Ecuador

Apenas un pálido reflejo del TLC

La bronca en contra de la devolución del IVA a una empresa petrolera es entendible. Resulta increíble que se devuelva el IVA por exportar un recurso que no se produce, que sólo se extrae. Aún así, a pesar de que la razón y el sentido común alientan el malestar, hay que entender la significación del fallo arbitral en Londres a favor de la Occidental, que exige la devolución de 75 millones de dólares y que abriría la puerta a reclamos similares por 500 millones. Sin perder de vista la necesidad de aclarar cómo fue la defensa gubernamental y cómo se explica el voto del "juez ecuatoriano" a favor de la transnacional, lo que cuenta son los alcances de esta situación.

 

En Ecuador, como en el resto de países dominados por mentes nacionalmente subdesarrolladas, hay un culto creciente al establecimiento de ambientes favorables a la inversión extranjera. Así, dicho arbitraje fue posible gracias al tratado suscrito entre Ecuador y EEUU para la promoción y protección recíproca (?) de inversiones, suscrito años atrás, gracias a las gestiones de un embajador en Washington –Edgar Terán–, abogado de petroleras y pontífice de la "seguridad jurídica" para la inversión extranjera. Y la concreción de este arbitraje, al margen de la legislación ecuatoriana, se cristalizó por la autorización de un canciller –Heinz Moeller–, uno de los promotores del establecimiento de la base militar estadounidense en Manta. La seguridad para dichas inversiones les representa más que la soberanía. La bronca en mención, que ha despertado preocupación en círculos parlamentarios y gubernamentales, desde donde se aprestan a bloquear legalmente otros arbitrajes parecidos, puede resultar intrascendente. Sobretodo si no se comprende que dicho arbitraje es apenas un pálido reflejo de lo que viene con el Tratado de Libre Comercio (TLC); tema alentado con furor por el gobierno, olvidado por el parlamento e ignorado en las cortes de justicia de este republiqueta andina.

 

A contrapelo de tanto entreguismo y desidia, recordemos que una de las propuestas clave del TLC es asegurar todavía más a las inversiones estadounidenses, a través de mecanismos que protejan su afincamiento y su retorno en función de sus necesidades de acumulación. El factor determinante está dado por dichas necesidades, y no por condiciones que establezca el Ecuador.

 

No se trata del simple flujo de dinero. Se va más allá. Se establecerían regulaciones para que cualquier decisión del Estado –laboral, ambiental, fiscal– no afecte la "economía del contrato". Las empresas yanquis estarían "inmunizadas". Serían entidades casi "extraterritoriales", que sin dejar de gozar de los beneficios del trato nacional, en muchos aspectos no estarían sometidas a la jurisdicción nacional. Esta inmunización radica en una definición amplísima de lo que es "inversión" y "expropiación", así como en mecanismos de resolución de conflictos al margen del sistema jurídico nacional, como sucedió con Occidental. Y esta sobreprotección, que incluso deberá ser asumida legal y a lo mejor constitucionalmente con la firma del TLC, irá en desmedro incluso de los inversionistas locales, muchos de los cuales, haciendo gala de un inigualable optimismo ignorantón, no se cansan de aplaudir el TLC.

 

 

Alberto Acosta

Diario Hoy. Ecuador

Convenio La Insignia / Rel-UITA

23 de julio de 2004

 

 

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