Con el uruguayo Daniel Viglietti

(primera parte)

El hilo cultural

 

 

 Referente de la música popular latinoamericana, en particular de lo que en un tiempo se llamó "canción de protesta", el cantautor uruguayo Daniel Viglietti es también un incansable hacedor cultural. En esta primera parte de una entrevista concedida al cumplirse 20 años de su retorno a Montevideo tras un largo exilio, Viglietti habla de su formación como músico.

 

 

-¿Qué heredaste musicalmente de tu papá y de tu mamá?

 

-De mi madre toda una formación musical muy completa, profundamente ligada a la música llamada culta, aunque esas palabras son opinables, pero bueno, para entendernos, la música mal llamada culta, mal llamada clásica.

 

-¿Pianista, ella?

 

-Pianista. Lyda Indart, originaria de la ciudad de Fray Bentos, hizo una carrera muy importante dirigida por Erich Kleiber, aquí se formó con Guillermo Kolischer, pero estudió con Walter Gieseking, y después trabajó varias décadas en Europa hasta que yo la convencí de venir a Montevideo. Y acá está, sacó un disco en el sello Ayuí-Tacuabé con obras latinoamericanas y es un tronco de influencias. Mi padre, por su lado, me influyó desde la guitarra, sobre todo de la guitarra de proyección folclórica. Él tocaba obras de Abel Fleury y de muchos compositores uruguayos como Alberto Carbone de Paysandú, como Alberto Ulián de San José, gente que con el paso del tiempo van lentamente siendo reconocidos como compositores. Con mi madre entré a escuchar discos con música de Stravinsky, de Debussy, de Ravel, de Manuel de Falla, de Beethoven, etcétera, pero sobre todo me impactó mucho Stravinsky a través de una película "Fantasía", de Walt Disney, que impresionaba mucho a los niños de la época. En cambio, mi padre, Cédar Viglietti, me traía discos, siempre esos discos frágiles de 78 revoluciones con la voz de Gardel, la voz de Magaldi, Los Trovadores de Cuyo, cosas que me fueron vinculando con la música popular del sur, del Cono Sur y en particular del Río de La Plata. Hasta que llega Tormo, que viene de allá de San Juan, en la Argentina, cerca de Mendoza. Tormo me fascinó y sin que yo me diera cuenta, imitando sus discos me hizo descubrir lo que era cantar, siendo un niño de 9, 10 años. Por eso siempre se lo agradeceré y pude homenajearlo en público cuando poco tiempo antes de morir volvió a la fonoplatea de Radio Nacional (Argentina) y yo le canté algunas de sus canciones. El también compuso algunas cosas, como “Puentecito de mi río”, famosa en su momento. Fue él que difundió “Mis Harapos”, una canción de corte anarquista muy importante. Y luego está Atahualpa Yupanqui, que le gustaba tanto a mi madre como a mi padre. Atahualpa ha sido un maestro de esos que no dan clase directa pero de los que uno aprende mucho.

 

-Tenés varias facetas: realizador de radio y televisión, profesor de guitarra, cantante, periodista. ¿Cómo congeniás todo eso? ¿Es cierto que siempre llevás contigo un grabador?

 

-Ahora ando con el grabador aquí, porque después de esta entrevista voy al Teatro Solís a escuchar el estreno de una obra del compositor, musicólogo y docente uruguayo, Coriún Aharonián y tengo ganas de intentar hacer una toma que no va a ser profesional pero servirá para conservar el registro. De mi lado yo he trabajado con un hilo cultural. Con el hilo cultural he hecho canciones, con el hilo cultural he hecho radio difundiendo música de otros, literatura, a veces hasta pintura, cuando he entrevistado gente como el ecuatoriano Guayasamín, o psicoanálisis, cuando entrevisté a Marie Langer. El hilo es el mismo, y tiene que ver con la cultura y con la comunicación. Los instrumentos cambian, es la guitarra o es un micrófono o es una máquina de escribir -que ahora ya es una computadora-, pero el trabajo es el mismo. Yo digo que si mañana no pudiera cantar, me apenaría, pero escribiría, y si no pudiera escribir, me apenaría pero filmaría. En lo cultural los instrumentos pueden cambiar, pero yo me puedo ir adaptando a diferentes maneras de expresión.

 

-¿Es una de las razones por las que has grabado pocos discos en 40 años de trayectoria?

 

-No soy muy prolífico -no me caracterizo por componer montañas de canciones rápidamente-, pero también se agrega esa diversidad de tareas que encaro. Ahora, por ejemplo, estoy haciendo televisión en el canal municipal de Montevideo TV Ciudad, con el programa “Párpado”, que también podría llegar a emitirse en Argentina. Ha sido un trabajo muy fuerte, muy absorbente. Es un ciclo de cerca de 20 programas donde he narrado cómo nacen las canciones, las he interpretado, he entrevistado gente que de alguna manera tiene relación con esos nacimientos, y eso ha sido causa de que se demore un disco que ahora sí, entre viajes que tengo previstos, me voy a meter a desarrollar. A la vez estoy haciendo un programa radial, “Tímpano”, tanto en Uruguay, en radio El Espectador, como en Argentina, en Radio Nacional, y en Francia, en FM Paris Plurielle. En este último caso es un trabajo totalmente voluntario, ya que no cuentan con medios y se trata de una emisora solidaria, para una audiencia latina, de hispanoparlantes, de franceses que hablan español y pueden seguir el programa.

 

-Contás con un archivo musical incalculable en cantidad y en valor al que denominaste Memoria Sonora de América Latina.

 

-Tiene que ver sobre todo con testimonios de músicos y escritores, de diálogos con ellos. Es un acumulado de 40 años de trabajo. Es muy grande y afortunadamente ya lo he duplicado y lo tengo seguro de todo riesgo. De allí voy extrayendo yo diría partículas que son las que uso en los programas. Extraigo muy poquito. A veces de un diálogo con Cortázar que dura 1 hora utilizo 10 minutos, o de los varios diálogos y horas grabadas con Yupanqui tal vez 5 minutos.

 

-Un amigo personal mío, Rubén Blades, que desde el 1 de setiembre es ministro de Turismo del nuevo gobierno de Panamá que preside Martín Torrijos, me decía que de su música se desprende lo que él es como persona. Creo que tu caso es similar en ese sentido.

 

-Creo que sí. Cuando me preguntan políticamente qué soy, de alguna manera me remito a mis canciones. De mis canciones, no con uno o dos, ni con cuatro líneas que parezcan una especie de definición sino con el conjunto de mis canciones se ve lo que soy políticamente, lo que uno trata de ser humanamente: alguien que puede cantar a la liberación, que puede cantar a la necesidad de cambiar la sociedad pero que también puede cantar una canción de cuna, una canción de amor, puede cantar a un paisaje. En ese sentido, los que me conocen me sectorizan mucho en el repertorio más comprometido, pero también soy el autor de “Negrita Martina”, de "El Vals de la Duna”, “Milonga de Santa Lucía”. No reniego de eso, lo he hecho, lo asumo, me encanta. Como tampoco reniego y asumo lo que he hecho desde el punto de vista de una canción comprometida con la realidad.

 

-¿Tus comienzos fueron más poéticos como autor e intérprete?

 

-La parte poética se fue desarrollando en el discurrir de mi carrera, porque yo al comienzo trabajaba mucho con letras de otros. Al principio, en el 57, hice todo yo pero después tuve un período, entre el 60, 61, empecé a musicalizar a Nicolás Guillén, a García Lorca, a cubanos (la Revolución Cubana nos conmocionó mucho), a poetas como Vallejo, Alberti, uruguayos como Idea Vilariño, Mario Benedetti, con quien además he trabajado en vivo, Washington Benavides, Juan Cunha, Líber Falco, Circe Maia, Juan Capagorry, con quien hice un disco entero que se llamó “Hombres de nuestra tierra”. No musicalicé nada de él, pero también trabajé mucho con Eduardo Galeano.

 

Todo eso me permitió una práctica de la letra desde otros que en estos últimos tiempos, largos ya, me han hecho afirmarme en mi propia letra. Poéticamente me siento más entero, y prácticamente no escribo sobre letras de otros. Porque no me da la vida, y trato de que lo que escribo sea con mi letra para decir lo que quiero expresar.

 

-¿Cómo definiría la solidaridad alguien como vos que siempre la ha practicado, dentro y fuera del país?

 

-¿Qué es el agua?, le preguntaron a la sed. Es algo tan natural la relación del agua con la sed. Si vos le preguntas al agua qué es la sed o a la sed qué es el agua es un hecho, un vínculo natural. Yo creo que el ser humano y la solidaridad tendrían que ser como el agua y la sed, un vínculo totalmente natural. El mundo ha sido construido socialmente en base a otros dominios que generan otros parámetros, intereses, explotaciones. No voy a decir discursos políticos ahora, pero se sabe de qué estoy hablando, y eso hace que la solidaridad sea algo tan particular que haya que preguntarlo como si fuera un pájaro raro en el monte. No es un pájaro raro en el monte, lo han vuelto eso. La solidaridad es algo natural, un ser humano que quiere ayudar a otro, que sabe que lo que da, recibirá, que es un dar y recibir, que es un diálogo humano, que es ayudar al que necesita más, ser fraterno, preocuparse por situaciones duras que hemos tenido. Cuando yo practiqué más la solidaridad fue sobre todo en los tiempos en que había presos políticos, que había torturados y muchos en el exilio. También lo hice en aquellas décadas de un Uruguay que era democrático pero cuya democracia tenía grandes limitaciones y había que ayudar a cantidad de sectores que trabajaban por cambiar la sociedad, que luchaban de diferentes maneras. Había diferentes posturas, pero bueno, todas eran por cambiar la sociedad, por buscar más justicia. Y hoy, acaso, ¿no estamos peor que antes de la dictadura? La dictadura fue lo atroz que fue, y fue el peor período de la historia del país, pero en este momento estamos peor que en la democracia aquella, previa a la dictadura, porque hay más pobreza, hay más corrupción, todo está como exacerbado, todo es mucho más duro. Lo que pasa es que no hay el mismo momento de respuesta, hubo un castigo muy duro que dio la dictadura a la gente y eso subsiste. Lo que se hizo con la educación fue devastador, muy grave, muy serio. El momento es terrible, pero también hoy la solidaridad aflora, se ve, se respira en determinada gente. Encontrarme por ejemplo con la mamá de Fernando Morroni, un joven que fue asesinado vilmente en 1994, en plena democracia, frente al Hospital Filtro, donde habíamos ido a protestar porque no se les daba derecho de asilo a ciudadanos vascos que hacía años estaban en Uruguay. Yo fui a esa manifestación a defender el derecho de asilo, y sin embargo allí vino la represión que vino. Y la hizo un gobierno del mismo partido, el Nacional o Blanco, que ahora se plantea como alternativa del neoliberalismo. Para mí los partidos tradicionales, el Blanco y el Colorado, que hoy está en el gobierno, son dos colores de la misma realidad. Cuando uno encuentra a la mamá de Fernando Morroni, ¿cómo no ser solidario con ese sentimiento? Cuando uno se encuentra con hijos de los desaparecidos, ¿cómo no ser solidario? Ahora estuvimos armando un programa con varios de los hijos de desaparecidos. Yo voy a cantar la canción de Circe Maia “Otra voz canta” y van a estar ellos en diálogo conmigo. Cuando uno (alguien) no es solidario con gente como esta quiere decir que ya el agua humana de esa persona está totalmente seca.

 

-Nombraste el agua, un recurso fundamental.

 

-Siempre digo que el agua es de Pedro, María, de Juan y José, como cuando canto “A Desalambrar”. El agua es una riqueza cada vez menos del futuro, ya empieza a formar parte del presente, hay que defenderla, no es negociable. Por eso va a ser muy importante la instancia de votar la Reforma Constitucional el 31 de octubre*.

 

 

Rubén Yizmeyián

© Rel-UITA

9 de setiembre de 2004

 

 

 

* En esa fecha, simultáneamente a históricas elecciones legislativas y presidenciales en las que por primera vez la izquierda es dada como favorita para alcanzar el gobierno en Uruguay, los ciudadanos deben pronunciarse en un plebiscito acerca de si aceptan o no inscribir en la Constitución una cláusula que imposibilite la privatización de los servicios de agua potable.

 

 

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