Uruguay

 

 La sequía de hoy no es nada

 

No se puede culpar de toda la sequía al cambio climático, pero sí de una parte de ella. Ni se podrá culpar de toda la sequía del futuro a la política exterior uruguaya sobre cambio climático. Pero sí de una parte. Plantar eucaliptos para vender certificados de carbono puede terminar con el resto de la agropecuaria nacional.

  

Una vez más los productores uruguayos deben enfrentar el problema de la sequía y una vez más se sale a la palestra con soluciones varias que van desde los subsidios o la quita de impuestos hasta la perforación de pozos para riego. Los ciclos de sequías e inundaciones son historia antigua en Uruguay, pero el asunto será peor en los próximos años, de acuerdo a las previsiones de los técnicos, por efecto del fenómeno del cambio climático.

 

Según los informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático,** la temperatura aumentará y los “eventos extremos” se harán más frecuentes. En nuestro país particularmente se espera que los ciclos de sequías e inundaciones se hagan más profundos, además del aumento general de la temperatura y la subida del nivel del mar. La sequía no es una historia nueva. En Uruguay siempre ha habido años de sequía, y un escenario futuro “normal” seguramente prevería varios años secos intercalados con otros húmedos. Pero hace por lo menos 15 años (si nos atenemos estrictamente a los informes oficiales de las Naciones Unidas) que se sabe que el clima está cambiando y que los períodos secos serán cada vez mayores y más intensos. No es entonces un supuesto muy alocado pensar que parte de la sequía de hoy tiene que ver con el cambio climático, o al menos que esta sequía hubiera sido menor de no haber existido este fenómeno. Pero lo que es seguro es que para el futuro el porcentaje de responsabilidad del cambio climático en las sequías será cada vez mayor.

 

Hay dos maneras de enfrentar este problema: uno es preparar medidas para que el cambio climático afecte lo menos posible al sector. La otra es hacer todo lo posible para que el cambio climático sea lo menos dramático que pueda ser. Lo primero se decide en la arena nacional: son medidas que deben tomarse en el ámbito doméstico y sólo a nosotros nos competen. Lo segundo debe ser hecho en la arena internacional, pues la mayor contaminación causante del cambio climático se realiza en los países industrializados y no en países como el nuestro.

 

Adaptación

 

Prepararse para el cambio climático a nivel local se conoce con el nombre de “adaptación” en el lenguaje de la Convención de las Naciones Unidas para el Cambio Climático. Se espera que los países “en vías de desarrollo” tomen medidas en los próximos años para adaptarse a la nueva realidad climática y también se espera que los países industrializados transfieran a los no industrializados fondos específicos para esta tarea. Hasta ahora estos fondos no han pasado de ser anuncios, que ni siquiera son grandes, de unas misérrimas sumas que dedicarán a este asunto.

 

En Uruguay se han analizado medidas de adaptación en varios sectores de la realidad nacional: agropecuario, biodiversidad, desechos, energía, recursos costeros, recursos hídricos, recursos pesqueros, salud humana y transporte. Estas medidas están contenidas en un documento elaborado por la Unidad de Cambio Climático del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente llamado “Medidas generales de mitigación y adaptación al cambio climático en Uruguay”.*** Para el sector agropecuario en particular las medidas planteadas son dos: a) mejorar los bancos de semillas produciendo materiales genéticos adaptados a los más probables escenarios climáticos, y b) promover el manejo sostenible de suelos, incluyendo la siembra directa y otras medidas de conservación de suelos y prácticas de uso mejoradas. En el estudio no pudo establecerse con certeza cuál será el impacto sobre la disponibilidad de agua resultante de la alternancia sequía/inundación y por lo tanto no hay medidas de adaptación específicas para este asunto.

 

Justicia ambiental

 

Los productores rurales se quejan ahora de la sequía y reclaman al gobierno ayuda para sobrellevar la falta de agua. Ya se han comprometido planes para perforar nuevos pozos entre otras propuestas que se están discutiendo. Estas medidas significarán un gasto para los dineros públicos que seguramente –como en otras varias crisis agropecuarias– todos los uruguayos deberemos enfrentar. Uno podría preguntarse si está bien o mal que el Estado se haga cargo de esta falta de previsión de los productores que saben de antemano que la sequía existe, que este año iba a ser seco y que cada año que pase será peor.

 

Pero más allá de esta discusión, el causante de todo este gasto está afuera y no proviene de Dios, ni del Diablo, ni de la oscura perversidad de la naturaleza. El causante de esta sequía –y las peores que están por venir– es el conjunto de los llamados “gases de efecto invernadero” (GEI) lanzados por un grupo de países que se han enriquecido externalizando los costos ambientales de su producción. Parecería razonable entonces que la “demanda” de compensación por los daños causados no se le cargue al Estado uruguayo sino a los estados responsables. Esto también tiene nombre en la agenda internacional, se llama “justicia climática” y está siendo llevado a las mesas de discusión sobre cambio climático para presionar a los países ricos a pagar el costo de mitigación de los impactos causados.

 

Comercio de sumideros

 

En lugar de apoyar una estrategia basada en la responsabilidad de los países ricos, la mayoría de los países en vías de desarrollo –entre los cuales está Uruguay– ha caído en la trampa del mercado de carbono y la ilusión de sus rutilantes beneficios para el desarrollo sostenible. De acuerdo a este esquema los países desarrollados comprarán los certificados de carbono resultantes de proyectos de reducción de emisiones de GEI y con estos fondos nuestros países invertirán en tecnologías “limpias”. Este procedimiento, llamado “Mecanismo de desarrollo limpio”, está contenido en el Protocolo de Kyoto y ha sido cuestionado desde su inicio por una serie de deficiencias que hace que su efecto sea más pernicioso que útil a los países pobres. Hacer un análisis de los problemas del Mecanismo de desarrollo limpio para países como Uruguay excede ampliamente las posibilidades de este artículo. Pero hay uno que está directamente relacionado y es el que me interesaría señalar: la promoción de la forestación.

 

Los dos grandes temas que hacen del Protocolo de Kyoto un instrumento inservible para combatir el cambio climático son: el comercio de emisiones y los sumideros de carbono. De acuerdo al Protocolo de Kyoto los países industrializados pueden cumplir con sus compromisos de reducción de emisiones aumentando los sumideros de carbono, es decir, con plantaciones forestales que absorban el carbono de la atmósfera. Y esto lo pueden hacer tanto en sus propios territorios como en otros países a través de la compra de certificados de reducción de emisiones.

 

Desde que apareció en la Convención de Cambio Climático la idea de vender certificados de reducción de emisiones mediante las plantaciones forestales, Uruguay tuvo como principal objetivo de su política exterior en materia climática hacer que este negocio funcionara lo más rápido y fácil posible. Asesorados fuertemente por la Sociedad Uruguaya de Productores Forestales, los delegados y representantes del gobierno uruguayo intentaron de todas las formas posibles incluir todo lo que se pudiera dentro del paquete a vender; aun aquellas plantaciones que ya tenían más de diez años de edad.

 

Después de siete años de discusiones en el seno de la convención finalmente el Protocolo de Kyoto fue ratificado y el negocio está servido. Las plantaciones forestales resultan los proyectos más económicos para generar certificados de emisiones a ser comercializados a través del Mecanismo de desarrollo limpio y esto se ha convertido en un aliciente más para el cultivo de eucaliptos.

 

Remedio y enfermedad

 

Pero esta medida que se supone va a ayudar a combatir el cambio climático a nivel global, en nuestro país –y en otros más– va a venir a agravar uno de los mayores impactos del cambio climático: la sequía. Los cultivos forestales son grandes demandadores de agua. Aún hay quienes sostienen que no es tanto, a pesar de que con 600 mil hectáreas plantadas no se ha hecho un solo estudio de impacto ambiental en el país. Pero es innegable que sea el que sea el nivel de consumo de agua que estas plantaciones requieran, su presencia va a aumentar los problemas durante las fases secas del futuro clima uruguayo.

 

Nuestro país, entonces, que debería tener entre sus medidas de adaptación al cambio climático una serie de prevenciones para amortiguar los efectos de las sequías –como podría ser eliminar los cultivos no alimentarios que consuman agua en exceso– en realidad va a utilizar los mecanismos de la convención para hacer un pingüe negocio vendiendo en la ventanilla del comercio de emisiones lo que va a perder de vender en la ventanilla de la agropecuaria tradicional. El cultivo de eucaliptos que se hace (y más se hará en los próximos años) para vender créditos de carbono es la mejor manera de asegurarse las más grandes sequías a las que se pueda aspirar en el futuro.

 

Si a esta ecuación le agregamos la pérdida de cosechas y producción para el consumo interno que ocasionará la sequía resultará evidente que el negocio hecho por Uruguay en la mesa de negociaciones del cambio climático ha sido un desastre. La defensa de la producción de alimentos para consumo interno también tiene ya su historia en las mesas internacionales de negociación y se llama soberanía alimentaria.

 

El futuro: ¿perdido?

 

Es muy difícil pensar que Uruguay hubiera podido mover la aguja de las negociaciones en otro sentido. Pero esto no nos exime de responsabilidad a la hora de analizar cuáles fueron las cartas jugadas y de qué lado de la mesa nos pusimos en cada momento.

 

El próximo año va a empezar a negociarse en la Convención de Cambio Climático el “Segundo período de compromiso”, es decir las reducciones de emisiones y los mecanismos que se van a comprometer para después del año 2012. Sería muy interesante –a la luz de estos elementos de discusión– que las nuevas autoridades de los ministerios de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, de Ganadería, Agricultura y Pesca y de Relaciones Exteriores analizaran la futura estrategia para enfrentar las negociaciones que se vienen en la convención. En primera instancia parecería que los principios de justicia climática y soberanía alimentaria pueden ser buenos rectores para una posición nacional acertada tanto en lo internacional como en lo nacional. El comercio de emisiones basado en los sumideros forestales no parece ser la mejor política para Uruguay, en la medida que no combate el cambio climático y aumenta los niveles de sequía que nos costarán cada vez más caro.

 

Por Gerardo Honty*

Brecha

9 de mayo de 2005

 

* Secretario ejecutivo del Centro Uruguayo de Tecnologías Apropiadas (CEUTA). Delegado de las ONG uruguayas ante la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.

** Panel que reúne a más de 2.500 expertos en cambio climático de todo el mundo y confecciona los informes científicos sobre los que las Naciones Unidas basan sus acuerdos y negociaciones.

*** Disponible en la página web de la Unidad de Cambio Climático del MVOTMA: http://www.cambioclimatico.gub.uy

 

 

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