosas leyes noruegas de 
                          protección al medio ambiente, control de la polución 
                          hídrica y aérea, provenientes del siglo XIII. Se 
                          ignoraban los más elementales principios de aquella 
                          época, y la dictadura local impedía cualquier 
                          conocimiento, estudio o cuestionamiento. 
                          
                           
                          
                          Cuando presenté el oficio de la Escuela Superior de 
                          Bosques en Borregaard estuve cuatro horas esperando, 
                          siendo después interrogado por agentes de seguridad y 
                          por un químico que poco o nada conocía de los 
                          compuestos halogenados en los efluentes, o de 
                          mercaptanos y sustancias azufradas en la atmósfera, 
                          las más nauseabundas que alguien pueda soportar.
                          
                           
                          
                          Después del interrogatorio me prohibieron la entrada a 
                          la empresa y hacer cualquier entrevista. Tuve que 
                          recurrir a terceros que no podían dar sus nombres ni 
                          hablar en sus oficinas o casas. 
                          
                           
                          
                          La empresa empezó a funcionar cuando yo estaba 
                          terminando la tesis. Los periódicos decían que los 
                          niños vomitaban en las escuelas y los jóvenes en las 
                          calles. Las áreas arroceras fueron sustituidas por 
                          plantíos de eucaliptos hechos con dinero público 
                          (subsidios). Guaíba, ciudad balneario, perdió en un 
                          año todos los turistas y sus playas quedaron cubiertas 
                          con el lodo verde de la fabricación de celulosa. Las 
                          quintas de veraneo perdieron precio y la crisis 
                          inmobiliaria se extendió por toda la zona sur de Porto 
                          Alegre.
                          
                           
                          
                          Pero lo peor fue que la pesca artesanal de camarón y 
                          bagre, con destino a la exportación, comenzó a 
                          disminuir provocando la pérdida de más de tres mil 
                          empleos.
                          
                           
                          
                          Era sabido que ninguna fábrica de celulosa exportaría 
                          el producto sin blanquear, ya que en Europa ya se 
                          habían consolidado los cuestionamientos a los 
                          blanqueos con Cloro y a la formación de dioxinas.
                          
                           
                          
                          Después de un mes de funcionamiento la empresa fue 
                          cerrada por las autoridades estaduales en crisis con 
                          el gobierno militar del señor Geisel.
                          
                           
                          
                          Abrió, cerró, abrió de nuevo y después los noruegos 
                          vendieron su participación, y los militares la 
                          adquirieron con dinero público. Un general fue 
                          colocado para traer buenos olores a la apestosa 
                          fábrica que pasó a llamarse Riocell.
                          
                           
                          
                          El proceso fue cambiado y se dejó el método del 
                          sulfato, pasándose al sulfito que no contamina el aire 
                          pero que es mucho más contaminante para el agua.
                          
                           
                          
                          El Banco de Brasil financió 50 millones de dólares 
                          -dinero público nacional- para la construcción de una 
                          “estación de tratamiento de efluentes hídricos”.
                          
                           
                          
                          Ahora, el grupo Aracruz Celulosa, con íntimas 
                          conexiones con las coronas inglesa y noruega, y 
                          también con el grupo British American Tobacco, es el 
                          nuevo dueño que propone al gobierno el plantío en los 
                          latifundios del sur de Río Grande del Sur, nuevamente 
                          con financiación pública, de los créditos de Fijación 
                          de Carbono, Sumideros de Carbono y Protocolo de Kyoto.
                          
                           
                          
                          Dicen algunos filósofos que el futuro es la reedición 
                          del pasado. Cuando el diputado Nasser, de Espíritu 
                          Santo, propuso una ley para condicionar la plantación 
                          de eucaliptos en áreas de Mata Atlántica devastadas o 
                          en tierras de pequeños agricultores familiares a la 
                          previa realización de un estudio de impacto 
                          socio-económico y ambiental, fue perseguido como si 
                          fuera un demonio por la prensa al servicio de la 
                          empresa.
                          
                           
                          
                          Aracruz Celulosa, por ser una empresa dedicada a la 
                          exportación, recibe una devolución de impuestos en 
                          forma de un crédito que se habilita y debe ser 
                          depositado en su cuenta por todos los contribuyentes.
                          
                           
                          
                          Es verdad que los gobiernos pueden hacer muy poco 
                          contra las gigantescas empresas pues necesitan dólares 
                          para pagar los servicios de la deuda externa, creada 
                          para eso. Pero enajenar tierras agrícolas-ganaderas y 
                          aguas nobles por falta de recursos debería ser 
                          discutido con las poblaciones y gobiernos de los 
                          países ricos de donde surgen estas inversiones, pues 
                          la Guerra Fría y la carrera armamentista ya 
                          terminaron, y vivimos en una aldea global. ¿O no?
                          
                           
                          
                          La tesis está en castellano. Mi error fue no haberla 
                          escrito en noruego y enviado al Parlamento de ese país 
                          como un Habeas Ambiente.