El 
							Protocolo de Kioto en España implica que el promedio 
							de las emisiones de gases de invernadero en el 
							periodo 2008-2012 no puede superar en más de un 15% 
							las del año base 1990. Pero ya alcanzan el 53%.
							
							
							 
							
							
							Las emisiones de gases de invernadero en dióxido de 
							carbono (CO2) equivalente en España han aumentado un 
							52,88% en el año 2005 respecto a 1990. El aumento de 
							las emisiones de los seis gases y para todos los 
							usos en el año 2005 (3,39%) ha sido similar al del 
							año 2004, debido a que fue un año hidráulico aún 
							peor que 2004, ya que la producción hidroeléctrica 
							fue un 40% inferior a la del año 2004, y 
							consecuentemente las centrales de ciclo combinado de 
							gas natural y las de carbón funcionaron más horas 
							(el consumo de carbón aumentó un 1,5% respecto al 
							año 2004, y el de gas natural un 17,8%). El consumo 
							de energía primaria aumentó en 2005 un 3%, aunque el 
							consumo de combustibles fósiles (carbón, petróleo y 
							gas natural) creció un 5,26%, por lo que las 
							emisiones de CO2 por usos energéticos crecieron un 
							4,75% en 2005. 
							
							
							 
							
							
							Las emisiones en unidades de CO2 equivalente, 
							considerando los seis gases de efecto invernadero, 
							han aumentado en un 52,88% en España entre 1990 (año 
							base) y 2005, cifra indudablemente mala, a pesar de 
							que en el último año se han elaborado y dictado 
							normas que sin duda ralentizarán el aumento de las 
							emisiones en los próximos años, como la Estrategia 
							Española de Ahorro y Eficiencia Energética 2004-2010 
							y su Plan de Acción 2005-2007, la revisión del Plan 
							de Fomento de las Energías Renovables para el 
							período 2005-2010, el Plan Nacional de Asignaciones, 
							la Revisión 2005-2011 de la Planificación de los 
							Sectores de Electricidad y Gas 2002-2011, el Plan 
							Nacional de Reducción de Emisiones, el futuro Plan 
							de la Minería y el nuevo Código Técnico de la 
							Edificación (CTE). 
							
							
							 
							
							
							España es el país industrializado donde más han 
							aumentado las emisiones. Con este escenario, es casi imposible cumplir el 
							Protocolo de Kioto, el principal acuerdo para 
							proteger el medio ambiente y el clima. Según los 
							escenarios contemplados en los diversos planes 
							energéticos, elaborados en la actual legislatura, 
							para el periodo 2008-2012 las emisiones en España 
							serán superiores en un 52,64% a las del año base. 
							Con el nivel alcanzado por las emisiones actuales, 
							esta cifra podría superarse ampliamente, y deberemos 
							acudir a los mecanismos de flexibilidad contemplados 
							en el Protocolo de Kioto. 
							
							
							 
							
							
							El Plan Nacional de Asignación de emisiones de CO2 
							derivado de la aplicación de la Directiva Europea de 
							Comercio de Emisiones, elaborado por el gobierno 
							socialista, contempla un escenario de crecimiento de 
							las emisiones del 24% para ese mismo periodo, es 
							decir, muy por debajo de la tendencia señalada, pero 
							estas cifras no se corresponden con los planes 
							citados, y muy especialmente la Estrategia Española 
							de Ahorro y Eficiencia Energética 2004-2010 y su 
							Plan de Acción 2005-2007, el Plan de Fomento de las 
							Energías Renovables para el período 2005-2010 y la 
							Revisión 2005-2011 de la Planificación de los 
							Sectores de Electricidad y Gas 2002-2011. Esta 
							última, sobre todo, contempla un escenario más 
							realista dada la dinámica actual, de estabilización 
							de las emisiones en los niveles de 2005, lo que 
							incluso va a ser difícil, si no hay las dotaciones 
							presupuestarias adecuadas y no se reconsidera la 
							política de transportes y la fiscalidad energética.
							
							
							
							 
							
							
							El consumo de energía primaria en España ha pasado 
							de 91,8 Mtep (millones de toneladas equivalentes de 
							petróleo) en 1990 a 146,19 Mtep en el año 2005 (un 
							59,25% de aumento). En 2005 la dependencia 
							energética alcanzó el 79,2%, a pesar de que en la 
							producción nacional se incluye la energía nuclear. 
							El grado de dependencia energética fue del 66% en 
							1990. La Revisión 2005-2011 de la Planificación de 
							los Sectores de Electricidad y Gas 2002-2011, 
							aprobada en abril de 2006, estima que el consumo de 
							energía primaria será de 164,7 Mtep en el año 2011, 
							con un crecimiento anual del 2% para el periodo 
							2000-2011. El consumo de carbón disminuiría de 21,35 
							Mtep en el año 2005 (14,6% del consumo de energía 
							primaria) a 13,96 Mtep en 2011 (8,5%), el de 
							petróleo pasaría de 72,48 Mtep en 2005 (49,6%) a 
							74,55 Mtep en 2011 (45,3%), el gas natural de 29,08 
							Mtep (19,9%) a 40,53 Mtep (24,6%), la energía 
							nuclear se mantendría en términos absolutos (de 15 
							Mtep a 15,1 Mtep) y disminuiría en términos 
							relativos (del 10,3% en 2005 al 9,2% en 2011), y las 
							energías renovables deberían alcanzar el 12,5% 
							previsto en el año 2011, pasando de 8,4 Mtep en 
							2005, incluida la hidráulica, a 20,55 Mtep en 2011). 
							Si se cumplen estas previsiones, que ya exigen un 
							esfuerzo importante en eficiencia y energías 
							renovables, las emisiones se mantendrán en los 
							niveles actuales, sin aumentar, pero tampoco sin 
							disminuir, lo que haría difícil cumplir el Protocolo 
							de Kioto, y obligaría a adquirir cerca de 100 
							millones de toneladas de CO2 equivalente al año, 
							unos 500 millones de toneladas durante el periodo 
							2008-2012. 
							
							
							 
							
							
							En cuanto a los sumideros, con el Plan Forestal en 
							el mejor de los casos se podrían ahorrar el 2,5% 
							adicional de las emisiones actuales, y un 7,5% para 
							el año 2030. El Plan Nacional de Asignación prevé un 
							2%, cifra realista y alcanzable, y que incluso puede 
							superarse, dadas las cifras que se van conociendo 
							del Tercer Inventario Forestal Nacional (1997-2006).
							
							
							
							 
							
							
							Las consecuencias del cambio climático 
							
							
							
							 
							
							
							El cambio climático global es uno de los problemas 
							más graves a los que se enfrenta el mundo, y España 
							en particular, con sus secuelas de olas de calor, 
							muertes directas por hipertermia y por agravamiento 
							de otras dolencias, incendios forestales, subida del 
							nivel del mar, sequías y fenómenos meteorológicos 
							extremos, como la gota fría y las inundaciones, con 
							graves daños a la agricultura, los bosques, los 
							ecosistemas marinos y terrestres, el turismo, los 
							seguros y las infraestructuras. 
							El 
							cambio climático agrava los procesos de 
							desertificación y erosión, la escasez de recursos 
							hídricos debida a la deforestación, la 
							sobreexplotación de acuíferos y una pérdida 
							generalizada de biodiversidad en las zonas húmedas 
							costeras y en los bosques. 
							
							
							 
							
							
							La temperatura media anual ha subido una media de 
							1,5º C en el periodo 1970-2000 en España, según 
							datos del Instituto Nacional de Meteorología, y se 
							prevé un descenso medio de las precipitaciones del 
							10%, un aumento de la evapotranspiración, un 
							descenso del 33% de la humedad del suelo y una 
							subida del nivel del mar, lo que acarreará graves 
							trastornos ecológicos, sanitarios, económicos y 
							sociales. Un estudio científico sobre las 
							consecuencias del cambio climático en España fue 
							presentado por el MMA, corroborando los efectos 
							adversos de la alteración del clima. Tales efectos 
							tendrán costes económicos hoy inconmensurables, pero 
							en todo caso muy elevados, algo que conviene 
							recordar cuando se analizan los posibles costes de 
							cumplir con el Protocolo de Kioto. El coste de no 
							actuar sería muy superior. 
							
							
							 
							
							
							Alejamiento de Kioto y ligera mejora de la 
							eficiencia energética
							
							
							
							 
							
							
							Se afirma, no sin razón, que las emisiones por 
							habitante en España en 2012, sin la aplicación del 
							Protocolo de Kioto, serán inferiores a la media de 
							la Unión Europea de 15 países, pero hay que recordar 
							que la media española es muy superior, más del 
							doble, de la media mundial. No obstante, en 2005 las 
							emisiones por habitante fueron de 10 toneladas de 
							CO2 equivalente, mientras que las de la Unión 
							Europea ascendieron a 11 toneladas de CO2 
							equivalente, un 10% superior a la media española. El 
							importante aumento reciente de la población 
							española, a causa de la inmigración, dificulta aún 
							más el cumplimiento de nuestras obligaciones en el 
							marco del Protocolo de Kioto y los compromisos con 
							la Unión Europea. 
							
							
							 
							
							
							El aumento en España es muy superior al del resto de 
							los países europeos, y nuestro sistema energético ha 
							perdido eficiencia, necesitando más energía, y 
							emisiones de gases de invernadero, para producir la 
							misma unidad de PIB, aunque en 2005, por primera vez 
							desde 1990, ha mejorado la eficiencia. La economía 
							española ha registrado los peores índices de 
							intensidad energética y de emisiones de la Unión 
							Europea, lo que perjudica nuestra competitividad y 
							agrava el déficit exterior, a causa de la subida del 
							precio del petróleo y del gas natural, importados en 
							su práctica totalidad. Las políticas europeas se 
							orientan hacia desacoplar el crecimiento de la 
							actividad económica del consumo de energía, tanto 
							final como primaria, lo que permite aumentar el PIB 
							y el empleo, disminuyendo al mismo tiempo el consumo 
							de energía y las emisiones. 
							
							
							 
							
							
							Durante muchos años ha habido una ausencia de 
							políticas de ahorro, eficiencia energética y 
							promoción de la movilidad sostenible, y las 
							políticas existentes han incentivado los consumos 
							energéticos, con lo que esto tiene de pérdida de 
							competitividad de nuestra economía, situación que 
							habrá que subsanar en el futuro. Nuestra obligación 
							es invertir la tendencia sin dañar el nivel de 
							actividad y la competitividad, y aprovechar Kioto 
							como una oportunidad de modernización para nuestra 
							economía. 
							
							
							 
							
							
							Dadas las consecuencias del cambio climático en 
							España (inundaciones y sequías, desaparición de 
							playas, incendios forestales, daños al turismo, la 
							agricultura, la salud y a la diversidad biológica) 
							el Gobierno ha iniciado una política encaminada a 
							frenar las emisiones, minimizar el impacto del 
							cambio climático en España y jugar un papel activo 
							dentro de la Unión Europea, aunque dicha política 
							requiere aún de un completo desarrollo para ser 
							efectiva y corregir la tendencia dominante que se ha 
							mantenido a lo largo de 2005, sin que aún se pueda 
							observar corrección alguna de tendencia. 
							
							
							 
							
							
							Con el escenario actual, que en 2005 mejoró 
							notablemente respecto a años anteriores, España 
							incumplirá el principal protocolo para proteger el 
							medio ambiente y el clima, aunque por primera vez 
							las políticas gubernamentales pueden estabilizar 
							para el año 2011 las emisiones en los niveles 
							actuales. Lo razonable es ahondar las acciones 
							emprendidas, lo que implica poner los medios, las 
							políticas y los presupuestos para cumplir el 
							Protocolo de Kioto, lo que significa promover las 
							energías renovables, eliminar los obstáculos al 
							desarrollo de la eólica marina, mejorar la 
							eficiencia energética y el transporte colectivo. Esa 
							es una estrategia de ganar-ganar, o doble dividendo, 
							porque es buena en términos ambientales (menos 
							emisiones), tecnológicos (innovación), económicos 
							(mayor competitividad, menor déficit comercial, 
							menos compra de derechos) y sociales (más empleo).
							
							
							
							 
							
							
							La energía eólica en España evitó la emisión
							de 15 millones de toneladas de CO2
							
							
							
							 
							
							
							La generación eólica en 2005 alcanzó la cifra de 
							20.236 GWh, lo que supuso el 7,78% del total de la 
							demanda (259.950 GWh), superando por primera vez a 
							la hidráulica, que ascendió a 19.442 GWh. La 
							generación eólica ahorró la importación de 
							combustibles fósiles por valor de 728 millones de 
							euros durante 2005, y evitó la emisión de 14,7 
							millones de toneladas de dióxido de carbono. Sin la 
							aportación de la eólica, las emisiones habrían sido 
							un 3,4% más que las registradas, compensando el mal 
							año hidráulico, a causa de la sequía, la peor del 
							último siglo. 
							
							
							 
							
							
							Dado que la eólica plantea problemas de garantía de 
							suministro, los gestores de REE han sido reticentes 
							a su desarrollo, pero hoy la visión que debe 
							prevalecer es intentar superar las dificultades de 
							integración de la eólica en el mix de generación, 
							que las hay, y empezar a desarrollar la eólica 
							marina, eliminando los numerosos obstáculos que 
							existen. 
							
							
							 
							
							
							El nuevo Código Técnico de la Edificación (CTE)
							
							
							
							 
							
							
							El sector de la vivienda y de los servicios 
							representa más del 40% del consumo final de energía 
							en la Unión Europea. Con la aplicación de las 
							medidas de eficiencia energética en los edificios, 
							se podría ahorrar la emisión anual de 450 millones 
							de toneladas de CO2 al año, cifra que representa la 
							octava parte de las emisiones actuales de la UE. La 
							construcción y mantenimiento de los edificios 
							consume el 25% de la madera mundial, el 17% del 
							agua, y el 40% de la energía. Los edificios, tanto 
							su construcción como su funcionamiento, ocasionan el 
							32% de las emisiones mundiales de CO2.
							
							
							
							 
							
							
							La industria de la construcción en un sentido 
							amplio, desde los arquitectos y promotores, a las 
							empresas constructoras y los propios usuarios, juega 
							un papel clave en el avance hacia la sostenibilidad. 
							El aumento del nivel de vida y el desarrollo 
							económico ha supuesto la sustitución de los 
							materiales tradicionales, como adobe, ladrillos, 
							piedra, madera o bambú, por el acero, el aluminio, 
							el vidrio y el hormigón. Igualmente ha aumentado el 
							espacio útil por persona en todos los países 
							industrializados. Los nuevos edificios prestan 
							nuevos servicios y comodidades a sus residentes, 
							pero a costa de un enorme aumento del consumo 
							energético y de agua. 
							
							
							 
							
							
							En España en 2005 se han construido 800.000 
							viviendas, cifra que multiplica por 10 a las 
							viviendas terminadas en el Reino Unido, o a la suma 
							de Alemania, Francia e Italia juntas. Hemos perdido 
							muchos años, pero precisamente para reducir las 
							emisiones de este sector difuso, cumplir el 
							Protocolo de Kioto y mejorar la calidad de vida de 
							la ciudadanía, el gobierno ha creado el Consejo para 
							la Sostenibilidad, Innovación y Calidad de la 
							Edificación (CSICE), como órgano de participación de 
							las Administraciones Públicas y de los agentes de 
							edificación, y ha aprobado el nuevo Código Técnico 
							de la Edificación (CTE), en el que se establecen las 
							exigencias básicas de calidad, seguridad y 
							habitabilidad de los edificios y sus instalaciones, 
							para que el sector de la construcción se adapte a la 
							estrategia de sostenibilidad económica, energética y 
							medioambiental, con el fin de que los edificios sean 
							más seguros, más habitables, más sostenibles y de 
							mayor calidad. 
							
							
							 
							
							
							El CTE (BOE número 74, de 28 de marzo de 2006) 
							establece medidas que favorecerán el ahorro de la 
							energía necesaria para la utilización de los 
							edificios, reduciendo su consumo energético y 
							utilizando para ello fuentes de energía renovable, 
							incorporando la obligación de criterios de 
							eficiencia energética y el uso de energía solar, 
							térmica o fotovoltaica en los nuevos edificios o en 
							aquellos que se vayan a rehabilitar. 
							
							
							 
							
							
							El CTE establece cuatro exigencias energéticas: 
							limitación de la demanda energética, con valores 
							límite para los cerramientos (fachadas, vidrios o 
							cubiertas); eficiencia energética de las 
							instalaciones de iluminación; la exigencia de que la 
							energía solar para agua caliente sanitaria 
							represente un aporte obligatorio que variará de un 
							30% a un 70%; y la contribución de la energía solar 
							fotovoltaica a la generación de electricidad en los 
							nuevos edificios del sector terciario. 
							
							
							 
							
							
							La implantación de las exigencias energéticas 
							introducidas en el nuevo CTE supondrá para cada 
							edificio un ahorro de un 30 a un 40% y una reducción 
							de emisiones de CO2 por consumo de energía de un 40 
							a un 55%, mejoras que supondrán un coste adicional 
							del 1% sobre el precio total, una cifra 
							perfectamente asumible, y que es el primer paso 
							importante para reducir las emisiones en el sector 
							residencial. 
							
							
							 
							
							
							Más vale tarde que nunca, pero es lamentable que se 
							haya tardado tantos años en aprobar el CTE. 
							
							
							
							 
							
							
							Tareas pendientes
							
							
							
							 
							
							
							En 2005 y en los primeros meses de 2006 se han 
							producido avances importantes que en el futuro 
							permitirán estabilizar y posteriormente reducir las 
							emisiones, pero es mucho lo que queda por hacer, y 
							sobre todo queremos señalar la necesidad de mejorar 
							e implicar a todas las administraciones y agentes 
							sociales, impulsar una reforma ecológica de la 
							fiscalidad y la adopción de medidas encaminadas a 
							promover la movilidad sostenible. 
							
							
							 
							
							
							El Plan Estratégico de Infraestructuras de 
							Transportes (PEIT) contradice los esfuerzos 
							iniciados para intentar cumplir el Protocolo de 
							Kioto por parte del gobierno socialista. En el 2010 
							el transporte supondrá cerca del 40% de las 
							emisiones de CO2. Las medidas en el sector del 
							transporte en España son insuficientes, pues la 
							política real sigue siendo la de favorecer el 
							transporte por carretera de mercancías y de viajeros 
							y el uso del automóvil y el camión. 
							
							
							 
							
							
							El aumento de la eficiencia en los nuevos vehículos, 
							y algunos programas para emplear gas natural y sobre 
							todo biocombustibles, reducirán en un porcentaje 
							pequeño el aumento previsto de las emisiones. La 
							reducción de los consumos unitarios de los 
							vehículos, actuando sobre ellos o sobre la forma de 
							utilizarlos, es necesaria pero insuficiente. Tanto o 
							más importante es la reorientación hacia los modos 
							más eficientes, como el ferrocarril, el transporte 
							público y los modos no motorizados, y las 
							actuaciones encaminadas a la gestión de la demanda y 
							la moderación de la movilidad. 
							
							
							 
							
							
							La política municipal debe ir encaminada a reducir 
							la demanda, promoviendo la ciudad mediterránea 
							densa, compacta y con mezcla de actividades, con 
							barrios donde viviendas, trabajo y servicios estén 
							próximos en el espacio, aminorando la segregación 
							espacial y social de las ciudades, y limitando el 
							crecimiento de las grandes áreas metropolitanas.
							
							El 
							planeamiento urbanístico y territorial debe ir 
							encaminado a promover la mezcla de actividades, y no 
							la segregación, y a posibilitar la movilidad en 
							transporte público, evitando los crecimientos 
							urbanos y turísticos que consumen gran cantidad de 
							espacio. 
							
							
							 
							
							
							El ferrocarril debería elevar su participación, 
							hasta alcanzar el 30% del tráfico de mercancías y el 
							25% de viajeros antes del año 2011. Tal participación puede alcanzarse, pero para 
							ello se requiere una clara voluntad política, 
							materializada en las inversiones necesarias para 
							mejorar el conjunto de la red, la seguridad, la 
							gestión y los servicios, elevando las tarifas en una 
							proporción inferior al del Índice de Precios al 
							Consumo. 
							
							 
							
							Una política decidida, clara y bien estructurada, 
							para reducir la necesidad de desplazarse y para 
							orientar la demanda hacia los modos más eficientes 
							de transporte, significaría una sensible reducción 
							del consumo de energía, de la contaminación 
							atmosférica y del ruido, menor ocupación de espacio, 
							reducción del tiempo empleado en desplazarse, menor 
							número de accidentes, inversiones más reducidas en 
							la infraestructura viaria y una mejora general de la 
							habitabilidad de las ciudades.
							
							
							 
							
							
							 
							
							
							José Santamarta y Joaquín Nieto
							
							
							Convenio La Insignia / Rel-UITA
							
							
							24 de abril de 2006
							
							 
							
							
							
							Volver 
							a Portada