República Dominicana

Un país al borde del abismo

 

Los días 28 y 29 de enero, la República Dominicana se enfrenta a una nueva convocatoria de huelga general realizada por una amplia plataforma que agrupa todo tipo de organizaciones sociales, sindicales, profesionales y políticas, en repulsa por la tremenda situación económica que el país caribeño atraviesa. Se trata de la mayor crisis en la historia de la nación, sin duda, con una inflación disparada que ha llevado a más de la mitad de la población a niveles de desnutrición no conocidos jamás, con un dólar disparado por encima de los 50 pesos dominicanos y el pan a 5 pesos. Desde hace varios meses, barrios enteros, cuando no ciudades enteras se quedan sin electricidad varios días y el sistema de transporte colectivo, basado en la empresas de autobuses privadas y una deficiente organización estatal se ve paralizada por falta de combustibles o por el alza diaria de los mismos.

 

La mayor parte de las voces se alzan contra un hombre: Hipólito Megía, presidente de la República Dominicana, desde hace casi cuatro años.

 

El actual mandatario llegó encabezando la candidatura del entonces fuerte y popular Partido Revolucionario Dominicano (PRD, de tendencia socialdemócrata), tras muchos años de gobiernos de la derecha ex trujillista y del Partido de la Liberación Dominicana (PLD, de tendencia de izquierda), cuyo presidente Leonel Fernández aplicó una política económica auspiciada por el todopoderoso Fondo Monetario Internacional.

 

Las esperanzas puestas en el PRD de Megía por amplios sectores populares, casi cuatro años después, se han evaporado. El PRD está roto en tres o cuatro facciones y Megía se empeña en ser de nuevo el candidato a la Presidencia en las elecciones del mes de mayo próximo.

 

El país se encuentra al borde del abismo, el hambre y la desesperación empuja cada día a miles de personas hacia la delincuencia para sobrevivir y miles y miles de dominicanos miran hacia Estados Unidos, Puerto Rico y España para poder emigrar y salir del caos en que está sumido el país.

 

Un país en que nadie explica cómo se invierten en mejorar las condiciones de vida del pueblo las ingentes sumas de remesas que los casi dos millones de emigrantes envían (de una población oficial que no pasa de los once millones) y las enormes cifras que deja el próspero negocio del turismo, en manos casi siempre de empresas españolas, italianas o estadounidenses.

 

Cuando se escriben estas líneas, la Universidad de Santo Domingo vive grandes disturbios protagonizados por grupos de estudiantes en protesta por el alza de todo tipo de tasas y precios de los servicios y productos más elementales. En barrios populares del entorno de la capital, verdaderos cinturones de miseria y de desesperación que no aparecen nunca en los folletos y en las rutas del turismo, la Policía y el Ejército se enfrentan con armas de fuego a una población que poco tiene que perder. En los últimos meses, cada protesta popular ha terminado con la consecuencia de varios muertos, centenares de detenidos y en ciertos casos, denuncias de torturas o de ejecuciones extra legales a manos de elementos de las fuerzas de seguridad.

 

En medio de esta situación, los rumores sobre ciertas intenciones de algunos de los mandos de las fuerzas armadas hacen recordar a muchas etapas del pasado, mientras que otros se apresuran a mirar hacia la sede de la embajada de estados Unidos en Santo Domingo, en busca de apoyos, más o menos abiertos, para propiciarse como alternativa electoral y política al actual presidente.

 

El problema es que la mayor parte de las capas populares no cree ya en nadie y se prevé una de las mayores cifras de abstención de la historia en los próximos comicios, a pesar de que será la primera ocasión en que los miles de dominicanos desperdigados por medio planeta puedan votar desde los consulados en cada país donde residen.

 

La división del PRD ha llegado también a España, y hace unas semanas, se celebraron dos convenciones separadas de los partidarios de Megía y del actual presidente del Partido, Hatuey de Camps, que ha pedido la salida inmediata del primero, a quien acusa de llevar el Partido a su destrucción y el país a la ruina. En los estatutos del PRD se prohíbe de forma expresa la reelección de un candidato presidencial.

 

Las próximas jornadas serán decisivas y hasta trágicas si no cambia el rumbo del maltratado país, nada parecido en su realidad con la imagen idílica que venden las agencias de viajes.

 

 

César Jara

Convenio La Insignia - Rel-UITA

28 de enero del 2004

 

 

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