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Uruguay, país forestal

Un modelo

en Rojo

Pueblos espantados, chacreros movilizados

Los chacreros de camino Sadam, Cerro Alegre, ruta 14 y paraje Pense, localidades del departamento de Soriano, afectados por las consecuencias provocadas por la implantación de monocultivos forestales, cansados de no ser escuchados

por las autoridades, se organizaron y resolvieron movilizarse.

 

El 8 de setiembre último se concentraron en la confluencia de las rutas 2 y 14, en los accesos a Mercedes, colgaron pancartas en los alambrados y entregaron a los ruteros volantes alusivos a sus reclamos.

Las instalaciones de fortuna se parecen

 en todos los predios forestales:

 ¿quién dijo derechos humanos?

 

En ellos recuerdan que a principios de los noventa aparecieron las primeras plantaciones de eucaliptos y que cinco años después empezó a escasear el agua en Cerro Alegre: "cañadas secas, bañados secos, pozos de agua de hasta 20 metros de profundidad: secos". El municipio de Soriano arbitró una solución: subsidió el 50 por ciento de la financiación del costo de un pozo semisurgente para un sector de la población y al resto –unas 60 familias– les reparte agua en forma semanal –a veces quincenal– mediante un camión cisterna.

 

La falta de agua no es el único problema: tierras aptas para el cultivo fueron destinadas a forestación; la reducción de oportunidades laborales fomentó el despoblamiento, "el desarraigo"; las plagas incrementaron su incidencia, en especial las yararás; se multiplicaron los incendios, se estableció la "injusticia impositiva"...

 

Ante "la omisión del sistema político en rever la ley forestal (...) y parar con las plantaciones, los chacreros nos movilizamos una vez más y salimos a la calle a manifestar nuestra posición con respecto a los monocultivos y a las plantas de celulosa". Los chacreros se pronuncian "contra este modelo forestal y contra las plantas de celulosa", repudian "el tratado Uruguay-Finlandia que coarta nuestros derechos a manifestarnos" y se preguntan: "¿adónde vamos a vivir y a trabajar?".

 

La muerte de las pequeñas poblaciones y la emigración de sus habitantes parece ser el destino a que la forestación empuja. Según una trilogía de notas periodísticas publicadas por el investigador Víctor Bachetta entre agosto y setiembre en el diario La República, en los departamentos de Paysandú, Rivera y Tacuarembó ocurre algo similar a lo denunciado en Soriano.

 

En Paysandú –afirma Bachetta– "lo obvio es contundente: la falta de agua para consumo humano ya hizo desaparecer el antiguo poblado de Las Flores, hoy conocido por Pueblo Seco, a tres quilómetros de Piedras Coloradas. De las 40 familias que vivían del cultivo de sandía, sidra y maní quedan en ese lugar sólo las taperas y tres casas ocupadas". El impacto comenzó a percibirse entre el segundo y tercer año de iniciada la forestación: los pozos de hasta 22 metros de profundidad se fueron secando y el único que queda con agua tiene 55 metros.

 

Al oeste de Piedras Coloradas corría el arroyo San Francisco, que fue forestado en su tramo superior. Luego de eso el cauce comenzó a secarse hasta partirse en pozos aislados. En época de lluvias el arroyo se recupera pero su caudal sigue siendo inferior al normal. Los vecinos del arroyo Valdez, a unos tres quilómetros de la misma localidad, también registran una reducción clara del caudal. En Colonia 19 de Abril los pozos de 20 a 25 metros ya no sirven: deben ser cada vez más profundos. Los bañados han desaparecido: "donde antes no se podía pasar hoy es transitable".

 Antes les llamaban "pueblos de ratas", hoy

 son trabajadores forestales errantes

 

El poblado Celestino fue abandonado por falta de trabajo, y en Arroyo Negro, al sur del departamento, la comisaría y una cooperativa lechera están abandonadas. De las 20 viviendas de Mevir sólo ocho se encuentran ocupadas. Años atrás "el poblado contaba 63 alumnos en la escuela primaria y una intensa vida social, con tres equipos de fútbol y dos de voleibol". Hoy queda poco de aquel auge: los escolares se redujeron a casi la mitad y no hay equipos deportivos.

 

En Tacuarembó, con más de 100 mil hectáreas adquiridas para forestación, unas 8 mil personas fueron desplazadas del campo en los últimos diez años, de acuerdo con datos de los juzgados de paz. En forma paralela, "se han cerrado 12 escuelas rurales a las cuales se sumarán cinco más el próximo año".

 

Una de las zonas donde este cambio es más claro es Rincón de Zamora, bordeado por el Tacuarembó hacia su desembocadura en el Río Negro, en donde se encontraban "las tierras más apropiadas del departamento para la cría de ganado y que, en la actualidad, está totalmente cubierta por los monocultivos de árboles".

 

Los relatos de los lugareños coinciden en señalar que, a medida que los eucaliptos de las plantaciones comenzaron a crecer, "las aguas de los pozos de unos 20 metros de profundidad empezaron a quedar rojas y no se pudieron utilizar más". Cerro del Arbolito, poblado cercano, fue finalmente abandonado por la falta de trabajo en la zona.

 

En el departamento de Rivera, las forestadoras compraron unas 130 mil hectáreas, según el censo agropecuario de 2000. Allí los impactos sociales y ambientales no tienen diferencias sustanciales con otras zonas de gran concentración forestal. Operadores turísticos estiman que "existen hoy unos 82 cascos de estancia abandonados". 

 

 © Rel-UITA

 

 

 

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