De Rusia a El Salvador

La mala leche de Nestlé

Anatoly, un dirigente sindical ruso de la planta de Timashevsk despedido arbitrariamente, los/as portadores/as de LER de Araras, Brasil, y los empleados arrojados a la calle en Ilopango, El Salvador, tienen algo en común: son trabajadores globalizados por la Nestlé con su curioso criterio de relaciones laborales: úselo y tírelo.

 

Nestlé es la mayor empresa mundial en el área de alimentación. Está implantada en más de 80 países, posee casi 500 fábricas y emplea a más de 200 mil personas. Sus fabulosas ganancias provienen, entre otros aspectos, de sus ventas a escala planetaria, de su capacidad de fijar precios como gran consumidor de materia prima agrícola, de la aplicación de sistemas productivos que, a pesar de los reglamentos escritos y las bellas declaraciones de buena conducta y ética empresarial, se basan en la superexplotación de sus trabajadores/as.

 

En la mayor parte de las plantas de Nestlé los seres humanos son el mal necesario que se debe soportar para alimentar las máquinas que producen sin quejas, sin sindicatos, sin justicia laboral. Al contrario de los humanos, las máquinas se dejan cambiar, discontinuar, desafectar sin ninguna oposición. Las personas, en cambio, suelen ser un constante dolor de cabeza.

 

Véase, si no, el reciente caso ocurrido en la planta de Timashevsk, en Rusia. Anatoly Shulga trabaja en esa fábrica desde hace una punta de años, la conoce del derecho y del revés, por eso sus compañeros/as lo designaron al frente de la comisión de seguridad laboral y salud, y por si esto fuera poco, además presidente del sindicato. Su oficio es conducir un elevador de horquilla. Entre otras anomalías de riesgo para los/as trabajadores/as, desde hacía tiempo Anatoly venía denunciando ante la empresa que el sistema de carga improvisado que se estaba utilizando para reemplazar baterías, en lugar del equipamiento profesionalmente adecuado, era extremadamente inseguro. Dos ingenieros de la empresa se habían sumado al reclamo de Anatoly pidiendo que se eliminara ese riesgo. Pero la Nestlé de Timashevsk continuó sosteniendo la posición de que ese equipo demasiado caro. El precio de esta negativa, por supuesto, la pagó un operario el 1 de febrero de 2004, quien se lastimó severamente un dedo mientras intentaba conectar una batería que estaba siendo colocada por Anatoly con una apiladora eléctrica, equipamiento que fue obligado a usar sin haber recibido ningún entrenamiento para ello. El trabajador lesionado no tenía guantes de protección y estaba trabajando desde hacía doce horas. Era obvio que la responsabilidad del accidente residía en el equipo inadecuado, pero la empresa aprovechó la ocasión: responsabilizó a Anatoly y lo despidió sin más trámite.

 

De nada valieron las protestas del sindicato, que recordó que siendo Anatoly presidente electo del sindicato no se lo puede despedir sin el acuerdo de la organización gremial.

La circunstancia que está detrás de este despido, dicen sus compañeros/as, es que actualmente se está desarrollando una pesada negociación para renovar el convenio colectivo, y Anatoly es una pieza clave en el grupo de trabajadores/as que participan en la discusión sobre la participación sindical en temas de seguridad y salud.

“Anatoly –dicen sus compañeros- no está siendo despedido por un accidente laboral menor, sino porque como dirigente sindical y miembro del comité de seguridad ha estado luchando para mejorar las condiciones laborales, incluidas las condiciones de salud y seguridad que han causado lesiones a los trabajadores”.

 

Pero la filial de Timashevsk no es una excepción. La Nestlé de Araras, estado de São Paulo, Brasil, mantiene una política productiva que se parece a una masacre humana. Decenas, tal vez centenares, de trabajadores/as de esta planta padecen Lesiones por Esfuerzo Repetititvo (ler), una enfermedad laboral causada por el exceso de velocidad e intensidad en los movimientos de la cadena de producción, así como por la cadencia que impone una reducción drástica de personal junto con un incremento de la producción. Las LER son muy dolorosas e impiden que la persona afectada pueda realizar movimientos cotidianos como peinarse el cabello o lavar la vajilla, y a partir de su forma crónica es irreversible. Las víctimas de LER lo son para el resto de sus vidas. La actitud de la Nestlé es despedir sistemáticamente a los/as trabajadores/as afectados/as. Recientemente se ha formado una Asociación de portadores de LER de Araras desde donde los/as damnificados/ han comenzado a reclamar sus derechos recurriendo a la justicia.

Estos extrabajadores/as de la Nestlé de Araras, y probablemente muchos de los que aún trabajan allí, sienten incesantes dolores pero callan para no perder el empleo, se deben haber preguntado si el presidente de Brasil, Luis Inacio “Lula” da Silva estaba al tanto de esta política arrasadora de trabajadores/as cuando la pasada semana concurrió a Araras a inaugurar un nuevo sector de la planta de Nestlé y estrechó las manos de centenares de trabajadores/as, seguramente muchos/as afectadas por LER. Allí, Lula afirmó que estará siempre junto a la Nestlé, porque fue la primera empresa que respondió positivamente a su demanda para apoyar el Plan Fome Zero. “La Nestlé –finalizó Lula- representa todo lo bueno que quiero para Brasil”.

Anatoly y las víctimas de LER, y seguramente muchos otros como ellos que enfrentan las prácticas antisindicales y prepotentes de la Nestlé esperan que algo cambie y luchan para eso.

 

La oficina de la UITA en Moscú está apoyando las demandas del sindicato local Nestlé en favor de la reincorporación de Anatoly Shulga. La secretaría general de la UITA intervino ante las oficinas centrales de Nestlé en Vevey en apoyo de su reincorporación y de la subsanación de los riesgos de seguridad en la planta.

 

La secretaría regional para América Latina (Rel-UITA), por su parte, envió una carta al director de Recursos Humanos de la Nestlé, Paul Broeckx, en la cual señaló que la transnacional en Timashesk “se empecina en hacer conocer las virtudes del capitalismo real a los trabajadores rusos”. Y agregó que “Seguramente la gerencia en Timashesk persistirá con sus presiones para que ni el sindicato ni su comité de salud deterioren la imagen de su representada. Aunque los trabajadores continúen lesionándose, ello no debe dañar vuestro manifiesto publicitario sobre las bondades de trabajar en Nestlé y sobre las ventajas de la globalización, según palabras de Peter Brabeck-Letmathe: '…si puedo convertir a cada uno de los 255 mil empleados de Nestlé en embajadores de la globalización, entonces ese será un gran paso adelante'.

Mientras tanto, nosotros aquí, en esta región, señor Broeckx, continuaremos dando a conocer la real cara de Nestlé. Seguiremos al lado de las portadoras y portadores de lesiones por esfuerzo repetitivo en vuestra planta de Araras y de la ex fábrica de São Luiz en Brasil. Recordaremos el aniversario del primer año del cierre de la planta de Ilopango en El Salvador, donde 97 trabajadores quedaron en la calle de un día para otro sin previo aviso. A este collar de irrespeto y violencia,  anexaremos esta nueva perla proveniente de Timashevsk”. 

 

 

Carlos Amorín

© Rel-UITA

12 de abril de 2004

 

 

 

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