Decenas de miles de personas (entre 20 y 
30 mil según las fuentes) marcharon en 
la noche del martes 20 por las calles de 
Montevideo en reclamo de “verdad y 
justicia” por los crímenes de la pasada 
dictadura cívico militar.
 
La llamada “Marcha del silencio” 
se ha convertido en la única 
manifestación capaz de reunir en 
Uruguay, todos los 20 de mayo desde 1996 
y prácticamente sin necesidad de 
convocatoria formal previa, a decenas de 
miles de personas. 
 
Se trató de la 13º manifestación de 
este tipo, organizada por la Asociación 
de Madres y Familiares de Uruguayos 
Detenidos Desaparecidos y respaldada por 
todos los grupos de defensa de los 
derechos humanos del país y por 
numerosas organizaciones sociales, 
sindicales y políticas, entre ellas la
UITA.
 
La novedad de este año es que la “Marcha 
del silencio”, como se la conoce, 
coincide con la acentuación de la 
campaña por la anulación de una ley que 
en 1986 dejó sin castigo penal a 
militares y policías culpables de 
asesinatos, secuestros y torturas 
cometidos bajo la dictadura (1973-85).
 
Para suprimir esa ley, llamada de 
Caducidad de la Pretensión Punitiva del 
Estado, se necesita la realización 
de un plebiscito para cuya convocatoria 
debe estampar su firma al menos 10 por 
ciento del electorado uruguayo (es decir 
un mínimo de 250.000 personas) a más 
tardar seis meses antes de las 
elecciones nacionales de noviembre de 
2009. La Coordinadora por la Nulidad de 
la ley ya superó las 100 mil firmas.
 
“Fue una manifestación cargada de 
significado ante la posibilidad de 
anulación de la ley, la recolección de 
firmas y el probable reinicio de las 
excavaciones en los cuarteles en busca 
de restos de desaparecidos”, comentó
Macarena Gelman, nieta del poeta argentino 
Juan Gelman 
y nacida en Montevideo pocas semanas 
antes de que su madre, la argentina
María Claudia García, 
trasladada desde Buenos Aires, fuera 
ejecutada aquí. 
 
El otro factor novedoso que rodeó a 
la marcha en esta ocasión fue la 
decisión, a fin del año pasado, del 
congreso de la coalición gobernante 
Frente Amplio de adherir a la consigna 
de anulación de la ley de caducidad. La 
resolución fue muy trabajosa, ya que se 
tomó a contrapelo de la postura de los 
partidos mayoritarios del Frente Amplio 
y del propio presidente socialista
Tabaré Vázquez.
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“Fue una manifestación 
cargada de significado ante 
la posibilidad de anulación 
de la ley, la recolección de 
firmas y el probable 
reinicio de las excavaciones 
en los cuarteles en busca de 
restos de desaparecidos” 
  
Macarena Gelman  | 
 
 
Tanto esos grupos políticos como
Vázquez 
se oponen a revisar una ley que fue 
ratificada en plebiscito popular tres 
años después de aprobada. Aducen también 
que pese a todo el texto permite, 
paradójicamente como consecuencia de una 
de sus incongruencias jurídicas mayores 
(deja librada al Poder Ejecutivo, y no a 
la justicia, la decisión de cuál caso y 
cuál no está comprendido en la propia 
ley), juzgar a militares y civiles 
emblemáticos de la represión.
 
Señalan en su apoyo que desde que 
el Frente Amplio llegó al gobierno, en 
2005, el presidente 
Vázquez 
excluyó de la “ley de impunidad” todos 
los casos que le fueron sometidos, y que 
ello permitió procesar a una decena 
larga de militares y civiles violadores 
de los derechos humanos, y también, por 
primera vez desde la caída de la 
dictadura, ingresar a los cuarteles en 
busca de cuerpos de desaparecidos.
 
“Todo eso es cierto, pero quienes 
se niegan a tocar a esta ley que en su 
tiempo el hoy canciller 
Gonzalo Fernández, 
uno de los hombres más cercanos a 
Vázquez, 
calificó de mamarracho jurídico, están 
en última instancia diciendo que las 
cosas son inmutables, que los procesos 
históricos no existen”, proclama el 
abogado 
Oscar López Goldaracena, 
uno de los portavoces de la Coordinadora 
Nacional por la Nulidad. 
 
“Olvidan quienes así piensan que 
aquella ley fue primero aprobada por el 
parlamento y luego ratificada por la 
ciudadanía en un contexto de terror 
infundido por las Fuerzas Armadas y por 
algunos partidos políticos que 
anunciaban poco menos que un nuevo golpe 
de estado si la ley era anulada. Se 
acababa de salir de la dictadura y el 
miedo todavía campeaba”. 
 
“Las nuevas generaciones no tienen 
por qué quedar entrampadas en aquella 
historia, y eso es lo que hay que 
reivindicar: la necesidad de terminar de 
una vez por todas el proceso todavía 
inacabado de transición a la democracia, 
eliminando un dispositivo que impide 
hacer justicia y depurar a las Fuerzas 
Armadas”.
 
A 
López le inquietan, de todas maneras, las “ambigüedades” de 
este gobierno, que aun si se diferencia 
en gran forma de todos los que lo 
precedieron desde 1985, carece de una 
“política activa” de derechos humanos, 
como lo demostraría no sólo su oposición 
a la anulación de la ley de caducidad 
sino su tolerancia hacia actitudes de 
mandos militares que debieran ser 
“absolutamente inaceptables”.
 
Entre estas últimas citó la del 
actual comandante del ejército, 
Jorge Rosales, quien semanas atrás se permitió criticar 
a la justicia de otro país, la chilena, 
por el tratamiento que ha dado a tres 
militares uruguayos extraditados a 
Santiago por el asesinato en Montevideo 
de un ex agente de la dictadura de
Augusto Pinochet, el químico 
Eugenio Berríos.
 
“Ese crimen ni siquiera está 
comprendido en la ley de impunidad, 
porque se produjo tras la dictadura, en 
los años noventa. Sin embargo, los 
mandos siguen respaldando a quienes 
aparecen involucrados en un caso que se 
puede ver como prolongación, en 
democracia, del 
Plan Cóndor 
de cooperación entre las dictaduras del 
Cono Sur. El gobierno debería haber 
sancionado a 
Rosales, 
pero el problema es que no hay una 
política de Estado hacia las Fuerzas 
Armadas en clave de derechos humanos”, 
piensa 
López Goldaracena.
 
Tampoco es “comprensible” para 
quienes propugnan la anulación de la ley 
de caducidad que el gobierno de 
Vázquez 
no haya logrado acceder a los archivos 
militares referidos a la época de la 
represión, que “bien que existen y son 
manejados aún hoy por los servicios de 
inteligencia con fines intimidatorios y 
oscuros”, dijo otro integrante de la 
Coordinadora, el sindicalista 
Luis Puig. 
O que se “permita que los mandos 
castrenses continúen mintiendo a la 
justicia sobre la responsabilidad 
institucional de las Fuerzas Armadas en 
la represión ilegal. Es cierto, ahora 
van a los tribunales a declarar, cosa a 
la que antes se negaban, pero siguen 
ocultando la verdad sin consecuencia 
alguna para ellos”, insiste a su vez
López.
 
“Está muy bien que el Poder 
Ejecutivo excluya algunos casos de la 
ley de Caducidad y habilite así la 
actuación de la justicia, está muy bien 
que se entre a los cuarteles, pero es 
insuficiente. A nuestro juicio el 
gobierno debería imponer una batería de 
medidas que obliguen a la restitución de 
la verdad histórica y permitan hacer 
justicia”, declaró el abogado a 
Sirel.
 
Un hecho inesperado se produjo 
pocas semanas antes de la marcha: la 
liberación, por la justicia italiana del 
marino uruguayo 
Jorge Tróccoli, cuya extradición había solicitado la justicia uruguaya por su 
participación en el traslado 
clandestino, y posterior ejecución, en 
1978, de al menos 20 militantes 
uruguayos secuestrados en 
Argentina.
 
La liberación del militar se 
produjo, según todo indica, por la 
desidia del embajador uruguayo en 
Roma, que presentó la solicitud de 
extradición pasados los plazos legales 
para hacerlo.
 
“Es indignante, pero este caso 
demuestra también la poca seriedad con 
que estos temas se encaran desde el 
estado. No fue sólo el embajador el que 
estuvo omiso. La Suprema Corte de 
Justicia tardó semanas en traducir al 
italiano el expediente, con la cantidad 
de traductores a ese idioma que hay en 
un país como 
Uruguay, 
en el que la presencia de inmigrantes de 
ese origen es sumamente importante”, 
dijo a 
Sirel otra fuente de la Coordinadora.
 
Para los animadores de la campaña 
hay, a pesar de los pesares, razones de 
ser “optimistas” en el “contexto 
actual”. La resolución del congreso del 
Frente Amplio “liberó” a muchos 
militantes de esa fuerza de izquierda 
para involucrarse plenamente en la 
campaña de recolección de firmas y 
permitió que ésta se acelerase. “Fue un 
fuerte espaldarazo para quienes tiempo 
atrás decidimos emprender una batalla 
casi contra la corriente”, dice 
Puig.
 
“Las jornadas nacionales que 
organizamos el mes pasado fueron un 
éxito. En las mesas que instalamos en 
todos los barrios de Montevideo y en la 
mayoría de las ciudades del interior del 
país no dimos abasto. Ayuda que muchas 
personalidades conocidas de todos los 
ámbitos hayan adherido públicamente”, 
agrega el sindicalista. Uno de quienes 
ya firmó su papeleta es 
Jorge Vázquez, 
hermano del presidente 
Tabaré Vázquez 
y prosecretario de la Presidencia.
 
“Ahora hay que darle el empujón 
final a la campaña para conseguir las 
150 mil firmas que faltan. Confiamos en 
que se superen con holgura y se genere 
un hecho político y social mayor que 
signifique un cambio histórico en este 
país”, concluyó 
López Goldaracena.
