Campaña contra el informe

de FAO sobre Biotecnología

 

Un grupo de organizaciones ha tomado la iniciativa para hacerle llegar una carta abierta al Director General de la FAO, expresándole el desacuerdo con el informe “Biotecnología agrícola: ¿compromiso con las necesidades de los pobres?”.

Este Informe que la FAO presentó el 17 de mayo, se constituye en una maniobra sin precedentes de la maquinaria propagandística en apoyo a la ingeniería genética.

 

La FAO declara la guerra

a los agricultores, no al hambre

 

La siguiente, es la carta abierta dirigida a Jacques Diouf, Director General de la FAO que solicitamos sea firmada y enviada a openletterfao@grain.org

 

Por información complementaria, puede descargar el informe completo
(
http://www.fao.org/docrep/006/Y5160S/Y5160S00.HTM
) y
leer el

comunicado de prensa de la FAO sobre el informe

( http://www.fao.org/newsroom/es/news/2004/41714/index.html )

 

 

 

Jacques Diouf

Director General de la FAO

 


Estimado Señor Diouf,

Nosotros, las organizaciones, movimientos y personas abajo firmantes, involucrados en temas relacionados a la agricultura, deseamos expresar nuestra indignación y desacuerdo con el informe de la FAO publicado el lunes 17 de mayo (“Agricultural biotechnology: meeting the needs of the poor?”). Este informe se ha utilizado, en un ejercicio de relaciones públicas motivado políticamente, como apoyo a la industria biotecnológica. Promueve la ingeniería genética de cultivos y una mayor desviación del financiamiento para investigación hacia este tipo de tecnología, en desmedro de los métodos ecológicamente sanos desarrollados por los agricultores. Desgraciadamente, la forma cómo se preparó el informe y se dio a conocer a los medios, levanta serios cuestionamientos acerca de la independencia y la integridad intelectual de una importante agencia de Naciones Unidas. El informe aleja a la FAO de la búsqueda de la soberanía alimentaria y de las necesidades reales de los agricultores y campesinos del mundo, y es una puñalada por la espalda a los agricultores, campesinos y a los pobres de zonas rurales, a quiénes la FAO tiene el mandato de apoyar.

Estamos profundamente decepcionados porque la FAO (y usted personalmente) rompió su compromiso de consultar y mantener un diálogo abierto con las organizaciones de agricultores de pequeña escala y con la sociedad civil. Al no consultar a estas organizaciones para la preparación del informe citado, la FAO dio la espalda a aquellos que son los más directamente afectados por las tecnologías que el documento promueve.

En lugar de recomendar el fortalecimiento del papel de los agricultores de pequeña escala en el manejo de su biodiversidad agrícola y en el mejoramiento de los cultivos vitales para su sobrevivencia, —que incluso algunos de los que hacen trabajo de campo en la FAO promueven activa y exitosamente—, este reporte propone un “arreglo tecnológico” de cultivos cruciales para la seguridad alimentaria de los pueblos marginalizados —promoviendo el desarrollo transgénico de la yuca, la papa, el garbanzo, el mijo y el teff.

El hambre en el mundo está aumentando nuevamente a pesar del hecho de que la producción global de alimentos per cápita es más alta que nunca. Los temas de acceso y distribución son mucho más importantes que la tecnología. Si algo hemos aprendido de los fracasos de la Revolución Verde, es que los avances tecnológicos en genética de cultivos para que las semillas respondan a los insumos externos, van de la mano con el incremento de la polarización socioeconómica, el empobrecimiento rural y urbano y una mayor inseguridad alimentaria. La tragedia de la Revolución Verde reside precisamente en esa estrecha visión tecnológica, que ignora los factores sociales y estructurales, mucho más decisivos e importantes para aliviar el hambre. La tecnología , al contrario, fortaleció las propias estructuras que provocan las hambrunas. ¿La FAO no ha aprendido nada?

La historia demuestra que los cambios estructurales en el acceso a la tierra, a la producción de alimentos y al poder político—combinados con sólidas tecnologías ecológicas, sustentadas en la investigación basada en el conocimiento campesino— reducen el hambre y la pobreza. La ‘revolución genética’ promete llevarnos en la dirección opuesta. Está basada en investigación elitista, estratosféricamente costosa, dominada por la industria, y en el uso de tecnologías patentadas. Los mismos recursos, si fueran canalizados a las redes de investigación participativa campesinas, generarían tecnologías mucho más equitativas, productivas y ecológicas.

Si bien el documento de más de 200 páginas lucha por aparecer neutral, es sumamente tendencioso e ignora la evidencia disponible sobre los impactos adversos en el ambiente, la economía y la salud que tienen los cultivos manipulados genéticamente. Por ejemplo, el informe afirma ciegamente que los cultivos transgénicos han resultado en enormes beneficios económicos para los agricultores y que han servido para reducir el uso de plaguicidas. Esta aseveración se basa, en forma prejuiciosamente selectiva, en datos de campo de una serie de estudios sobre el algodón Bt. Ignora completamente las investigaciones que contradicen esto. La información utilizada proviene de la India y está basada exclusivamente en los ensayos de campo de Monsanto en el 2001. El informe ignora la información recolectada directamente de las parcelas de los agricultores por varios gobiernos y otros investigadores independientes durante el ciclo agrícola 2002 (año en que se liberó el algodón Bt). Esa información muestra que el algodón Bt fue un fracaso. En cambio, los breves estudios, no concluyentes, sobre el algodón Bt en México, Argentina y Sudáfrica se usan abiertamente para brindar apoyo a las variedades de algodón transgénico. Una referencia a otro estudio sugiere beneficios para los agricultores del algodón en Burkina Faso y Mali, y concluye, sin tener bases, que el África occidental —ya bajo injustificables presiones comerciales— perderá millones de dólares si no acepta el algodón Bt.

Aunque el reporte de la FAO menciona que la ingeniería genética está dominada por las corporaciones, pasa por alto el hecho de que sólo una compañía —Monsanto— domina con su tecnología el 90% del área mundial cultivada con transgénicos. Cinco compañías fabrican prácticamente el 100% de las semillas transgénicas que hay en el mercado. Esto representa una dependencia sin precedentesde los agricultores con las compañías de agronegocios, que la FAO debería ver con alarma, y ante lo cual debería proponer alternativas. Proponer que se dedique más financiamiento público a la tecnología de transgénicos no es ninguna solución. Mayor inversión en esta tecnología —como recomienda la FAO— incrementará inevitablemente el control monopólico sobre las reservas alimentarias del planeta. Los países empobrecidos serán forzados a aceptar leyes de patentes, contratos y regímenes comerciales que debilitan su capacidad nacional para luchar contra el hambre. Cuatro días después de que se publicó su informe, la Suprema Corte de Canadá se puso de manera vergonzosa del lado de Monsanto contra los agricultores canadienses Percy y Louise Schmeiser, porque la semilla patentada de la corporación contaminó su parcela. En varios países ya hay casos de agricultores amenazados o demandados porque el polen transgénico ¡voló hacia sus parcelas y contaminó sus cultivos!

Mientras más campesinos se vuelvan dependientes de la industria biotecnológica, menos opciones tendrán para apoyar y desarrollar sus propios sistemas agrícolas y sus formas de vida. Es inaceptable que la FAO respalde la necesidad de propiedad intelectual de las corporaciones. Esto implica el apoyo de la FAO a la biopiratería corporativa, puesto que los recursos genéticos que las corporaciones buscan patentar provienen del trabajo de mejoramiento que han hecho los agricultores durante miles de años.

La contaminación genética está dañando el corazón mismo de los centros mundiales de diversidad de los cultivos. La FAO deja este hecho de lado sin prácticamente mencionarlo. Para los pueblos que crearon la agricultura esto constituye una agresión contra su vida, contra los cultivos que crearon y nutrieron y contra su soberanía alimentaria. Durante varias décadas la FAO ha conducido un debate internacional en torno a la erosión genética. Con el advenimiento de la ingeniería genética, la amenaza de erosión se ha incrementado. Como institución normativa intergubernamental para los recursos genéticos, la FAO debería estar desarrollando políticas para prevenir la erosión genética y tomar acciones frente a sus implicaciones negativas a nivel global.

Estamos estupefactos de que para prevenir la contaminación genética, (al tiempo que proteger al monopolio corporativo), el informe apoya la opción absurda de usar Terminator, una tecnología que impediría que los agricultores guardaran y reutilizaran la semilla cosechada. Las organizaciones campesinas, de la sociedad civil, muchos gobiernos e instituciones científicas han proscrito esta tecnología. Como Director General de la FAO, usted estableció en el año 2000 que la FAO estaba en contra de la esterilización genética de semillas. Increíblemente, su informe respalda una tecnología que pondría en riesgo la alimentación de 1,400 millones de personas en todo el mundo que dependen de la semilla conservada de su cosecha.

Estas parcialidades, omisiones y conclusiones sin sustento convierten a este informe en una vergonzosa herramienta de relaciones públicas para la industria biotecnológica y para los países que buscan exportar esta tecnología. Es un insulto a los gobiernos miembros de la FAO que valientemente han resistido la presión política de la industria y a quienes han desarrollado alternativas viables para la seguridad en semillas y la soberanía alimentaria sostenida a largo plazo. Es un rechazo a los esfuerzos de los científicos y formuladores de políticas —algunos dentro de la FAO— que han contribuido a un nuevo desarrollo tecnológico participativo, con metodologías agroecológicas, productividad sustentable y otros enfoques que ponen en primer plano el rol y los derechos de los agricultores.

Consideramos que la FAO ha roto el compromiso que tenía con la sociedad civil y las organizaciones campesinas de realizar consultas en los temas que preocupan a todos. No hubo consulta con los agricultores de pequeña escala ni con las organizaciones campesinas y sin embargo, el informe parece haber sido ampliamente discutido con la industria. Para aquellos de nosotros en las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos sociales que consideramos a la FAO una institución con la que se podía tener relación, y como un foro para debatir esos temas y avanzar en ellos, esto es un revés tremendo. Las organizaciones de agricultores, campesinos y de la sociedad civil nos reuniremos y consultaremos en los próximos meses qué acciones tomaremos con respecto a la FAO y a las repercusiones negativas de este informe.

Atentamente,
 

 

 

Por favor, ¡firme la carta abierta!


Si usted o su organización quieren firmar la carta, por favor envíe un e-mail a openletterfao@grain.org , indicando su nombre, organización y país. Por favor, indique si está firmando personalmente o en nombre de su organización. La fecha límite para firmar la carta es el 7 de junio

 

 

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