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                          El hombre contra el planeta |  
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                          La 
                          desertización, la expansión de las grandes metrópolis 
                          a costa de los bosques que las rodean o la pérdida de 
                          los glaciares han cambiado el rostro del planeta. El 
                          hombre crece a costa de la naturaleza. Así lo denuncia 
                          una reciente publicación del Programa de la ONU para 
                          el Medio Ambiente que compara imágenes tomadas por 
                          satélite hace décadas con otras actuales. |  
                    “Un planeta, mucha gente: Atlas de un Medio Ambiente que 
                    cambia” recoge en sus páginas fotografías en las que la 
                    huella del hombre pasados los años tiene un impacto igual o 
                    mayor que el rastro dejado por un huracán, que apenas dura 
                    unas horas. “Los cambios del medio ambiente son lentos, pero 
                    dramáticos y pueden ser igual de impresionantes”, explica 
                    Pascal Peduzzi, experto del PNUMA.
 
 Entre los cambios más espectaculares se encuentra el 
                    retroceso de los glaciares polares y de montaña. En los 
                    últimos 25 años los glaciares andinos y del Himalaya han 
                    disminuido en un 15 por ciento. Si no se hace nada para 
                    remediarlo, a este ritmo, a finales de siglo sólo quedará el 
                    10 por ciento de la masa glacial alpina.
 
 Las imágenes por satélite evidencian también el crecimiento 
                    masivo de los criaderos de camarón del golfo de Fonseca 
                    (Honduras) y el golfo de Guayaquil (Ecuador), los mayores 
                    exportadores de este crustáceo. Por sí solo, el dato de la 
                    expansión de los criaderos no dice nada, pero resulta muy 
                    elocuente si se considera que para construirlos primero se 
                    han despejado los manglares que protegían la costa como una 
                    barrera natural y cobijaban a numerosas especies de peces.
 
 La prueba de que estos cambios podrían haberse evitado está 
                    en que en ciertas zonas fronterizas la situación es distinta 
                    según el lado en que nos encontremos. El atlas señala, por 
                    ejemplo, la transformación que ha experimentado la frontera 
                    entre México y Guatemala. Mientras en el lado de Guatemala 
                    la selva permanece casi intacta desde 1974, en el lado 
                    mexicano bandas enormes de la selva de Chiapas han 
                    desaparecido para dar paso a las tierras de cultivo y 
                    pastura. Algo similar ocurre con la selva tropical 
                    Paranaense, entre Argentina, Brasil y Paraguay. Una imagen 
                    de 2003 confirma la pérdida de más del 90% de la selva para 
                    su uso en agricultura, de forma alarmante sobre todo en las 
                    zonas pertenecientes a Brasil y Paraguay. “Cuando hay 
                    voluntad política se pueden encontrar los medios para 
                    recuperar el ecosistema”, recuerda Peruzzi a la luz de estos 
                    datos.
 
 El atlas no sólo se centra en puntos ecológicos clave, sino 
                    que también presta atención a las ciudades y a los cambios 
                    medioambientales que su expansión produce. El crecimiento 
                    explosivo de algunas grandes ciudades como Pekín, Dakar, 
                    Delhi, México o Santiago de Chile también puede apreciarse 
                    desde el espacio. El PNUMA señala que la extensión de Miami 
                    (EEUU) hacia el oeste “amenaza los célebres Everglades, una 
                    de las zonas pantanosas más extensas del mundo y protegida 
                    por la UNESCO, así como las especies salvajes y reservas de 
                    agua considerables que ella abriga”. México, que en 1973 
                    tenía 9 millones de habitantes y hoy suma más de 20 
                    millones, también crece a costa del medio ambiente. “La 
                    ciudad extiende sus tentáculos hacia todos lados, provocando 
                    una importante deforestación de las montañas al oeste y al 
                    sur”, advierte el atlas.
 
 Klaus Toepfer, Director Ejecutivo del PNUMA, indica que las 
                    imágenes de deforestación o de hielo derritiéndose, aunque 
                    alejadas de las ciudades, también apuntan a ellas como 
                    responsables. Las ciudades se apropian de grandes cantidades 
                    de recursos y devuelven en su lugar desperdicios de toda 
                    clase, incluidos gases contaminantes. “Su impacto se amplía 
                    más allá de sus fronteras físicas, afectando a países, 
                    regiones y al planeta como un todo”.
 
 Resulta descorazonador ver lo que el hombre es capaz de 
                    hacer en el planeta en tan sólo unas décadas. Aunque muchos 
                    de estos procesos son irreversibles, todavía es posible 
                    detenerlos o suavizarlos asumiendo los compromisos 
                    adquiridos en Kyoto. Es nuestro modelo de desarrollo el que 
                    debe adaptarse al planeta, no al revés. El hombre debe 
                    crecer con el planeta, no contra él.
 
                    Laura Blanco
 CCS - España
 
                    1 de julio de 2005
 
 
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