La 
transnacional es acusada de complicidad con la criminal dictadura 
militar argentina de los años 70.
 
Hace 60 años, 
en un mundo que recién salía del horror de la guerra, se firmaba en París la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde se reconocía por 
primera vez y con vigencia mundial las libertades personales y la igualdad 
entre los seres humanos. 
 
Cincuenta años 
más tarde, la irlandesa Mary Robinson, en su condición de Alta 
Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, aseguraba 
que “la profesionalización de la Responsabilidad Corporativa entre las 
empresas globales ha provocado el desarrollo de los Derechos Humanos”.
 
De ahí en 
adelante las empresas, especialmente las transnacionales, vienen 
relacionando sus negocios con el respeto a los derechos humanos y con la 
Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Vinculan la responsabilidad 
social al desarrollo de las actividades de la empresa y aseguran asumir la 
responsabilidad de los impactos que generan, creando con ello valor para sus 
accionistas y la sociedad a través del empleo de buenas prácticas. Este 
discurso, en la mayoría de los casos apunta más al marketing que al 
compromiso social, pero de todas formas resulta evidente que la RSC debe 
estar íntimamente ligada a  los derechos humanos.
 
Somos de la 
opinión que para juzgar las intenciones actuales de algunas empresas, es 
necesario que éstas aclaren su postura sobre los derechos humanos durante la 
época de plomo vivida en nuestra región. Es el caso, por ejemplo, de la 
complicidad empresarial con la última dictadura militar en Argentina 
(marzo 
1976-diciembre 1983). Allí, entre otros ejemplos, encontramos:
 
-    Ford 
Motors Argentina – 
Entre marzo y 
mayo de 1976 fueron secuestrados 25 delegados sindicales. La relación entre 
la empresa y los militares -en un campo de deportes de la planta de 
Pacheco llegó a funcionar un centro clandestino de detención- quedó 
plenamente demostrada en las acciones judiciales posteriores. 
 
-    Ingenio 
Ledesma – 
En este ingenio azucarero ubicado en la provincia de Jujuy,  Luis 
Ramón Aredez, médico del ingenio, fue secuestrado por las fuerzas 
armadas en mayo de 1977 en una camioneta que lucía el logotipo de la empresa 
y nunca más apareció. A partir de 1976 comenzó una serie de secuestros de 
trabajadores, estudiantes, amas de casa, sindicalistas y profesionales, en 
la mayoría de los casos con la participación de vehículos de la empresa. Los 
secuestrados fueron recluidos en diferentes centros clandestinos donde 
fueron torturados. Entre estos centros se encontraba el del escuadrón 20 de 
gendarmería nacional, ubicado dentro del predio de la Empresa Ledesma.
 
-    Mercedes 
Benz – 
La planta de González Catán (Provincia de Buenos Aires) fue la 
primera filial de esta empresa alemana en el exterior. Vinculada al nazismo, 
en su país de origen utilizaba mano de obra de polacos y judíos en 
condiciones equivalentes a la esclavitud, en Argentina no dudó en 
suscribir la tesis de los militares sobre la existencia de una “guerrilla 
industrial”, la que había que eliminar. 17 trabajadores de Mercedes Benz 
fueron secuestrados durante la dictadura -solamente tres volvieron a 
aparecer- y la participación de la empresa en la represión está documentada 
en varios testimonios2.
 
¿También Nestlé?
 
Acaba de ser 
presentado en Argentina el libro “Un Tiempo Ayer Ceniza” de 
Jorge Cadús y Facundo Toscanini con historias de la dictadura en 
la provincia de Santa Fe. 
El pasado 4 de diciembre ARGENPRESS.info 
publicó una 
entrevista que Andrés 
Sarlengo le realizó a 
Jorge Cadús 
y de la cual extraemos el siguiente pasaje3:
 
 
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• Andrés Sarlengo 
- Poco se sabe que la Triple A hizo de las suyas en el sur 
santafesino. ¿Podés recordar al “Negro” Vázquez? 
  
• Jorge Cadús 
- Ángel Vázquez, “el Negro”, era el Secretario del 
Sindicato de la Alimentación de Firmat. Había llegado a la 
ciudad obrera desde Los Molinos, donde había nacido, en 1940. Llegó 
a Firmat hacia 1964, buscando trabajo, con experiencia como 
maquinista en buques de carga, y entró a laburar en la sección de 
máquinas de 
Nestlé, 
la multinacional que había llegado hacia 1951 a la ciudad. Junto a 
compañeros como José Sánchez y Pablo Sarquís fueron el 
motor del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la 
Alimentación de Firmat. Incluso en su casa de la calle 
Independencia se concretaron las primeras reuniones. El testimonio 
de muchos de sus compañeros lo recuerdan como una persona íntegra, 
que jamás negociaba los derechos de los trabajadores. Por entonces
Firmat era conocida como “el colmenar de industrias”, apoyada 
en el desarrollo del agro y las múltiples industrias como 
Hugrimaq, Alcal, Budassi, Durany, 
Metalúrgica Indar, Flopermi, y la presencia de dos firmas 
muy fuertes: 
Nestlé 
y Roque Vassalli, cuyo fundador era por entonces intendente 
de la ciudad. Con Vázquez a la cabeza, el Sindicato trabaja 
por el local propio, planea construir un sanatorio, una farmacia 
sindical, arranca a la empresa en esos años el pago del 100% por 
horas extras, del 300% por trabajo en días feriados. Y al mismo 
tiempo, el Negro intentaba organizar una CGT Regional 
que reuniera a los sindicatos de la zona sur de la provincia, 
enlazado incluso con la regional de Venado Tuerto de la UOM. 
Toda esa acción gremial lo pone en la mira tanto del poder político 
regional, como de la llamada burocracia sindical y -obviamente- de 
los ejecutivos de las grandes empresas de la región. Así, Vázquez 
sufre una serie de atentados y amenazas, hasta que en la madrugada 
del viernes 18 de julio de 1974 una camioneta lo atropella cuando 
iba hacia el trabajo. El 2 de agosto, Vázquez muere. Su 
muerte se da en el marco de un terrorismo paramilitar que avanzaba 
contra los sindicatos clasistas: hay que recordar que sólo en 1974 
son asesinados 25 activistas sindicales. Los compañeros de 
Vázquez señalan que los responsables de su muerte son quienes 
formaron parte de la organización conocida como Triple A. Por 
un lado, un trabajador hoy jubilado relata que el mismo Jefe de 
Personal de Nestlé, de apellido Dulcich -que otros 
testimonios señalan como mano de obra pesada del mismo Roque 
Vassalli- reconoció antes de morir que había mandado a matar a
Vázquez 
[…].
 
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La responsabilidad social no 
es un ropaje que se pone y se saca según convenga. No está mal que ahora las 
empresas hagan profesión de fe con la RSC, pero en casos como los 
anteriormente comentados es imprescindible que efectúen una autocrítica y, 
de ser necesario, pidan perdón a la sociedad. Recién entonces creeremos en 
que la pregonada RSC es una actitud asumida con honestidad.