Puerto
Long Beach |
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Aún hoy persiste la imagen romántica de los puertos. Los barcos traían y
llevaban mercancías y noticias. Durante siglos, gran parte de la economía de
muchas sociedades dependió de los puertos. La vida en alta mar, peligrosa y
excitante, traía también relatos de hallazgos, riquezas y aventuras sin fin.
La literatura universal lo refleja. ¿Quién no escuchó o leyó sobre la
enamorada que espera, en el muelle, la llegada de ese amor que nunca
regresará? Un barco en el horizonte trae inmigrantes con su carga de
ilusiones. Otro, la pesca del día.
Pero el puerto es mucho más que esta imagen romántica. También mata.
Lentamente. Por contaminación.
Esta realidad ha quedado expuesta cuando un puñado de ciudadanos de
Wilmington (población del sur de Los Ángeles) se enfrentó en el año 2001 a
los planes del extensión del puerto de Long Beach. Este puerto está unido al
de Los Ángeles y constituye la zona portuaria continental más grande del
Pacífico.
Aquel año, cuando las autoridades portuarias de Long Beach convocaron a una
audiencia pública para explicar la construcción de un gran muro "para evitar
los ruidos al vecindario" que produciría la expansión portuaria, los vecinos
sospecharon de tanta amabilidad. "Entonces no sabíamos nada de salud
pública, pero todos tenemos algún familiar con asma -dice Jesse Márquez-.
¿De dónde viene ese asma? Nos preguntamos." Y preguntando, se llega a Roma.
"Es triste ver cuando llega un niño a la sala de emergencias porque no puede
respirar debido a un ataque de asma -dice el Dr. John Miller, de Kaiser
Permanente, con 30 años de experiencia en salas de urgencias-. Asma, ataques
al corazón, cáncer pulmonar, defectos de nacimiento, enfisema, daños
cerebrales…son algunas de las enfermedades que podemos atribuir a la
contaminación."
En zonas portuarias, los altos niveles de contaminación provienen del
diesel, combustible usado por barcos, trenes, camiones, montacargas,
generadores eléctricos, etc. Los productos derivados del petróleo, por
ejemplo gasolina y diesel, al quemarse forman contaminantes como dioxinas,
furanos, ácidos nítrico, sulfúrico, óxido de nitrógeno y muchos más. Estos
contaminantes permanecen en el aire en forma de partículas microscópicas de
hasta menos de 10 micrones (un micrón es la millonésima parte de un metro) y
que al respirar se instalan en nuestras vías respiratorias y pulmones. En
muchos casos, pasan después a la sangre. El viento arrastra estas
partículas, que afectan a amplias zonas alrededor de los puertos. Algo
similar ocurre en zonas agrícolas y carreteras con mucha circulación.
Los vecinos de los puertos de Long Beach y Los Ángeles comenzaron a
organizarse, a estudiar estos temas. "Descubrimos muchas irregularidades;
entre ellas querían justificarse usando estudios ambientales de 10 años de
antigüedad", comenta Márquez. El grupo pasó de unos 10 o 15 vecinos a más de
100. Decidieron demandar al puerto para impedir la nueva construcción. "En
esa época no había abogados especializados". Pero esto no los detuvo, porque
los abogados se especializaron rápidamente con la ayuda de los vecinos.
Aparte de las irregularidades legales, pudieron demostrar el riesgo a la
salud que implicaba dicha expansión. Y ganaron.
Jesse Márquez con
periodistas hispanos |
Nació así la La Coalición por un Medio Ambiente Seguro, que asegura no busca
impedir la creación de empleos sino un crecimiento controlado con atención a
la salud colectiva. "En estos casos, los argumentos son siempre los mismos,
que se crearán muchos empleos y la economía local crecerá -dice Márquez-.
Pero nosotros cuestionamos esos números con otros números". Al principio,
los cálculos de las autoridades portuarias procedían de agencias partidarias
del proyecto de ampliación. Y no contemplaban los costos del cuidado de la
salud, que en esa zona es de 2250 millones de dólares al año, según Márquez.
"Además, hay que agregar el costo de la limpieza ambiental y otros de no
menor importancia". Márquez se refiere a la ampliación de las carreteras de
la zona; "A un costo de 2500 millones de dólares, significa que se deberían
emitir bonos públicos; o sea, que los ciudadanos financiarían, otra vez, a
empresas privadas".
"No es justo que los trabajadores, la gente, pague con sus vidas el egoísmo
de las corporaciones -afirma el doctor Miller-. Quienes contaminan el
ambiente deberían pagar los costos de limpieza y salud". Pero sabe que esta
idea sería difícil de implementar, especialmente bajo las condiciones
políticas actuales ("Bush es el peor presidente desde ese punto de vista") y
agrega que la actual administración federal hasta bloquea el trabajo de
quienes deben controlar los excesos de contaminación.
El crecimiento de los puertos de Long Beach y Los Ángeles forma parte del
aumento del intercambio comercial con China. Sin embargo, muchas de las
corporaciones implicadas en este tráfico podrían estar buscando otro puerto,
más barato y con menos exigencias ambientalistas. Punta Colonet, a unos 200
kilómetros al sur de Tijuana (México), sería la opción. Su construcción se
iniciaría en breve, a un costo inicial de dos mil millones de dólares. Para
Jesse Márquez, esto significa llevar la contaminación a otra zona, con su
secuela de enfermedades y muerte. Por esta razón, su organización ya ha
empezado un trabajo con residentes de Colonet "para enseñarles a defenderse
de los abusos".
Las presentaciones de Márquez y del doctor Miller se realizaron durante un
curso destinado a periodistas hispanos de California, realizado el 18 y 19
de noviembre en Long Beach. "Quisimos invitar a periodistas de medios en
español porque consideramos que éstos dedican poca atención a los efectos en
la salud provocados por la contaminación ambiental", dijo Rob Taylor,
director de Programas Científicos y Ambientalistas del Centro Internacional
para Periodistas (ICJ), con sede en Washington. "Los barrios hispanos son
los más afectados por este problema, y además los medios en inglés tienen
más oportunidades de recibir formación."
El ICJ contó con el apoyo de New California Media, Periodismo para Elevar la
Conciencia Ecológica y Health and Clean Air Newsletter, así como con la
ayuda económica de la Fundación Wiliam and Flora Hewlett.
Eduardo Stanley
Convenio La Insignia/Rel-UITA