| 
                    
                      
                     
                     
                       
					
					No bastaba con el maíz, ahora también cempasúchil 
					transgénico. 
					 En 
					lugar de la flor que nos alegra y que según las tradiciones 
					indígenas, alumbra el camino de los muertos, nos amenazan 
					con frankensúchil. 
					
					      
					
					Octavio Paredes López, del Centro de Investigaciones y 
					Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico 
					Nacional, se atribuyó este "logro", que según informó a los 
					medios, es para mejorar los usos agropecuarios e 
					industriales de la planta.   
					
					El cempasúchil o zempoalxochitl, "la flor de veinte 
					pétalos", es nativa de México y desde mucho antes de la 
					Conquista, tiene un lugar especial en el corazón de las 
					culturas mexicanas y centroamericanas. Considerada por 
					muchos una flor sagrada, también tiene importancia en las 
					economías campesinas. No sólo actualmente, por su venta 
					comercial en el Día de muertos, sino porque desde hace 
					siglos, las culturas indígenas conocen sus propiedades 
					medicinales y agronómicas. Saben que al plantarla junto al 
					maíz, la calabaza y el frijol, la milpa crece mejor, 
					asegurando la cosecha. 
					
					  
					
					Los biólogos dirían después que es porque el cempasúchil 
					(cuyo nombre científico es Tagetes erecta), tiene 
					propiedades nematicidas e insecticidas. Los agroecólogos de 
					todo el mundo la usan y recomiendan como planta compañera de 
					los cultivos, por sus propiedades en el control biológico de 
					plagas. Es uno de los componentes comunes de la veterinaria 
					y la medicina herbolaria. Se usa también como suplemento 
					alimenticio para aves de corral, ya que además les da un 
					color más brillante a la yema de los huevos. Son muchas las 
					ocasiones en que el cempasúchil nos acompaña y beneficia.   
					
					Como con todos los transgénicos, no se trata de una "opción" 
					para algunos que la eligieran. Una vez en campo, la 
					contaminación transgénica, tarde o temprano llegará a todas 
					las demás plantas de la misma especie o emparentadas. Los 
					transgénicos son cultivos imperialistas por antonomasia. 
					
					  
					
					Si ahora el cempasúchil transgénico llegara a campo abierto, 
					sucedería lo mismo que con el maíz: se cruzará con otras 
					plantas, silvestres o cultivadas, contaminándolas, con 
					efectos impredecibles y potencialmente dañinos. ¿Qué le 
					pasará a una planta que ha sido manipulada artificialmente 
					para sobrexpresar algunas sustancias para su uso comercial? 
					¿Afectará esto el equilibrio general de la planta, 
					haciéndola más débil y por tanto también a las que se 
					contaminen? ¿Qué efectos tendrá para las aves de corral a 
					las que se les da como alimento? ¿Qué impacto tendrá en los 
					que consumimos los huevos que ponen esas aves? ¿Qué 
					significará para los que usan las plantas por sus 
					propiedades medicinales? ¿Cambiarán las propiedades que ya 
					se conocían al tiempo que podrían desatarse otras? 
					
					  
					
					Los investigadores del Cinvestav no hablan de esos temas. 
					Pero según Paredes López dijo a los medios, serían muchos 
					los negocios que se pueden hacer con la producción de 
					cempasúchil transgénico como el que ha hecho con su equipo, 
					dirigido a aprovechar en forma más intensiva los 
					carotenoides que existen en la flor. Menciona mercados 
					globales millonarios, como si el sólo hecho de manipular 
					genéticamente la planta, permitiera acceder a ellos.   
					
					Justamente en estos mercados, hay varias empresas 
					establecidas que venden los mismos productos anunciados por 
					Paredes, inclusive derivados de Tagetes transgénicos. En una 
					búsqueda simple, hay más de 130 patentes a nivel global 
					adjudicadas a empresas como BASF, SunGene, Ball 
					Horticultural Company, Hauptmann y otras, que no solamente 
					dificultarían o directamente impedirían la comercialización 
					de productos similares en mercados fuera de México, sino 
					también en el mercado interno, porque varias de esas 
					patentes tienen validez en México también, aunque la planta 
					es originaria en este país. (Lo cual muestra, además, la 
					aberración que significa el sistema de patentes). 
					
					  
					
					Manipular genéticamente el cempasúchil, sea en México o en 
					cualquier otra parte, es una pésima idea, una afrenta 
					cultural, un riesgo ambiental y económico. Aunque Octavio 
					Paredes y su equipo no sean los pioneros de esta nueva 
					disrupción a la naturaleza y la cultura, llama más la 
					atención porque son mexicanos y conocen el profundo 
					significado del cempasúchil en esta tierra. 
					  
					
					Lamentablemente, no es el resultado de una falta de 
					percepción. Octavio Paredes se propone explícita e 
					intencionalmente tal como se lee en la página en la Internet 
					del Cinvestav modificar a través de la biotecnología 
					molecular otras plantas aún más significativas en la 
					historia, culturas y patrimonio de México y Meso América, 
					como el maíz, frijol, nopal y tuna, agave tequilero, 
					huitlacoche y amaranto.   
					
					Hacerlos transgénicos pondría en peligro este acervo 
					histórico, además de ser un insulto para quienes los han 
					criado a través de los siglos, que se oponen firmemente a 
					todos los transgénicos.    
					
					Silvia Ribeiro* 
					
					La Jornada 
					
					14 de noviembre de 2006 
					  
					
					*Investigadora de Grupo ETC 
					
					 Ilustración: six06.com/art 
					
					  
					
							
							Volver 
							a Portada 
					  |