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                          | agricultura | 
            
            
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             Uruguay 
  
  
    
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                  La OIT y el trabajo decente en la agricultura 
                  
                        
                        "Alimentan al mundo pero sus hijos pasan hambre" |  
                     Se estima que 
                  actualmente más de mil trescientos millones de personas 
                  trabajan en la agricultura. Esas personas representan la mitad 
                  de la población activa mundial. Son quienes alimentan al 
                  mundo. ¿Cómo viven? En condiciones poco envidiables, a juzgar 
                  por los testimonios que se presentaron en el coloquio 
                  internacional sobre el trabajo decente en la agricultura, 
                  llevado a cabo recientemente en Ginebra bajo los auspicios de 
                  la Organización Internacional del Trabajo.   
            "Si 
            no termina el cupo de trabajo que le fue asignado, deberá continuar 
            al día siguiente y, dado que trabaja a destajo, recién entonces le 
            pagarán su ‘jornada’". Si todo sale bien, percibirá el equivalente 
            de 35 dólares estadounidenses (32 euros) por un mes de trabajo. Los 
            supervisores son todos hombres y el chantaje sobre el salario forma 
            parte del arsenal que se utiliza en el acoso sexual. En las 
            plantaciones de té, la mayoría de los niños que viven con sus madres 
            no conocen a sus padres biológicos.  
              
            
            "Irónicamente, los empleadores se muestran inicialmente reticentes a 
            contratar mujeres con responsabilidades familiares y es habitual que 
            antes de contratarlas las sometan a pruebas de embarazo..." 
            Testimonios como el de Phillipina Mosha, sindicalista de las 
            plantaciones de Tanzanía, jalonaron los cuatro días de debates del 
            coloquio sobre el trabajo decente en la agricultura que llevó a cabo 
            en Ginebra el mes pasado la Oficina de Actividades para los 
            Trabajadores de la OIT. Su compañera de Zimbabwe, Gertrude Hambira, 
            habló de "la tensa situación que reina en su país y que coloca a los 
            sindicatos de trabajadores agrícolas en primera línea". La supuesta 
            reforma agraria que promueve el gobierno originó un estado de guerra 
            en las explotaciones agrícolas, donde los nuevos propietarios hacen 
            que impere el terror. En el sector agrícola trabajaba la mitad de la 
            población activa pero la mayoría de los campesinos fueron despedidos 
            y tuvieron que irse de los lugares donde vivían. "Quienes se oponen 
            a esta ‘revolución’ son considerados enemigos. Se los persigue como 
            si fueran animales..." 
              
            
            
            600 sindicalistas asesinados 
              
            En 
            Colombia, el Sindicato de Trabajadores de la Industria Agropecuaria 
            (SINTRAINAGRO) perdió seiscientos miembros desde 1980. Todos ellos 
            fueron asesinados. Cinco días antes de salir hacia Ginebra, donde 
            brindó su testimonio, las autoridades informaron a Guillermo Rivero 
            Zapata que las medidas de protección de que gozaba habían sido 
            levantadas. "Me privan de protección para que deje de sindicalizar 
            trabajadores", denunció ante la tribuna de la OIT Guillermo Rivero, 
            más decidido que nunca a continuar su lucha. Una tarea de Sísifo. En 
            Colombia, al igual que en muchos otros países en desarrollo, en los 
            últimos años aumentó desmesuradamente la cantidad de pobres del 
            sector rural. Entre 1994 y 2000, el índice de pobreza de la mano de 
            obra agrícola pasó de 65 a 80 por ciento. En el curso de cinco años, 
            los salarios bajaron un 15 por ciento. Una delegada denunció que se 
            dispone de pruebas de que en otros lugares de América Latina se 
            colocan inyecciones a las mujeres para esterilizarlas durante el 
            período de cosecha. Esta mirada al mundo no estaría completa sin las 
            informaciones, igualmente abrumadoras, que proporcionaron los 
            delegados de Asia y Europa occidental y oriental. 
              
            
            
            Las mujeres en primera línea 
              
            
            Según un informe que se distribuyó en el coloquio, la frecuencia del 
            trabajo infantil y la discriminación de las mujeres (que actualmente 
            representan en ese sector la mitad de la mano de obra), constituyen 
            una seria preocupación para el sector agrícola de Asia. Los 
            porcentajes de la población activa que trabaja en este sector van 
            desde el 80 por ciento en Bangladesh hasta el 14 por ciento en 
            Malasia. Un indicio: en todos los lugares, la parte que genera la 
            agricultura de los ingresos nacionales es inferior a la proporción 
            de trabajadores y trabajadoras que trabajan en ese sector. Lo bajo 
            de los ingresos se ve reforzado por sistemas de reparto muy 
            injustos, explicó A. Navamukundam, Secretario General del Sindicato 
            de Plantaciones de Malasia. Los portavoces de los hombres y mujeres 
            que tan duramente trabajan en el campo no dejaron de mencionar las 
            "distorsiones" del mercado agrícola que han dado de qué hablar a los 
            negociadores y a los periodistas que estuvieron en Cancún (México), 
            donde unos días antes del inicio del coloquio de la OIT se esfumaron 
            las esperanzas de un nuevo acuerdo multilateral para ese sector. 
              
            
            
            Después de Cancún 
              
            
            Decepcionados por el fracaso de Cancún, los participantes del 
            coloquio hicieron un llamamiento en pro de un acuerdo multilateral 
            donde se tome en cuenta el destino de los pequeños agricultores y de 
            los asalariados y asalariadas de la agricultura, especialmente en 
            los países cuyas economías dependen de las exportaciones y que no 
            pueden competir frente a la agricultura subvencionada del Norte. 
            Guillaume Attigbe (Benin), miembro del Grupo de los Trabajadores del 
            Consejo de Administración de la OIT, abogó por los diez millones de 
            trabajadores africanos cuyos ingresos por el algodón que producen se 
            ven en peligro por la competencia del algodón subsidiado de los 
            Estados Unidos o Europa y que, como consecuencia, se vende netamente 
            más barato en los mercados internacionales. 
              
            "Las 
            subvenciones que los Estados Unidos y Europa hacen a las 
            exportaciones agrícolas destinadas a los países del Sur equivalen a 
            otorgar dos dólares diarios por cada vaca de los países 
            industrializados, mientras que los trabajadores agrícolas del Sur a 
            veces tienen que vivir ¡con menos de un dólar diario!", fustigó 
            Leroy Trotman (Barbados), portavoz de los Trabajadores en el seno de 
            la OIT, reclamando que esta organización lance un programa urgente 
            sobre el trabajo decente en la agricultura y –como también lo pidió 
            el representante de la Confederación Mundial del Trabajadores– 
            conseguir que la OIT tenga voz en las tratativas sobre el comercio 
            internacional, en el mismo nivel que la OMC, el Banco Mundial y el 
            Fondo Monetario Internacional. 
              
            Los 
            países en transición tampoco se salvan de las incoherencias del 
            mercado mundial. En Rusia, un delegado señaló que la mantequilla de 
            Nueva Zelandia cuesta menos que la mantequilla que se produce 
            localmente y que el cerdo que se importa de Dinamarca parece haber 
            reemplazado a la carne autóctona en los puestos de venta. El 
            representante sindical continuó diciendo que, como resultado de esta 
            situación, nos encontramos frente a un "intercambio": los países 
            industrializados nos envían productos más baratos, nosotros les 
            enviamos emigrantes. Ucrania, que solía ser el granero de trigo de 
            Europa oriental, perdió durante la transición 5 millones de empleos. 
            El índice de desempleo se multiplicó por 29. Los salarios que se 
            pagan en los centros urbanos lindan con la miseria. En el campo son 
            tres veces más bajos. 
              
            
            Haciendo uso de la palabra en el coloquio de trabajadores, el 
            Director General de la OIT, Juan Somavia, observaba que, 
            "resumiendo, quienes producen los alimentos del mundo a menudo no 
            ganan suficiente para poder poner comida en la mesa familiar. 
            Además, constituyen la mayoría de los denominados trabajadores 
            pobres". 
              
            Si 
            la comunidad internacional realmente tiene la intención de combatir 
            e inclusive de erradicar la pobreza o, en todo caso, de reducirla a 
            la mitad para el año 2015, entonces el sector rural debe pasar a ser 
            prioritario. "Tenemos que luchar para tener empleos e ingresos 
            sostenibles y actividades que produzcan esos ingresos. Es necesario 
            promover oportunidades reales y no caridad", enfatizó el Sr. Somavia.
             
              
            
            ¿Pero cómo se llegó a esto? El encargado de la única agencia 
            tripartita de las Naciones Unidas, considera que "en el actual 
            modelo de mundialización se trata al trabajo como una mercancía. Y 
            no lo es. Ese modelo es injusto y no podrá resolver los problemas." 
            Esa opinión la comparte Ron Oswald, Secretario General de la Unión 
            Internacional de Trabajadores de la Alimentación, la Agricultura y 
            Afines (UITA), la mayor organización de trabajadores agrícolas, dado 
            que el sector agrícola es muy difícil de sindicalizar. "Es un hecho 
            que el creciente control de las empresas sobre el sector es uno de 
            los principales factores que contribuyen a los numerosos déficit de 
            trabajo decente existentes en la agricultura", señalaba Ron Oswald. 
            Estima que el sistema agrícola que predomina actualmente "favorece 
            los modelos de producción no sostenibles en los planos social, 
            económico o medioambiental". 
              
            
            
            Monopolio de la producción 
              
            El 
            documento de trabajo que se preparó para el coloquio da una idea del 
            control que ejercen en todo el mundo las empresas transnacionales 
            sobre el sistema alimentario mundial y sobre las políticas agrícolas 
            y alimentarias. En el mismo se señala, por ejemplo, que las diez 
            empresas más grandes del sector agroquímico controlan alrededor del 
            80 por ciento del mercado mundial, estimado en 32.000 millones de 
            dólares. Dos empresas nada más distribuyen el 80 por ciento de los 
            cereales del mundo. Cinco empresas controlan las tres cuartas partes 
            del comercio de la banana, tres empresas encabezan los cuatro 
            quintos del comercio del cacao y otras tres controlan la misma 
            proporción del comercio del té. Las cinco grandes empresas mundiales 
            que torrefactan el café se reparten nada menos que 1.000 millones de 
            dólares de volumen de negocios y manejan el comercio de la mitad del 
            café que se produce en todo el mundo. 
              
            
            Sin 
            embargo, a pesar de que las ganancias de las empresas aumentan, los 
            precios nacionales que se pagan a los productores disminuyen sin 
            cesar. Ann Herbert, especialista de la OIT en agricultura, subraya 
            los contrastes. "En 1970, el kilo de café de la variedad 
            
             
            cafetos arábico se 
            compraba al productor a 400 centavos de dólares pero hoy en día se 
            lo paga 142 centavos. El kilo de café instantáneo, que al campesino 
            se paga 0,14 dólar, se vende en las góndolas de los supermercados a 
            26 dólares." Como es natural, la caída de los precios de las 
            materias primas repercutió de manera aún más marcada en los salarios 
            de los trabajadores agrícolas y en sus condiciones de vida y de 
            trabajo. 
              
            
            Ricardo Yaque comenzó a trabajar en 1996 en las plantaciones de 
            cítricos de Uruguay. Muy pronto pasó a participar en la organización 
            y en el renacimiento del sindicato de trabajadores rurales (SUDORA) 
            (nombre muy a propósito), en Salto, una ciudad portuaria sobre el 
            río Uruguay. Consiguió inclusive sindicalizar las plantaciones de la 
            familia Caputto, lo que sus compañeros de la región consideran un 
            verdadero logro,. En Ginebra, Ricardo se convirtió en el portavoz de 
            los trabajadores de las plantaciones a quienes ahora representa como 
            Secretario General de SUDORA. No obstante, no olvidó las condiciones 
            de trabajo imperantes en las plantaciones, “la camisa especial que 
            se viste en la cosecha de naranja y que se llena con 60 a 70 kilos 
            de fruta que luego hay que llevar, corriendo para no perder tiempo, 
            a quienes en un extremo del terreno compran la producción tras 
            haberla pesado. Se nos paga por kilo. El trabajo es físicamente 
            agotador y la mayoría de quienes efectúan la tarea tienen que 
            dejarla a los 45 o 50 años porque están extenuados, una edad 
            demasiado temprana para tener derecho a jubilación”. Habla asimismo 
            de la represión antisindical que se sufre en ese sector. 
              
            
            
            Déficit de libertad sindical 
              
            Los 
            participantes del coloquio sobre el trabajo decente en la 
            agricultura opinan que el déficit en materia de libertad sindical 
            constituye la causa de muchos de los problemas de los trabajadores 
            de ese sector. En muchos países de América Latina –cuenta María Moya 
            Hinojosa, de la confederación campesina de Chile–, la mayoría de los 
            subcontratistas que toman trabajadores prestan muchísima atención a 
            no contratar personas sindicalizadas. Un sondeo que la Oficina de 
            Actividades para los Trabajadores (ACTRAV) llevó a cabo en vísperas 
            del coloquio fue elocuente: 52 por ciento de las organizaciones de 
            unos 25 países afirmaron que sus funcionarios o miembros habían sido 
            objeto de hostigamiento. El peligro de perder el empleo es habitual. 
            Los despidos también. La discriminación de los militantes sindicales 
            es manifiesta y las autoridades a veces también toman parte en la 
            misma: el 16 por ciento de las organizaciones interrogadas hablaron 
            de arrestos de sindicalistas. En Colombia, país que tiene el triste 
            récord mundial de asesinatos de sindicalistas, fueron asesinados 
            dirigentes sindicales, lo mismo que en Bolivia y en Brasil. En un 
            informe de la Confederación Internacional de Organizaciones 
            Sindicales Libres (CIOSL) se señala que en este último país entre 
            1988 y 2002 fueron asesinados 1.599 dirigentes rurales y 71 
            sindicalistas campesinos. En 2002, hubo 16 asesinatos de 
            trabajadores rurales y 73 militantes sindicales fueron objeto de 
            amenazas. Las encuestas oficiales sobre esos crímenes, en el mejor 
            de los casos no avanzan, en el peor, terminan quedando sin efecto. 
            En 2002, unos cien miembros de la policía militar brasileña, 
            acusados de haber estado implicados en la matanza de 19 campesinos 
            de Eldorado dos Carajás en 1996, finalmente fueron todos absueltos. 
              
            
            
            El diálogo social, una inversión 
              
            "Lo 
            que tanto gobiernos como empresas deben comprender es que cuando se 
            deniega la libertad sindical es el país el que se empobrece ya que 
            desaprovecha los recursos más valiosos de que dispone para su 
            desarrollo, es decir, la capacidad de los hombres y de las mujeres 
            de entablar un diálogo tripartito productivo con el que podrían 
            encontrar soluciones pacíficas para los problemas económicos y 
            sociales que los aquejan." Esas palabras, pronunciadas por el 
            Director General de la OIT, hicieron blanco en una audiencia de 
            sindicalistas pero también de representantes de organismos 
            internacionales, de organismos especializados de las Naciones 
            Unidas, de instituciones financieras e inclusive de empleadores. 
              
            Si 
            bien estos últimos no eran numerosos (el coloquio estaba destinado 
            en particular a los sindicalistas), el representante de la 
            multinacional Chiquita, George Jaksch, invitado a participar en el 
            debate sobre el diálogo social, no desmintió la afirmación del 
            Director General. "No podemos pensar en que un negocio sea rentable 
            sin una buena reputación en materia de derechos humanos. Las buenas 
            relaciones sociales tienen un efecto directo sobre la rentabilidad y 
            la sostenibilidad de una empresa", declaró el Sr. Jacksch. No cabe 
            duda de que la elección de Chiquita para invitarla al coloquio no 
            fue un hecho anodino. Esa multinacional, que emplea a más de 20.000 
            personas (muchas de ellas sindicalizadas) principalmente en América 
            Latina, inició en 1988 un esfuerzo de "responsabilidad social de las 
            empresas". Esta noción no ha disipado aún todas las sospechas de las 
            organizaciones sindicales pero permitió que la UITA abriera una 
            brecha en el sector bananero puesto que desembocó en la firma del 
            primer acuerdo marco mundial del sector bananero, precisamente entre 
            la UITA y Chiquita. En dicho acuerdo, Chiquita se comprometió a 
            respetar las ocho normas fundamentales de la OIT (que tratan sobre 
            la libertad sindical, el derecho de negociación colectiva, la 
            prohibición del trabajo infantil y del trabajo forzoso, la no 
            discriminación en el empleo y la ocupación y la igualdad de 
            remuneración).  
              
            La 
            empresa también reconoce en el acuerdo su responsabilidad en materia 
            de seguridad y salud en el trabajo y se compromete, junto con sus 
            interlocutores sindicales, a obrar en pro de mejores condiciones de 
            trabajo (además de la UITA, firma el acuerdo el comité de 
            coordinación de los sindicatos de trabajadores de las plantaciones 
            de bananas de América Latina, COLSIBA). 
              
            Que 
            eso no constituye para nada un lujo queda claro cuando se sabe que 
            el sector agrícola tiene el triste récord mundial de cantidad de 
            víctimas fatales debidas a accidentes de trabajo: 170.000 muertes 
            por año. Según el documento de trabajo que se distribuyó en el 
            coloquio, el aumento de la productividad en la agricultura, la 
            aceleración de los ritmos de producción y las evoluciones 
            tecnológicas tienen marcada incidencia en la seguridad y la salud de 
            los asalariados agrícolas. Actualmente, la intoxicación con 
            plaguicidas constituye un riesgo laboral grave en ese sector. La 
            Organización Mundial de la Salud estima que la cantidad total de 
            casos se situaría entre 2 y 5 millones por año, de los cuales 40.000 
            son mortales. Obviamente, en el coloquio de la OIT se habló mucho de 
            ello. Hubo quien no dejó de manifestar su estupefacción cuando el 
            sindicalista sueco Sven-Erik Pettersson se refirió a la posibilidad 
            de que el paraquat, un poderoso plaguicida, fuera retirado de la 
            lista de productos prohibidos por la Unión Europea. No cabe duda de 
            que en Ginebra se escuchó el llamamiento del Sr. Pettersson para que 
            se lleve a cabo una campaña sindical reclamando que se mantenga la 
            prohibición. "No hay plaguicidas seguros", señaló el delegado 
            malasio Navamukundam. 
              
            En 
            todo caso, la salud y la seguridad en el sector de la agricultura es 
            un tema que reviste prioridad para la OIT. En septiembre de 2003 
            entró en vigencia un convenio internacional sobre ese tema, adoptado 
            en 2002. Dicho convenio (núm. 184), que hasta ahora fue ratificado 
            por tres países, permite, entre otras cosas, que los trabajadores se 
            nieguen a efectuar una tarea que estimen puede ser perjudicial para 
            su salud. En el curso del coloquio y en las conclusiones que se 
            adoptaron en el mismo, los representantes de las organizaciones 
            sindicales hicieron hincapié en el vínculo fundamental existente 
            entre el Convenio núm. 184 y el Convenio de la OIT sobre las peores 
            formas de trabajo infantil (núm. 182), adoptado dos años antes. En 
            efecto, en el documento de trabajo se estima que para los niños que 
            trabajan en la agricultura, la lucha pasa por la promoción del 
            Convenio núm. 184, cuyo artículo 16 estipula en 18 años la edad 
            mínima para la ejecución de un trabajo que, por su naturaleza y por 
            las condiciones en las que se lo lleva a cabo, puede ser perjudicial 
            para la seguridad y la salud de los adolescentes. Por otra parte, el 
            trabajo infantil es endémico en la agricultura y los menores están 
            allí a menudo expuestos a las "peores formas". Esto es verdad a tal 
            punto que todos los años en el campo mueren doce mil chicos. La 
            situación de explotación en la que se encuentran cada vez más 
            mujeres no deja de afectar a sus hijos, como es de suponer. 
              
            
            
            Feminización, precarización y migraciones 
              
            
            Feminización de la mano de obra y precarización del empleo, con cada 
            vez menos puestos de trabajo permanentes y con un aumento de la mano 
            de obra ocasional y temporera... la agricultura se ha convertido 
            también en un sector donde se explota a la mano de obra migrante, 
            con los consecuentes abusos y discriminación. Todas las 
            organizaciones sindicales agrícolas parecen tener esta misma 
            preocupación, ya sean del Norte o del Sur y, sobre todo, parecen 
            coincidir en la necesidad de hacer marcar el paso a las hordas de 
            intermediarios cada vez menos escrupulosos que en ciertos países se 
            asemejan tanto a las redes mafiosas que se las puede confundir con 
            ellas. Salarios míseros, condiciones de trabajo deplorables y 
            presión para disminuir las disposiciones negociadas por los 
            sindicatos en los convenios colectivos, en la vida cotidiana del 
            trabajador migrante se puede ver toda la gama de los distintos 
            déficit de trabajo decente en la agricultura. 
              
            
            
            A todos les concierne, hombres y mujeres 
              
            Si 
            bien la situación de los trabajadores agrícolas es una cuestión que 
            atañe a las organizaciones sindicales, las que en Ginebra adoptaron 
            un verdadero plan de campaña, también concierne por supuesto a los 
            empleadores y a los gobiernos, los cuales deberían facilitar y 
            promover el surgimiento de un verdadero diálogo social basado en la 
            libertad sindical. En realidad, la situación de esos trabajadores 
            nos concierne a todos. Se sabe, por ejemplo, que para que los 
            campesinos y sus familias no pasaran hambre, bastaría con reducir 
            los márgenes de beneficio de quienes, todo a lo largo de la cadena, 
            se reparten los frutos del sudor de los campesinos 
              
              
            
            
            Marni Pigott 
            
            Luc 
            Demaret 
            31 
            de octubre de 2003   |