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								El sabueso que cazó al lobo 
								
								
								con nombre de cordero 
								  
								
								Un sabueso siguió de cerca el rastro de este 
								Lobo llamado Cordero durante los tres 
								años en que se ocultó en Brasil, 
								intentando evadir a la justicia uruguaya primero 
								y a la argentina después: el fundador del 
								Movimiento de Justicia y Derechos Humanos de 
								Porto Alegre, Jair Krischke.
								 
								
								  
								
								Nacido en Porto Alegre en 1938, Jair 
								Krischke ha sido un activista incansable por 
								los derechos humanos en Brasil, 
								Argentina, Chile, Paraguay y
								Uruguay. En 1979 fundó el Movimiento 
								Justicia y Derechos Humanos de Porto Alegre; y 
								gracias a su acción, en los tiempos del Plan 
								Cóndor casi dos mil perseguidos políticos del 
								Cono Sur lograron ampararse al programa del Alto 
								Comisionado de las Naciones Unidas para los 
								refugiados.  
								
								  
								
								Durante la dictadura uruguaya, Krischke 
								instaló en Porto Alegre el Centro de 
								Informaciones sobre Uruguay, el que junto 
								al Colegio de Abogados de Porto Alegre, en 1978 
								denunció y logró revertir el secuestro en esa 
								ciudad de los uruguayos Lilián Celiberti 
								y Universindo Rodríguez. Esa 
								denuncia derivó en el único juicio que finalizó 
								con una condena a un participante de un 
								operativo del Plan Cóndor, uno de los policías 
								brasileños que colaboró con los militares 
								uruguayos que habían secuestrado a la pareja.
								 
								
								  
								
								Desde julio de 2004, la fecha en que Manuel 
								Cordero entró en territorio brasileño, 
								Krischke y su gente siguieron todos sus 
								pasos físicos y legales. Con un tesón 
								inquebrantable, Krischke realizó un 
								seguimiento constante del periplo del terrorista 
								de estado por tribunales estaduales y federales, 
								previendo así las movidas leguleyas y las 
								chicanas jurídicas a las que recurrió para 
								buscar su impunidad.  
								
								  
								
								Muchas autoridades brasileñas que tuvieron que 
								decidir en el caso, no sólo desconocían el 
								pasado de Manuel Cordero, sino que nunca 
								habían oído hablar de él. Fue Krischke 
								quien se encargó de ponerlas al tanto de con 
								quien estaban tratando y de aportarles la 
								información necesaria para que pudieran tomar 
								las decisiones correctas. Si ahora Cordero 
								está donde está, es en gran parte gracias a su 
								denodado esfuerzo y a su firme compromiso con la 
								causa de los derechos humanos.  
								
								  
								
								Cuando Cordero fue detenido, Jair 
								me llamó por teléfono para darme la buena 
								nueva.“¡Al fin, amigo Andrés, al fin!” me dijo 
								desbordante de emoción y con una sonrisa que 
								juro que se veía a través del celular. Esa 
								noche, él en Porto Alegre y yo en Montevideo, 
								brindamos juntos por la satisfacción del deber 
								cumplido. Ahora vaya para él éste reconocimiento 
								en forma de abrazo virtual, a cuenta de futuros 
								abrazos reales. 
								
								  
								
								¡Salud, amigo Jair! 
								
								  
								
								Ya no habrá más impunidad.  
								
								  
								
								
								Comcosur al día 
								
								5 de marzo de 2007 
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