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Agricultores cerebralmente modificados
Es el nuevo experimento 
de Monsanto. Cuando las leyes, los gobiernos o los grupos sociales se opongan a 
la introducción de semillas genéticamente modificadas, hay que producir 
agricultores cerebralmente modificados (acm). 
Ellos presionarán, 
argumentarán, incluso chantajearán para que los transgénicos se siembren en todo 
nuestro país. No es ficción, la trasnacional ha desencadenado una estrategia 
múltiple de cabildeo, seducción, lavado de cerebro, por decir lo menos, entre 
diversas organizaciones y productores agropecuarios mexicanos. 
Hace unos meses había 
convencido a algunas organizaciones campesinas de su celo por conservar nuestras 
semillas nativas, y les demandó apoyo para que se autorizara la siembra de maíz 
transgénico con carácter experimental en Sonora, Sinaloa y Tamaulipas. Ahora 
acaba de invitar a algunos productores mexicanos, y de una veintena de países, a 
la gran exposición anual de agricultura Farm Progress Show (Exposición del 
progreso de las granjas), celebrada este año en Decatur, Illinois, donde se 
exponen los recientes avances tecnológicos en la materia, y a visitar su cuartel 
general en San Luis Missouri. 
En la primera, Monsanto 
les dio una vuelta, el Technology Showcase Tour, para que fueran testigos de sus 
nuevos maíces genéticamente modificados: el HFC de alta fermentación para 
elevar la producción de etanol; el Yield Gard VT triple, que mejora rendimientos 
y ofrece gran resistencia a los insectos: otro maíz, desarrollado junto con la 
trasnacional BASF, para tolerar fuertes sequías. Luego les dio una 
paseada por su modernísimo centro de cómputo, de 21 millones de dólares, donde 
se concentran datos de procesos transgénicos, germoplasmas, manejos moleculares 
y órdenes de compra de agricultores de todo el mundo. Les informó de su próxima 
alianza con Dow Agrosciences LLC para el desarrollo del SmartStax, un 
maíz con ocho genes apilados, y de su reciente adquisición de la empresa 
brasileña de semillas Agroeste para apoyar al tercer productor mundial de la 
gramínea en la generación de etanol. 
Con tal proceso de inmersión, 
más una buena dosis de ignorancia y desprecio por lo nuestro, le sobraron 
aliados mexicanos a Monsanto. Así, apenas la semana pasada en Ciudad 
Cuauhtémoc, el corazón de la región maicera de Chihuahua, dos organizaciones de 
productores, Unipro y Agrodinámica Nacional, se lanzaron a proponer la 
siembra de maíz transgénico en esta zona. Su argumentación, expuesta ante el 
personal de la propia trasnacional en México y del presidente nacional 
del Sistema Producto Maíz, se apoyó en tres cuestiones: el maíz transgénico 
incrementa los rendimientos por hectárea; es apto para consumo humano, y 
ayudaría a terminar con la dependencia de las importaciones estadounidenses. En 
declaraciones aparte, el líder de Agrodinámica había declarado que en Chihuahua 
no hay maíces originarios, que ya se están sembrando cuando menos 2.500 
hectáreas de un maíz transgénico que los productores introdujeron de 
contrabando, y de no autorizarlo el gobierno, lo seguirán haciendo. 
No tardaron en responderles 
varias organizaciones sociales y campesinas de Chihuahua, entre ellas Contec, 
Unorca, El Barzón y el Frente Democrático Campesino: en Chihuahua evolucionaron 
cuando menos cuatro variedades de maíz originario: apachito, gordo, azul y 
cristalinos. Les demuestran la contaminación de transgénicos encontrada en la 
Tarahumara, lo irresponsable que resulta promover la siembra de los mismos y lo 
engañosas que son sus pretendidas ventajas. Además, documentan la ignorancia de 
los transgenistas rebeldes: les informan que el “transgénico” sembrado que 
mencionan no es sino un híbrido importado. 
Llaman la atención los 
destinatarios del lavado de cerebro de Monsanto: la Unipro es una 
organización de maiceros de riego, sobre todo menonitas*, primera beneficiaria y 
gran concentradora de los apoyos a la comercialización brindados por Secretaría 
de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) 
en Chihuahua, muy favorecida por funcionarios panistas**. Agrodinámica Nacional, 
por su parte, ha realizado fuertes movilizaciones por la reducción de tarifas 
eléctricas para riego agrícola, pero, a la vez, protege a productores, también 
menonitas, que están abriendo nuevas tierras al cultivo en Chihuahua, que 
perforan y extraen agua en las zonas de libre alumbramiento sin control de la 
sustentabilidad de los recursos y del cambio de uso de suelo. 
Otros aliados de la 
trasnacional son productores de algodón, que emplean semillas transgénicas. 
Monsanto presenta en su sitio 
Web las 
opiniones favorables de algunos de ellos y se precia de que en 2006 se sembraron 
en México 100 mil hectáreas de algodón y soya “biotecnológicos”. 
Como la Sagarpa , 
Monsanto discrimina dos grandes tipos de agricultores en México: los 
prósperos, altamente capitalizados, enormemente favorecidos por los programas 
federales, y los agricultores campesinos, rezagados, reducidos a la subsistencia 
y confinados a los “programas sociales” mientras migran o se mueren. A los 
primeros, a quienes ya tienen inoculados o son susceptibles de inocularles los 
genes del lucro, del uso de la tierra y el agua como recursos desechables, del 
racismo productivo, alimentario o social, a ellos dirige su estrategia de 
modificación cerebral. Ellos a fin de cuentas serán quienes engorden sus 
ganancias más allá de consideraciones de sustentabilidades o soberanías. 
  
Víctor M. Quintana 
La Jornada 
2 de octubre de 2007 
 
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