Monterrey: Cumbre de las Américas
El suspiro del león |
La “Declaración de Nuevo León”, firmada por los jefes de
Estado de las Américas, es apenas un suspiro de intenciones
sin propuestas prácticas concretas, dejando vigentes todas
las contradicciones entre metas sociales y comerciales que
encierra la negociación del ALCA.
Aunque la Cumbre de Monterrey fue convocada para darle una
cara social al proceso del ALCA, y para avanzar en temas
como la pobreza o la gobernabilidad, los presidentes no
lograron que la “Declaración de Nuevo León” alcanzara esas
metas.
El documento señala que los presidentes consideran que el
bienestar de los pueblos de las Américas dependen de tres
metas estrechamente relacionadas: crecimiento económico con
equidad para reducir la pobreza, desarrollo social y
gobernabilidad democrática. A partir de esas ideas, la
Declaración de Nuevo León aborda muchos temas, desde la
participación de las pequeñas y medianas empresas hasta la
reforma del sistema financiero internacional, desde la
defensa de los derechos de propiedad hasta proclamar la
importancia del papel de la mujer, del apoyo a los pueblos
indígenas hasta el combate contra el SIDA.
Algunas cuestiones estuvieron bajo fuerte discusión entre
los gobiernos. Entre ellas se encontraba la propuesta de
Venezuela de un fondo solidario basado en las requisas
contra el narcotráfico, y que finalmente no se aprobó. En
cambio, aparecieron varias declaraciones de lucha contra la
corrupción, en especial invocando a la Convención
Interamericana contra la Corrupción, aunque sin llegar al
extremo de una suspensión de la OEA, como solicitaba
Washington. También se contempló la inquietud de Estados
Unidos de invocar la lucha contra el terrorismo, incluyendo
un llamamiento a que las naciones del hemisferio ratificaran
la Convención Interamericana contra el Terrorismo.
Finalmente se incluyó el llamado a reducir por lo menos a la
mitad el costo de las transferencias de remesas que los
inmigrantes mandan a sus países de origen, a más tardar en
el 2008.
Sobre el texto referido al ALCA, que tanta expectativas
despertó en estos días por la resistencia de Brasil y
Venezuela a incluirlo, tal como reclamaba Estados Unidos.
Las negociaciones de Monterrey terminaron volcándose a favor
de Washington. Se pasó entonces a una segunda trinchera en
la discusión diplomática enfocada en mencionar o no la fecha
de implementación del acuerdo hemisférico en el 2005; en ese
caso prevaleció la posición de Brasil y no se menciona una
fecha.
Enfocar el análisis sobre quién logró más ventajas en el
encuentro, o quién triunfó, puede ser un ejercicio estéril.
De hecho en Estados Unidos
Los Angeles Times
titulaba el miércoles 14 que la “nueva izquierda” de América
Latina desafía a Bush, mientras el
New York Times
advertía que la declaración final no le otorgó al presidente
“precisamente lo que buscaba”. Por otro lado, podría decirse
que Washington obtuvo “casi todo” lo que buscaba, y en
especial mantener en marcha el proyecto ALCA, y de la misma
manera, habría que reconocer que buena parte del continente
lo apoya (al menos Canadá, México, casi toda América
Central, varios países andinos, Chile y Uruguay).
En efecto, el texto final aborda el ALCA estableciendo que
los presidentes reconocen “los avances logrados hasta la
fecha para el establecimiento” de esa área, y toman nota con
“satisfacción de los resultados equilibrados de la VIII
Reunión Ministerial del ALCA realizada en Miami en noviembre
de 2003”, apoyan “el acuerdo de los ministros sobre la
estructura y el calendario adoptado para la conclusión de
las negociaciones para el ALCA en los plazos previstos, que
fomentará, con la mayor eficacia, el crecimiento económico,
la reducción de la pobreza, el desarrollo y la integración,
a través de la liberalización del comercio”. Es cierto que
no existe una referencia a la fecha, pero el párrafo es más
que generoso con las negociaciones comerciales del ALCA.
Finalmente la única observación provino de Venezuela, la que
en el texto de la declaración establece que ese país “se
reserva el párrafo relativo al ALCA, por motivos
principistas y diferencias profundas acerca del concepto y
la filosofía contenidas en el modelo propuesto, así como por
el tratamiento dado a las materias específicas y a los
plazos establecidos”.
Buena parte de los temas considerados en la declaración
tienen fuertes relaciones con las negociaciones comerciales
que se dan en el seno del ALCA. Por lo tanto, supuestamente
la Cumbre de Monterrey podría haber avanzado a reformular
las relaciones comerciales para permitir reducir la pobreza,
en lugar de aumentarla, generar más empleos, en lugar de
perderlos, y así sucesivamente. Sin embargo, la declaración
no presenta propuestas concretas sobre cómo articular las
metas sociales invocadas con las prácticas comerciales.
Se pueden considerar varios ejemplos para fundamentar esta
evaluación. En el capítulo sobre crecimiento económico los
presidentes reconocen que la “liberalización del comercio de
productos agrícolas constituye, entre otros, un elemento
esencial para el desarrollo de la agricultura” y además
reafirman su compromiso para “promover un efectivo acceso a
los mercados”. Ese propósito no es nuevo, y viene siendo
reclamado por varios países latinoamericanos frente a las
barreras y subsidios agrícolas y en acceso a mercados de
Estados Unidos y Canadá. La declaración lo repite pero no
incluye ninguna medida específica sobre cómo se pueden
imponer estas condiciones a las negociaciones comerciales.
En el capítulo sobre desarrollo social los presidentes se
refieren a las migraciones, incluyendo a aquellos que se
trasladan en busca de trabajo, y a la necesidad de asegurar
empleos decentes. De hecho el ALCA generaría un comercio con
fuertes implicancias sobre el empleo, sea enfatizando un
modelo de trabajo de bajísimas remuneraciones y malas
condiciones, propio de las maquilas, o por impedimentos al
libre flujo de la fuerza del trabajo como debería esperarse
en una integración plena. La Declaración de Nuevo León nada
dice sobre cómo reformar el comercio para evitar impactos
negativos sobre el empleo.
En el capítulo sobre gobernabilidad democrática se subraya
la participación de la sociedad civil; se reconoce su
contribución a la “buena gestión pública” y se reafirma la
“importancia de continuar consolidando nuevas asociaciones
que permitan la vinculación constructiva entre gobiernos,
organizaciones no gubernamentales, organismos
internacionales y distintos sectores de la sociedad civil”.
Estas proposiciones son por demás compartibles, pero en las
negociaciones comerciales del ALCA no se aplican; se
mantienen restricciones sobre casi toda la documentación,
las posiciones negociadoras de los gobiernos son
confidenciales y las oportunidades que tienen ONGs o
sindicatos de participar de los encuentros ministeriales
deben enfrentar toda clase de problemas de seguridad.
La Declaración de Nuevo León está repleta de elementos como
estos, con fuertes apelaciones contra la pobreza o a favor
del desarrollo, pero sin vinculaciones concretas y efectivas
en el terreno comercial. Se repite el drama de las Cumbres
presidenciales del ALCA, donde sus propuestas y planes de
acción están desvinculados de las negociaciones comerciales,
y son éstas las que tienen consecuencias concretas sobre
cada país.
Es más: las bases conceptuales del acuerdo comercial del
ALCA implica que las metas sociales son potenciales
distorsiones al comercio, y por lo tanto no pueden ser
aplicadas. En el ALCA el comercio no puede estar regulado
socialmente. Para evitar esa posibilidad, el acuerdo de
comercio hemisférico contempla mecanismos donde se combate
cualquier intervención sobre el libre flujo de capitales.
Se cae así en una paradoja: si fuera posible llevar a la
práctica al menos algunos de los objetivos planteados en
Monterrey, como el compromiso de los presidentes de
“mantener un esfuerzo sostenido para mejorar las condiciones
de vida de las poblaciones rurales, al promover las
inversiones y crear un entorno favorable para el
mejoramiento sostenible de la agricultura”, sería necesario
el papel activo del Estado en medidas tales como créditos
preferenciales, protecciones de mercados internos, apoyo
para la reconversión productiva, etc. Casi todas esas
acciones pueden ser calificadas como distorsiones sobre el
libre mercado, proteccionismos encubiertos o trabas a la
inversión extranjera, y por lo tanto pueden ser denunciadas
y combatidas desde el ALCA.
Queda en evidencia una fortísima tensión: o bien se
abandonan las metas de compromisos como los de Monterrey, o
bien se debe repensar toda la negociación comercial del
ALCA. En tanto no se aborden estos temas de fondo, la
Declaración de Nuevo León es apenas un suspiro.
Eduardo Gudynas (*)
Convenio
La Insignia - Rel-UITA
16 de enero de 2004
(*) Eduardo
Gudynas es analista de información en D3E (Desarrollo,
Economía, Ecología y Equidad América Latina).
SIREL
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