Uruguay - Argentina

           

 Vázquez y Kirchner están de acuerdo… en reñir

 

“Cebame un par de mates, Catalina…”

 

 

Finalmente, el jueves 8 de noviembre de 2007 quedará inscrito en la historia como el día en que se puso en marcha la planta de celulosa de la finlandesa Botnia en la ribera del río Uruguay. Entre un tango y un sainete, los dos presidentes alborotaron el gallinero

en Chile.

 

No es sorprendente que en el marco de un enfrentamiento que durante estos últimos dos años ofreció abundancia de dobles discursos, de gestos y expresiones absurdas, y hasta de sentimientos abyectos como la xenofobia y el nacionalismo, el desenlace esté ilustrado con la gestualidad de una riña entre “patrones de la vereda” o, para decirlo de manera rioplantense, entre taitas y malevos.

 

 

Uno busca lleno de esperanzas…

 

Tabaré Vázquez y Néstor Kirchner (ya de salida) se encontraron ayer, jueves, en Santiago de Chile para participar en la XVII Cumbre Iberoamericana, y se abrazaron delante de las cámaras del mundo. Hacía un par de horas, Kirchner había roto el protocolo para saludar -delante de las mismas cámaras y micrófonos- a una delegación de la Asamblea de Gualeguaychú -que mantiene un puente binacional cortado desde hace un año y medio- y expresarles que “Siempre estaré con esta lucha”. La respuesta no se hizo esperar: una hora después del “libretazo” de Kirchner y una hora antes del abrazo público, Vázquez telefoneó a su Ministro de Medio Ambiente, Mariano Arana, y le ordenó habilitar la planta de celulosa de inmediato. En la mañana de ese día que culminara con un “abrazo partido”, como tituló el diario argentino Página 12, los cancilleres de Uruguay, Argentina y España reunidos en Santiago, sólo pudieron intercambiar amargas conclusiones: “Que decida La Haya”, resolvieron. El rey Juan Carlos revoleó su capa y se retiró desairado junto a la comitiva de “facilitadores”.

 

Este retorcido conflicto de envergadura casi inédita entre Argentina y Uruguay termina -¿o recién empieza?- como se inició: a las patadas, sin mutua consideración entre dos gobiernos que hicieron gala de una patética torpeza política en su relación diplomática, y que exacerbaron sentimientos aberrantes en sus respectivas sociedades.

 

Yo sé que ahora vendrán caras extrañas…

 

Mientras tanto, lo que prácticamente desapareció de arriba de la mesa fueron los verdaderos problemas que crea la instalación de este emprendimiento monumental, como son los riesgos ambientales directos -la planta industrial no es a prueba de fallos y los estudios de impacto ambiental son insuficientes- y los indirectos, provocados por la implantación de monocultivos forestales de eucaliptos, la desecación y erosión del suelo, la alteración del sistema natural de pasturas en enormes extensiones, la utilización en gran escala de agrotóxicos, entre otros.

 

Desaparecieron también los problemas de ordenamiento territorial y uso de la tierra, la amenaza sanitaria que implica vivir en el entorno de una fábrica de ese porte, la pérdida de fuentes de trabajo del lado uruguayo (comercios, pescadores, balnearios con capacidad ociosa) no compensadas por las nuevas, las durísimas condiciones laborales que padecen los trabajadores forestales, el vaciamiento del campo acentuado por el modelo forestal del cual dependen las plantas de celulosa, y la lista puede continuar con problemas políticos, sociales, económicos y culturales.

 

Este manojo de aspectos que se vinculan con opciones a muy largo plazo para la zona y para el país no ha sido prácticamente considerado, oculto tras el ruido mediático de los fuegos de artificios intercambiados entre las clases políticas hegemónicas de ambos lados del Río de la Plata.

 “Que decida La Haya”, resolvieron. El rey Juan Carlos revoleó su capa y se retiró desairado junto a la comitiva de “facilitadores”

 

En las gateras, orejeando los naipes, varios emprendimientos celulósicos similares a Botnia -y hasta de mayor porte- seguramente empiezan a pensar que es el momento de bajar el juego y concretar los proyectos.

 

Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches…

 

Uruguayos y argentinos, argentinos y uruguayos, a nuestros pueblos nos une mucho más de lo que nos separan nuestras clases políticas y económicas poderosas. Más allá de las diferencias en las formas de hacer política que desde siempre existieron en uno y otro país, la geografía, la historia de luchas, victorias y derrotas, los inmigrantes recibidos -y sostenidos-, las persecuciones padecidas, sin mencionar la lengua, los hábitos, las expresiones culturales o el intercambio económico, muchas otras fibras entretejen la intensa calidad de la relación entre uruguayos y argentinos.

 

El momento es propicio, sin embargo, para que las voces de los excluyentes, los temerosos del otro y hasta los gritos de los alterados se escuchen amplificadas por medios de comunicación sin responsabilidad social ni ética profesional. Para las enormes mayorías de ambas sociedades, no obstante, las preocupaciones reales son otras: son el empleo o la falta de él, la escasez de los ingresos de las familias, la riqueza mal distribuida, la incertidumbre acerca de qué futuro espera a los jóvenes de hoy, la emigración otra vez creciente, el incremento en los precios de los alimentos básicos, los deficitarios sistemas públicos de salud, la inseguridad que acompaña a la miseria y el narcotráfico.

 

Decime quién sos vos, decime dónde vas…

 

Estas preocupaciones, que pueden ser generalizadas a toda América Latina, remiten a un nivel de análisis más general. Así como los gobiernos “progresistas” -y sin duda lo son en algunos aspectos- de Uruguay y Argentina han logrado construir el peor momento de las relaciones bilaterales de los últimos 50 años, otras experiencias también calificadas de progresistas como las de Chile, Brasil, Bolivia y Venezuela vienen demostrando sus serias limitaciones a la hora de proponer cambios de fondo con la participación amplia de sus respectivas sociedades. El “progresismo” de la actualidad se parece mucho a un modelo capitalista de acumulación primaria, desde una posición de dependencia internacional en virtud de los precios excepcionalmente altos de las commodities. Ecuador, Nicaragua, ahora Guatemala y quizás pronto Paraguay, parecen dirigirse al mismo modelo, y habrá que esperar para saberlo.

 

La planta de Botnia, por tanto, viene a ser una especie de símbolo de las opciones políticas y económicas que está haciendo esta nueva generación de gobiernos latinoamericanos, enredados en las cuerdas del capitalismo aunque hablen de socialismo. Sin embargo, algo está completamente claro: en términos de historia reciente, lo de antes era muchísimo peor. Muy pocos añoran el pasado, y en comparación el presente es una fiesta. Pero sería mezquino quedarse en ese conformismo malsano. El presente también está lejos de ser satisfactorio, esto es, no es estimulante ni proporciona felicidad a las grandes mayorías. Y cada vez son más los que se preguntan si el “progresismo” podrá hacer otra cosa que esto que, sin ser despreciable, tiene un dramático gusto a poco.

 

Los inversores en el emprendimiento de Botnia calcularon que en los primeros tres o cuatro años de funcionamiento la planta habrá amortizado su costo. Después vendrán casi 30 años de ganancias con una tasa anual cercana al 30 por ciento de la inversión. Un negocio redondo. Quizás de aquí hasta allá, los uruguayos, argentinos y latinoamericanos en general hayamos podido encontrarnos con nuestro mejor futuro. Ése deberá ser nuestro negocio.

 

 

Carlos Amorín

© Rel-UITA

9 de noviembre de 2007

 

 

 

 

Ilustraciones: Rel-UITA

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