Colombia

 

¿Cómo controlar los transgénicos?

La estrategia 'Terminator'


Con la autorización para sembrar maíz transgénico en Colombia, se inaugura uno de los debates más apasionados en la era de la ingeniería genética: prohibir o permitir las semillas suicidas o "Terminator" como las catalogan sus detractores.

 

El terror de los ecologistas en el mundo y de varios millones de agricultores es un conjunto de genes que Greenpeace bautizó como "Terminator" (exterminador). Se trata de un desarrollo genético salido de los laboratorios del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos y en manos de las empresas semilleras que permiten volver estériles ("castrar") los cultivos transgénicos.

El experimento que pretendía evitar que el polen de las plantas transgénicas viajara y se mezclara con el de otras plantas tradicionales produciendo híbridos, muy pronto se convirtió a los ojos de las multinacionales en la promesa de grandes fortunas. Si las plantas de maíz transgénico eran "castradas", los agricultores se acercarían obligatoriamente antes de cada siembra a sus tiendas para comprar nuevas semillas. La polémica en Europa y otros países se hizo tan aguda, que multinacionales como Monsanto prometieron no usarla (por ahora).

Transgénicos en Colombia

Colombia entró en la era de los cultivos modificados en 2003 cuando se autorizó la liberación del algodón resistente a plagas de lepidópteros. Pero sólo hasta principios de marzo de este año, el Ministro de Agricultura, durante un consejo comunitario, anunció que el país daba un paso más en ese camino y permitiría la siembra controlada de maíz transgénico en el Alto Magdalena y en el Caribe Húmedo comercializado por las empresas Monsanto y Dupont.

Una decisión que ya se temían los indígenas de Córdoba y Sucre. Por esto, en octubre de 2005, más de 300 líderes y autoridades indígenas zenúes en estos dos departamentos, habían firmado una declaración en la que anunciaban a sus resguardos como territorios libres de transgénicos. Manifestaron su preocupación a que la invasión de transgénicos afectara los cultivos criollos que cuentan con más de 25 variedades de maíces.

Pero las cosas se precipitaron a favor del maíz modificado desde que el presidente de los Estados Unidos, George Bush, anunció que el gobierno le apostaba a reducir en un 20% el consumo de gasolina, sustituyéndola por biocombustibles en los próximos 10 años.

Rápidamente, los mercados y las bolsas registraron los efectos de sus palabras: los precios del maíz, la caña de azúcar, la palma aceitera y otros productos de los que se derivan biocombustibles se dispararon. En México se encarecieron de la noche a la mañana las tortillas de maíz y en los supermercados colombianos el precio de las arepas se resintió. Kellogg's, la compañía más grande de cereales, se sumó a los reclamos.

El precio por tonelada de maíz pasó en Colombia de $450.000 a más de $800.000 en menos de un año. Siendo importadores natos de este grano -anualmente el país recibe desde Argentina y Estados Unidos 'containers' con dos millones de toneladas de maíz- y con precios tan altos, la balanza comercial peligraba. Autorizar la siembra controlada de maíz transgénico (maíz Bt y maíz resistente a glifosato), productos estrella de la revolución biotecnológica, se convirtió en prioridad para el Gobierno pues permitiría alentar la siembra del grano en el país (…)
 

Pablo Correa

El Espectador

3 de abril de 2007


NdE:
Agradecemos al Grupo Semilla el envío de este artículo

 

   

 

 

 

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