La cumbre de FAO fracasa pese

a la batalla de América Latina

 

América Latina lideró las críticas contra el modelo económico vigente como responsable de la ola de hambrunas que azotan el mundo en la cumbre de la FAO sobre seguridad alimentaria, que concluyó el jueves en Roma con un fracaso por la decepcionante declaración final.

 

La comunidad internacional demostró que es incapaz de encontrar soluciones concretas al hambre en la cumbre extraordinaria de tres días convocada por la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

 

Para muchos observadores y diplomáticos, la tímida declaración final de cuatro páginas, debatida párrafo por párrafo, no aborda los problemas de fondo de la actual crisis alimenticia provocada el alza desenfrenada de los precios.

 

Si bien hace doce años los líderes mundiales aprobaron una declaración que se empeñaba a reducir a la mitad antes de 2015 el número de personas desnutridas en el mundo, con la esperanza de marcar el inicio de una nueva era, una década después se limitan a ratificar ese principio mínimo.

 

Ninguna propuesta concreta salió de la cumbre de la FAO ante el aumento vertiginoso y peligroso del número de desnutridos que supera los 850 millones. "Los grandes impotentes", califica este viernes el redactor del diario La República, Guido Rampoldi, que ha recorrido buena parte del mundo pobre y olvidado del planeta para sus reportajes.

 

Aunque en minoría, los países de América Latina quisieron dejar claro en Roma sus críticas al modelo económico actual y sobre todo a la resistencia de Europa y Estados Unidos a levantar sus barreras comerciales y dejar de otorgar millonarios subsidios a sus campesinos.

 

Para ello dieron batalla y tuvieron en vilo hasta el último momento el modesto acuerdo, aprovechando la tribuna mundial que ofrecía la FAO para pedir espacio para sus políticas, aunque cada uno a su manera y según sus propios intereses.

 

Si algo quedó claro en la reunión romana es que todos y cada uno de los países defienden sus legítimos intereses nacionales.

 

Argentina no quiere que se condenen las medidas "restrictivas" a las exportaciones, Cuba pide que se hable de los efectos del embargo que le aplica Estados Unidos desde 1962, Venezuela reclama que se respeten las convenciones sobre el cambio climático y Brasil intriga para que no se demonicen los biocombustibles.

 

Como países emergentes, con economías en crecimiento -según los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) creció un promedio del 5,7% en el 2007-, América Latina quiere tener también más peso político en las decisiones mundiales.

 

"La crisis alimentaria es parte de una crisis global, que involucra otras crisis, como la financiera estadounidense, y que puede resolverse sólo con un nuevo 'gobierno mundial', que Europa y Estados Unidos en este momento son incapaces de liderar", explicó un diplomático europeo.

 

La posibilidad de suprimir los subsidios a los campesinos europeos, como piden desde hace decenas de años los países emergentes y pobres, entre estos los latinoamericanos, resulta poco viable, ya que implicaría graves problemas sociales en España, Italia, Grecia, Francia, donde el campo recibe generosas subvenciones para mantener los precios y proteger sus cultivos y de hecho la propia cultura gastronómica.

 

Según las ONG's Crovevia y Ayuda en Acción, las grandes cadenas de distribución como Wal-Mart y Auchan tratan directamente con los productores y obtienen así ganancias enormes, mientras el 80% del mercado de los cereales está en manos de cinco empresas.

 

La salvaje globalización descubrió la agricultura y enormes flujos de capitales que antes especulaban con bienes inmuebles en Estados Unidos pasaron al mercado de las semillas, herbicidas y pesticidas, un negocio de enormes proporciones que no mira cuántos quedaron sin maíz para la tortilla ni arroz para la sopa.

 

El mundo está cada vez más dividido entre hambrientos y obesos, entre 862 millones de hambrientos -de los cuales 178 millones son niños desnutridos- y 1.000 millones que sufren de sobrepeso, según los estudios de la FAO, lo que muestra un impresionante desequilibrio.

 

AFP

10 de junio de 2008

 

 

Fotocomposición: Rel-UITA

 

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