Pese al 
						rechazo de los consumidores locales a los organismos 
						genéticamente modificados (OGM), la transnacional 
						estadounidense Monsanto se ha fijado como objetivo 
						controlar la producción europea de maíz introduciendo en 
						ese continente sus líneas de soja transgénica.
						
						
						 
						
						
						Así lo advirtieron dos organizaciones ecologistas 
						internacionales de renombre, Greenpeace y Amigos de la 
						Tierra, que se dijeron a su vez alarmadas por dos 
						decisiones tomadas la semana pasada por la Comisión 
						Europea, el órgano ejecutivo de la Unión Europea (UE), 
						que fueron interpretadas como sendas “victorias” de 
						Monsanto.
						
						
						 
						
						
						Por un lado, la Comisión ordenó a Grecia volver a 
						autorizar los cultivos de semillas de maíz genéticamente 
						modificado, y por otro autorizó la comercialización en 
						la UE de tres tipos de maíz transgénico durante un lapso 
						de diez años. 
						
						
						 
						
						
						Esta última decisión está acompañada de otra por la cual 
						se prohíbe la producción de los tres tipos de maíz en 
						suelo europeo, es decir que deberán ser fabricados 
						probablemente en Asia o América Latina. Paradoja 
						habitual en el fabuloso negocio de las semillas: uno de 
						los de maíces genéticamente modificados autorizadas por 
						la Comisión, el “GA 2‘1”, está especialmente concebido 
						para resistir al herbicida Roundup Ready, fabricado 
						por... Monsanto.
						
						
						 
						
						
						Según dirigentes regionales de Greenpeace, la Comisión 
						Europea está comenzando a desarmar el andamiaje que, 
						bajo la presión de numerosas organizaciones sociales, la 
						UE había logrado construir trabajosamente en los últimos 
						años para, al menos, enlentecer la penetración en el 
						sector del gigante biotecnológico.
						
						
						 
						
						
						A comienzo de 2005, y echando mano a normas de la UE que 
						permiten a un Estado miembro prohibir cierto tipo de 
						productos en suelo nacional, Grecia resolvió 
						provisoriamente -para la cosecha 2005-2006- no autorizar 
						17 cepas de maíz transgénico derivadas del cultivo madre 
						MON 810 que ya habían obtenido el visto bueno de la UE.
						
						
						 
						
						
						Esa resolución griega debía ser refrendada por los otros 
						países para quedar firme. Al no haber consenso al 
						respecto entre los ministros de Agricultura de los 
						Estados miembros, terció la Comisión, de acuerdo a la 
						cual Atenas no tenía razones valederas (sanitarias o de 
						seguridad) para oponerse a la comercialización de las 
						semillas de Monsanto. El organismo de la Unión se 
						funda en que científicos europeos ya habían evaluado a 
						las semillas derivadas del MON 810 y concluido que no 
						presentaban peligro alguno para la salud humana.
						
						
						 
						
						
						Ahora a Grecia le queda el recurso de apelar ante la 
						Corte Europea de Justicia, con sede en Luxemburgo.
						
						
						 
						
						
						“En cuatro años, la transnacional que ha impulsado el 
						debilitamiento de las leyes de protección al ambiente, a 
						los consumidores y a los agricultores vigentes en la UE, 
						puede llegar a controlar la producción europea de maíz 
						con sus semillas transgénicas”, alertó Amigos de la 
						Tierra.
						
						
						
						 
						
						
						A fin del año pasado la dirección de Monsanto 
						anunció que antes de 2010  plantaría en Europa, 59 
						millones de hectáreas de maíz Roundup Ready y 32 
						millones de maíz resistente a insectos. “Europa es 
						nuestra siguiente oportunidad”, luego que consiguieran 
						penetrar en los mercados latinoamericanos, asiáticos y 
						africanos, dijeron los directivos de la firma a sus 
						accionistas en noviembre de 2005.
						
						
						 
						
						
						Hasta ahora, la UE había armado una suerte de escudo que 
						le permitía hacer frente a la ofensiva de la principal 
						transnacional del sector. Desde 1998, destaca Amigos de 
						la Tierra, no se han autorizado en Europa nuevos 
						cultivos de transgénicos. “El cultivo comercial en toda 
						la Unión se limita a España, donde se puede sembrar sólo 
						un tipo de maíz genéticamente modificado, la superficie 
						sembrada se ha reducido en el último año y la 
						resistencia de la sociedad es cada vez más visible”, 
						indica el grupo ecologista.
						
						
						 
						
						
						La organización ambientalista recuerda igualmente que ya 
						hay 165 regiones y 4.500 localidades europeas declaradas 
						libres de transgénicos, al tiempo que diversos sondeos 
						de opinión realizados en el área muestran que 70 por 
						ciento de la población comunitaria rechaza ingerir 
						alimentos elaborados con base en organismos 
						genéticamente modificados y que numerosos grandes 
						productores y distribuidores excluyen su utilización.
						
						
						 
						
						
						Sin embargo, el poder del gigante biotecnológico es 
						inmenso (a fines de 2004 tuvo beneficios por 5.400 
						millones de dólares) y el escudo protector ya se está 
						erosionando.
						
						
						 
						
						
						Tiempo atrás, Monsanto ya había ganado una 
						batalla en su lucha por imponer su producción en el área 
						cuando la Oficina Europea de Patentes confirmó una 
						patente de soja transgénica contra la cual Greenpeace 
						había presentado un recurso.
						
						
						 
						
						
						“Los planes de Monsanto para Europa son 
						alarmantes. A la luz de lo que ha pasado en los últimos 
						años en España y los numerosos problemas que han 
						provocado los cultivos transgénicos en este país, es 
						imprescindible que la Comisión Europea y los gobiernos 
						nacionales impidan que la transnacional se haga con el 
						control de una parte importante de la agricultura 
						europea”, advirtió Liliane Spendeler, coordinadora del 
						área de biotecnología de la filial española de Amigos de 
						la Tierra.
						
						
						 
						
						
						Spendeler remarcó también que la firma de origen 
						estadounidense “ha tenido una influencia evidente en el 
						diseño de la política sobre transgénicos en países como 
						Estados Unidos y Brasil”, y cómo en este último país y 
						en Paraguay ha logrado comercializar semillas a pesar de 
						estar prohibidas. 
						
						
						 
						
						
						Por su lado, el presidente de la Federación Agraria de 
						Argentina, Eduardo Buzzi, denunció que Monsanto 
						“puede llegar a convertir a los agricultores nacionales 
						en arrendatarios de semillas y lograr la privatización 
						de los recursos genéticos vegetales. Si en Europa no 
						reaccionan a tiempo, a la larga irán por el mismo 
						camino”, agregó Buzzi, que en abril de 2005 realizó una 
						gira por Europa para alertar sobre “la ofensiva de 
						Monsanto”.
						
						
						 
						
						
						Para Liliane Spendeler, “los gobiernos deben dejar de 
						servir los intereses de grandes empresas como 
						Monsanto y dar prioridad absoluta a los intereses de 
						sus ciudadanos y del medio ambiente”.
						
						
						 
						
						
						 
						
						
						Daniel Gatti
						
						
						© Rel-UITA
						
						
						19 de enero de 2006