Miedo en el presente, esperanza para el futuro

La publicación del Informe Anual de Amnistía Internacional, que analiza la situación de derechos humanos en 155 países y territorios, supone auténticos quebraderos de cabeza para muchos gobiernos, a los que la imagen pública que muestra este documento podría apartarles de la reelección, de suculentas inversiones extranjeras –incluida la afluencia de turismo– o podría generarles grandes críticas por parte de la comunidad internacional, y hasta por parte de su propia sociedad, dependiendo del grado de libertad de expresión que se tenga en el país.

 

En el informe 2004, subtitulado con la frase de Eduardo Galeano: “Resonaron las voces de los jamás escuchados”, Amnistía Internacional afirma que la violencia de los grupos armados y el número cada vez mayor de violaciones que cometen los gobiernos se han unido para producir el ataque contra los derechos humanos y el derecho internacional humanitario más persistente de los últimos 50 años, lo que está creando un mundo donde la desconfianza, el temor y la división son crecientes.

 

Por si fuera poco, la ONU tuvo que hacer frente a una grave crisis en su legitimidad y credibilidad a causa de la guerra que Estados Unidos emprendió contra Irak y también por la incapacidad de la propia organización para hacer que los Estados rindieran cuentas por la comisión de gravísimas violaciones de derechos humanos. Todo ello ha conformado un mundo mucho más peligroso y dividido que el de los últimos años.

 

La vida de más de mil millones de personas quedó arruinada en 2003 por la pobreza extrema y la injusticia social, mientras los gobiernos seguían dilapidando sus recursos en armas para librar guerras que generan más odio, más hambre y más destrucción.

 

La guerra contra Irak, librada en el nombre de la seguridad y con el argumento de acabar con las armas de destrucción masiva ha dejado en entredicho la credibilidad de la nación más poderosa del mundo. Ni Irak es hoy un país más seguro ni se han encontrado armas de destrucción masiva, ni nucleares ni biológicas, ni ninguna de éstas son el verdadero problema mundial, ya que son las armas ligeras las que matan cada año a 500.000 personas, una por minuto, y para las que no existe ningún tratado internacional que las regule y sí un gran negocio que reporta pingües beneficios –alrededor de 21.000 millones de dólares– a unos pocos empresarios.

 

Pero no sólo los Estados han incumplido numerosas normas internacionales en materia de derechos humanos en nombre de la “guerra contra el terror”, sino que el “terror” mismo ha traspasado sus propios límites, situándose en la escala más baja de la crueldad humana.

 

Los datos que se desprenden del Informe son realmente estremecedores.

 

Se cometieron ejecuciones extrajudiciales en al menos 47 países. La organización tuvo noticias de que se produjeron “desapariciones” en 28. En cuanto a informes sobre tortura y malos tratos a manos de las fuerzas de seguridad, la policía y otras autoridades estatales, ocurrió en unos 130 países. Se recluyó a presos de conciencia en 42. Se retuvo arbitrariamente y se recluyó sin cargos ni juicio a personas en 58 países. Se condenó a muerte a personas en 63 y se ejecutó a personas en 28. En cuanto a los grupos armados de oposición, cometieron actos violentos y homicidios en 34 países; torturas y malos tratos en 18; y perpetraron tomas de rehenes y secuestros en 16.

 

La organización afirma que los ataques violentos contra civiles y contra instituciones establecidas para dar soluciones a los conflictos y a la inseguridad –como las Naciones Unidas y el Comité Internacional de la Cruz Roja– representan una nueva y significativa amenaza para la justicia internacional.

 

Asimismo, en el Informe se detallan homicidios ilegítimos de civiles cometidos por tropas de la coalición y grupos armados en Irak. Las denuncias de tortura y malos tratos ponen de relieve la vulnerabilidad de cientos de presos –no sólo en Irak sino también en la bahía de Guantánamo (Cuba), en Afganistán y en otros países–, encarcelados por Estados Unidos y sus aliados, sin cargos, juicio ni acceso a abogados o a la protección de los Convenios de Ginebra.

 

La “guerra contra el terror” y la guerra de Irak han alentado una nueva oleada de abusos contra los derechos humanos y desviado la atención de los antiguos. Ocultos a los ojos del mundo, el Informe Anual 2004 documenta conflictos internos en países como Chechenia, Colombia, la República Democrática del Congo, Sudán o Nepal, que se han convertido en caldo de cultivo para algunas de las peores atrocidades. La violencia en Israel y los Territorios Ocupados se ha intensificado, y en otros países, muchos gobiernos aplican abiertamente programas represivos. Además de situaciones tan graves como las muertes y desapariciones de cientos de mujeres en lugares como Ciudad Juárez en México, la situación de indefensión de los ciudadanos ante la delincuencia en países como Brasil o la ruina y miseria en la que viven miles de familias desde hace dos años en Afganistán.

 

Al mismo tiempo que destaca los abusos y la impunidad, la hipocresía y el doble rasero de los gobiernos, Amnistía Internacional pone de relieve el emergente poder de la sociedad civil para cambiar la balanza a favor de los derechos humanos. Hay signos inequívocos de un movimiento por la justicia mundial: los millones de ciudadanos que tomaron las calles en todo el mundo en solidaridad con el pueblo iraquí, los españoles que se manifestaron en nombre de la humanidad tras los atentados de Madrid, o los ciudadanos del mundo que se reunieron en el Foro Social Mundial.

 

En el ámbito mundial, y pese a la cruzada iniciada por Estados Unidos para menoscabar la justicia internacional y garantizar la inmunidad para sus ciudadanos en todo el planeta, la Corte Penal Internacional ha nombrado ya a su fiscal y ha empezado a trabajar en serio. Poco a poco, los tribunales de Estados Unidos y el Reino Unido han comenzado a examinar el poder del ejecutivo para restringir los derechos humanos.

 

En palabras de Irene Khan, secretaria general de la organización: “los derechos humanos importan porque ofrecen una visión poderosa y convincente de un mundo mejor y más justo, así como un plan concreto para llegar hasta él. Estos valores mundiales de justicia son el camino más eficaz hacia la seguridad y la paz”.

 

 

Ángel Gonzalo

Agencia de Información Solidaria

28 de mayo de 2004

 

 

 

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