Brasil

Sección: REFORMA AGRARIA

Con Jacques Chonchol,

ex ministro de Salvador Allende

La reforma agraria

es cada vez más urgente

 

 

Economista especializado en asuntos agrarios, en su origen fue militante de la Democracia Cristiana. Por eso Eduardo Frei le confió en 1964 la dirección del INDAP desde donde promovió activamente la reforma agraria. Decepcionado por la tibieza política de Frei, renunció a ese cargo en 1969 para ser uno de los cofundadores del MAPU e integrarse a la Unidad Popular. Salvador Allende lo designó Ministro de Agricultura en 1970 y desde allí profundizó la reforma agraria. Durante la dictadura vivió exiliado en Francia. Sirel dialogó con este testigo clave de la historia de la reforma agraria en América Latina durante la reciente consulta de la FAO a las organizaciones sociales, en Brasilia, donde ofreció una conferencia magistral sobre el tema.

 

-Usted puso énfasis durante su conferencia en que sin determinadas condiciones políticas no puede haber una verdadera reforma agraria en América Latina. Teniendo en cuenta que cada país tiene sus propias características, ¿cuáles son esas condiciones previas?

-Es difícil saberlo. Una de las situaciones en las cuales se han dado condiciones favorables ha sido tras la caída de una dictadura. Fue el caso de Bolivia y de Venezuela; en México ocurrió al término del Porfiriato y la posterior guerra civil con la importancia que tomaron las fuerzas de Emiliano Zapata. Bueno, saliendo de la región, en Japón la reforma agraria la hizo el general Mc Arthur, después de la derrota del Ejército imperial en la Segunda Guerra Mundial.

 

Otra de las condiciones puede ser que llegue al gobierno una fuerza política con mucho apoyo y con un arraigado proyecto de reforma agraria. Fue el caso de Chile con la llegada de la Democracia Cristiana al poder en septiembre de 1964. Recién en 1965 hubo elecciones parlamentarias que barrieron a la derecha del Congreso de forma que la DC y los partidos de izquierda tenían mayoría en el Parlamento.

 

Ambas colectividades tenían a la reforma agraria como un objetivo fundamental en sus programas de gobierno.

 

Quiere decir que las circunstancias pueden variar, pero lo que ha ocurrido normalmente es que la reforma agraria encuentra más condiciones favorables en el tránsito de una dictadura a una democracia. Y la otra condición es que haya un convencimiento muy fuerte de que la reforma agraria es algo esencial desde el punto de vista de los cambios institucionales.

 

Por ejemplo, en los años 60 -época de

sustitución de importaciones- la

CEPAL*  y otros organismos

internacionales difundieron

el concepto de que no era

posible la industrialización

sin un mercado interno consu-

midor, y éste no se podía confor-

mar si no se incorporaba al campe-

sinado que vivía en situación de cuasi

servilismo, esto es, no representaba

ningún poder de compra.

 

Se requiere una concepción que identifique

que la reforma agraria no sólo es importante

desde el punto de vista de la justicia social,

para terminar con una antigua oligarquía, sino

también de mejorar las condiciones de los

campesinos incorporándolos a una moderni-

zación económica del país.

 

Quiere decir que si queremos hallar una regla

en este terreno tan variable, podemos decir que

la reforma agraria tiene más condiciones de ocurrir

si en el país hay al mismo tiempo un cambio político

profundo de gran significación.

 

-¿La Concertación en Chile hizo algún esfuerzo

en ese sentido?

-Ninguno. La Concertación se olvidó completamente

del tema, inclusive siendo que muchos de los partidos

que la integran formaron parte del gobierno de

Salvador Allende y antes acompañaron

la reforma de Frei. Aceptaron

las condiciones

de la dictadura.

 

 

-¿Cómo fue la reforma agraria en aquella época?

-Aquella reforma tuvo éxito en que acabó con el latifundio, y fracasó en la idea de una gran agricultura campesina o familiar, porque se favoreció una nueva agricultura capitalista, muy dinámica y eficaz en términos productivos convencionales. Antes, en los viejos latifundios, el capital tierra significaba mucho más que el capital de explotación. Los nuevos empresarios agrícolas están volcados a la exportación de vinos, frutas, madera, entre otras cosas, y hacen grandes inversiones muchas veces de valores muy superiores al precio de la tierra que explotan.

 

Algo similar ha ocurrido en todas las reformas agrarias de América Latina: sirvieron para acabar con el latifundio, pero no para darle tierra a los campesinos.

 

-¿Por qué es necesaria una reforma agraria en América Latina?

-Primero porque es la región del mundo donde la propiedad de la tierra está más concentrada, y hoy se ve claramente que es necesario ponerle un límite a esa concentración. Segundo porque se está produciendo un nuevo hecho en la región que es la extranjerización de la tierra.

 

Hay nuevos capitales que llegan detrás de las alternativas agroindustriales como la soja, los agrocombustibles, también porque se proyecta una creciente escasez de alimentos en el futuro cercano y eso hace que las inversiones en tierra se presenten como muy rentables. Ahora no se trata de latifundistas locales sino de empresas transnacionales, conglomerados de inversión, o de grandes capitalistas. En cifras recientes del INCRA de Brasil, por ejemplo, se dice que hay ya 4 millones de hectáreas en manos de extranjeros, sin tener en cuenta los predios donde se encuentran asociados con brasileros.

América Latina es la región del mundo donde la propiedad de la tierra está más concentrada, y hoy se está produciendo un nuevo hecho en la región, que es la extranjerización de la tierra.

 

Los gobiernos deben tener en cuenta que la crisis alimentaria es un problema a corto plazo. En los próximos 20 o 30 años la población mundial pasará de 6 mil millones a 9 mil millones de personas, la demanda de alimentos se incrementará enormemente.

 

Además, si tomamos en cuenta que el régimen alimentario global no está cambiando por el acceso de sectores que antes estaban en el infraconsumo de algunos productos, y vemos que aumenta el consumo de carne, lo que significa incremento en el consumo de granos, etc, es previsible que habrá una presión creciente sobre las tierras agrícolas.

 

A esto hay que agregarle la urbanización en expansión, la construcción de carreteras; en China, por ejemplo, los centros urbanos se expanden hacia las periferias donde antes estaban las tierras agrícolas.

 

No hay posibilidades de incorporar más tierras agrícolas porque la que va quedando es mayormente de uso forestal u otros que se degradan rápidamente si se usan para otra cosa.

 

La tierra será crecientemente un recurso escaso que requiere un uso racional y sustentable, y eso implica que debe estar en manos del campesinado que, todavía, es la mitad de la población mundial.

 

-¿Es posible hacer una reforma agraria en el marco de un sistema capitalista global?

-El sistema global puede ser partidario de una reforma agraria si contempla sus intereses opuestos al latifundio tradicional y proclive a la agroindustria, pero no para distribuir la tierra entre la gran masa de campesinos pobres, para promover un desarrollo rural sustentable con base en la agricultura familiar.

 

-La agroindustria está promoviendo la expresión Revolución Agraria como su marca propia, lo que aparece en contradicción directa con el concepto de Reforma Agraria. ¿Usted es optimista en cuanto al desenlace de esta confrontación?

-En este momento, con este clima de neoliberalismo y de globalización no lo soy. Pero hay otros factores que hay que tener en cuenta, que van a actuar hacia el futuro y pueden hacer cambiar las cosas. Uno es, justamente, que la tierra se vuelve cada vez más escasa, las demandas son muy grandes y la distribución del ingreso es muy desigual. Esto generará sin duda condiciones crecientes de cambios sociales y políticos profundos, pero se trata de procesos a mediano y largo plazo.

En Brasil se dice que hay ya 4 millones de hectáreas en manos de extranjeros, sin tener en cuenta los predios donde se encuentran asociados con brasileros.

 

-¿Qué papel juegan los sindicatos y las organizaciones campesinas en este proceso?

-Depende de los sindicatos. Recuerdo que cuando trabajé en Cuba por cuenta de la FAO, los sindicatos más poderosos estaban en la industria azucarera. Ellos tenían una mentalidad no campesina sino de reivindicación salarial. Ellos no luchaban por la redistribución de la tierra sino por mejores condiciones de trabajo, mejores salarios, más prestaciones sociales, etc.

 

Había otro sector, que eran descendientes de inmigrantes de las Islas Canarias, que sí querían la tierra. Para aquellos fue bastante fácil pasar de las empresas capitalistas a las grandes fincas colectivistas de tipo estatal. Ellos cambiaron de patrón. Pero hay sindicatos que luchan por la tierra, que entienden que es una condición esencial para su permanencia en el campo y la de sus familias, y tienen razón.

 

En mi visión, corresponde que los sindicatos hagan suya esta bandera. Quizás para los sindicatos de campesinos esto es más fácil de visualizar que para los de asalariados, pero es muy necesario para ambos.

 

 

En Brasilia, Carlos Amorín

Rel-UITA

10 de junio de 2010

 

 

 

 

Fotos: Carlos Amorín

Ilustración: Jorge Flores Manjarrez, CartonClub

 

* Comisión Económica para América Latina y el Caribe

 

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