El día 16 
      de septiembre se conmemora el "Día Internacional para la protección de 
      la Capa de Ozono". Así se hace desde 1995. Fecha instaurada por las 
      Naciones Unidas buscando crear una sólida conciencia global sobre la 
      necesidad de cuidar un "velo" tan esencial para la vida. Las Naciones del 
      Mundo han suscrito convenios internacionales para protegerla: el "Convenio 
      de Viena para protección de la Capa de Ozono" (1985) y el "Protocolo de 
      Montreal" (1987). La fecha del 16 de septiembre fue instaurada por la ONU 
      en recuerdo de la adopción del Protocolo de Montreal. 
      
       
      
      El "ozono" 
      es un gas azulado, venenoso y altamente combustible, que se forma 
      constantemente de manera natural, a partir del oxígeno y por la 
      electricidad resultante de su "choque" con los rayos ultravioleta (UV). Su 
      nombre proviene del griego y significa "picante", por su fuerte olor. El 
      99% del ozono se encuentra en la "estratosfera", aproximadamente entre los 
      12 a 50 kilómetros sobre la Tierra. En esta parte de la atmósfera se ubica 
      la benéfica "capa de ozono" u "ozonosfera". El 1% restante se encuentra 
      más cerca de la Tierra.
      
       
      
      La 
      radiación solar tiene su lado peligroso, los rayos ultravioletas de alta 
      energía (UV-B). Se sabe que altas dosis de tal radiación resulta dañina 
      para la vida. La protectora "capa de ozono", ubicada en la "estratosfera" 
      es una especie de filtro; un fino escudo que protege a todas las especies 
      "terrícolas", incluidos peces, plantas, insectos, microorganismos, 
      personas, animales, etc. Es más, la ciencia nos enseña que la vida pudo 
      desarrollarse sobre la Tierra, en toda su variedad, sólo cuando nuestro 
      escudo protector se formó allá arriba. Según la hipótesis las primeras 
      algas microscópicas empezaron a emanar grandes cantidades de oxígeno. Así, 
      en un proceso de millones de años se pudo formar la atmósfera terrestre y, 
      con ella, la "capa de ozono". 
      
       
      
      En 1984, 
      científicos británicos que realizaban estudios en la Antártida, en la base 
      de Halley Bay, descubrieron "un hueco invisible en el cielo". Se 
      trataba de una zona tan grande como Estados Unidos, o casi ocho veces 
      mayor que el Perú, en la que no quedaba nada de ozono. Éste fue el 
      primer indicio del llamado "agujero". A la fecha se calcula que resulta de 
      una serie de complicadas reacciones químicas, sobre el Polo Sur, en las 
      que toman parte sustancias que contaminan la atmósfera, el sol primaveral 
      y cristales de hielo. 
      
       
      
      Algunos 
      especialistas avanzan datos sobre las posibles consecuencias en la 
      disminución significativa de la protectora capa de ozono, al exponer 
      nuestro planeta a altas dosis de radiación ultravioleta de alta energía. 
      Una consecuencia es la propensión a las enfermedades al reducirse la 
      respuesta inmunológica del cuerpo humano. Otra afectaría a los ojos: se 
      estima que por cada 1% de disminución de la capa de ozono, unas 150.000 
      personas más sufrirán enfermedades oculares como cataratas, con la 
      posibilidad de ceguera. Una consecuencia adicional es el "mar muerto" que 
      afecta el desarrollo del fitoplancton, base de la cadena alimenticia 
      oceánica y que juega un papel vital en la absorción del exceso del CO2 del 
      ambiente. Igual situación es el efecto "menos cosechas": la fotosíntesis 
      se vería alterada, así como los diferentes microorganismos que enriquecen 
      el suelo, afectando la productividad agrícola. 
      
       
      
      Es tarea 
      de todos reducir el consumo de cloros y componentes de bromuro, 
      sustituyéndolos por productos "ecológicos". No está de más recordar que es 
      nuestra responsabilidad empezar a cerrar esa herida invisible, en bien del 
      futuro de la raza humana, los humedales y de la vida sobre el planeta.
      
      
       
      
       
      
      Carlos 
      Franco Pacheco  (*)
      
      
      
      CCS. España
      
      Septiembre 
      del 2003  
      
      (*) 
      
      Foro Ecológico Lima