La declaración de Copacabana

Por Eduardo Gudynas *

El problema de la deuda externa latinoamericana está cobrando mayor importancia cada día, tanto a nivel nacional como en la agenda regional. Su peso está aumentando en varias naciones, y hay discusiones sobre distintos tipos de reformulación o renegociación en países como Colombia, Ecuador y Perú. Pero el debate más ostensible tiene lugar en Argentina, y en particular en su pulseada tanto con el Fondo Monetario Internacional (FMI) como con los deudores privados.

El gobierno de Néstor Kirchner ha planteado una renegociación bajo varias condiciones, incluyendo elementos como una importante quita sobre el valor de los papeles de la deuda y un límite en los pagos acotado al 3% del PIB. En esas negociaciones, el gobierno argentino busca adhesiones para sus posturas en los demás países del continente, y en especial Brasil, el socio más importante a nivel regional. En caso de lograrlo, Buenos Aires incrementa en algo sus posibilidades a nivel internacional, y además es posible que una vez que se logre el apoyo de Brasilia, se sumen a los mismos pedidos otras nacionales latinoamericanas.

La búsqueda del apoyo brasileño tiene otra justificación: como Argentina se ha mantenido fuertemente alineada con Brasil en otras negociaciones internacionales, especialmente a nivel de la Organización Mundial de Comercio y del ALCA, en Buenos Aires razonan que aquel país debería tener una actitud de reciprocidad en los debates frente a los organismos financieros internacionales.

 

Argentina y Brasil: posiciones dispares frente al FMI

Argentina enfrentó en marzo una dura negociación con el FMI ante el vencimiento de un pago de 3 100 millones de dólares. El gobierno Kirchner amenazó con suspender ese pago (con lo cual entraría en default también con el fondo), a menos que tuviera seguridades de lograr la aceptación de la revisión de sus metas; ese acuerdo implicaría en los hechos recibir de regreso casi el mismo dinero. A medida que se acercaba la fecha de vencimiento, en Argentina se vivía la negociación con el fondo como un acontecimiento de primera magnitud que acaparaba la atención de los medios y las charlas en los cafés. En el campo internacional las presiones eran intensas, tanto desde gobiernos (como por ejemplo Italia) como a nivel de analistas (en el Wall Street Journal se denunciaba un chantaje argentino). Una suspensión de los pagos argentinos no era un hecho menor ya que ese país es el tercer deudor del fondo.

Las exigencias del FMI para aceptar un nuevo acuerdo con Argentina eran variadas, tales como alcanzar un acuerdo con al menos un 80% de los acreedores privados o asegurar la permanencia de los bancos negociadores. Estas y otras condiciones fueron rechazadas por el gobierno Kirchner, desde donde se insistía en atar los pagos de la deuda al crecimiento económico y sin superar el 3% del PIB; un valor que era "el piso y el techo" tal como repetía el presidente argentino.

Frente a estas negociaciones Buenos Aires desplegó una fuerte ofensiva diplomática donde cosechó varios éxitos. Logró el apoyo de Washington en el directorio del fondo y cierto respaldo de algunos gobiernos europeos. Pero muy especialmente se trabajó con Brasil.

Esa negociación implicó delicados equilibrios ya que Buenos Aires y Brasilia mantuvieron posturas distintas ante el FMI y el problema de la deuda externa. El gobierno Kirchner se encuentra bajo el default con los acreedores privados, tan sólo está cumpliendo con los organismos financieros internacionales, y lo hace cuestionando el papel del fondo. En cambio, el gobierno de Lula ha aceptado las exigencias del FMI, y en algunos casos se ha autoimpuesto metas que van más allá de sus requerimientos (por ejemplo, un superávit de más del 4% del PIB).

Las primeras negociaciones de Kirchner con el FMI se realizaron sin el apoyo de Brasil, un hecho que el gobierno argentino recordó en más de una ocasión, alimentando algunas desconfianzas y temores. En otro hecho desafortunado, el representante brasileño en el FMI llegó a criticar los planes argentinos.

Estas asperezas se fueron limando poco a poco. Un primer acercamiento de importancia tuvo lugar en octubre de 2003 con la firma del Consenso de Buenos Aires, y más recientemente (febrero de 2004) durante la reunión del "Grupo de los 15" en Caracas. Allí Kirchner insistió ante Lula en promover conjuntamente nuevas formas de manejo en las instituciones financieras internacionales. Tanto Lula como el canciller Amorim respondieron con dudas ante el planteo argentino, aludiendo a las dificultades crecientes que encuentra el gobierno del PT, aunque aceptaron una cumbre presidencial para analizarlo.

Asimismo, en el actual gobierno Lula, existe un sector que defiende una estrategia económica muy ortodoxa, aunque acepta alguna mezcla de intervenciones estatales orientadas a proyectos de industrialización e infraestructura (incluyendo a los ministros de economía, industria, agricultura y al presidente del Banco Central). Ese equipo económico no observa con simpatía las posiciones de Kirchner y las de su ministro de economía, Roberto Lavagna. Otros integrantes del equipo de gobierno, en cambio, reclaman un cambio en la estrategia económica, lo que los acercaría más a la posición argentina.

Inmediatamente después de aquel encuentro de Kirchner con Lula en Caracas, el gobierno argentino vivió su negociación más dura con el FMI. Finalmente se llegó a un acuerdo, se recibió el visto bueno desde Washington, y Buenos Aires liberó los pagos pendientes.

Paralelamente en el gobierno Lula la balanza comenzó a inclinarse poco a poco hacia el sector que reclama mayores cambios en la estrategia económica. Es que en esos días, en Brasil, se daban a conocer indicadores sobre el estancamiento económico del país, donde si bien el superávit fiscal fue muy amplio, en realidad representó menos de la mitad de los 53 mil millones de dólares en intereses por la deuda. Es más, la deuda externa brasileña continuó elevándose, alcanzando el 58% del PIB. Este tipo de información potenció las exigencias de un cambio en el rumbo económico. En esa línea, Lula comenzó a reclamar con más insistencia cambios en la contabilidad nacional exigida por el FMI, apuntando a considerar como "inversión" los dineros utilizados para obras en infraestructura o cobertura social, las que antes se trataban como "gastos" (con lo cual se reducen los gastos y aumenta el superávit fiscal). También se señala que los compromisos con los organismos financieros internacionales deben estar articulados con el crecimiento económico. Lula elevó esos reclamos a varios jefes de Estado del G-7, en buena medida como reacción frente a sus propios problemas y necesidades, aunque en parte apoyando, a veces directamente, a veces indirectamente, los reclamos argentinos.

 

Encuentro en Rio de Janeiro

Bajo estas circunstancias se concretó el 15 de marzo, en Rio de Janeiro, el prometido encuentro entre Kirchner y Lula para tratar el tema del endeudamiento. Los argentinos estaban entusiasmados, los brasileños eran cautos. El ala ortodoxa brasileña liderada por el ministro Antonio Palocci era contraria a un acuerdo con el vecino, y no deseaba que su país apareciera entreverado con Argentina en el seno del FMI. Pero la balanza se inclinó hacia quienes apuntaban a un posición cercana a Buenos Aires. Es que la situación interna del gobierno brasileño enfrenta problemas en varios frentes, y no fue un detalle menor que el propio Lula debería entrar, por primera vez, por una puerta trasera al lugar de la cumbre, para evitar así una protestas ciudadana que lo aguardaba en la puerta principal.

En los debates alrededor de la cumbre presidencial se consideraba hasta qué punto podría avanzar la coordinación entre Argentina y Brasil frente a los organismos financieros globales y ante la deuda externa. Para alejar los temores en los centros financieros, los dos gobiernos repetían a quien quisiera escuchar que no deseaban conformar un "cartel de deudores". De todas maneras, las mayores exigencias venían de Kirchner, reclamando cambios más sustanciales en las posturas del FMI.

El acuerdo estuvo a punto de naufragar según trascendió unos pocos días después; por un momento la delegación argentina consideró abandonar la cumbre, pero Lula destrabó la situación al comprometerse personalmente con llegar a un acuerdo. Finalmente los presidentes de Argentina y Brasil subscribieron la "Declaración de Copacabana" (ver el texto completo más abajo). Allí no se encuentra una posición radical donde se reclaman cambios sustanciales en los organismos financieros, pero eso no debe impedir reconocer que es un documento importante. En primer lugar se concreta una posición común entre dos países importantes, por su propio peso, como por ser el primer y tercer deudor del FMI. En segundo lugar, se insiste en modificar las exigencias del fondo, alejándolas un poco del reduccionismo financiero y acercándolas otro poco a las estrategias de desarrollo. En efecto, la declaración gira alrededor de reclamar que las metas de superávit primario no sean fines en sí mismos, como regularmente plantea el FMI, sino que estén condicionadas tanto al crecimiento económico como a la "sustentabilidad de la deuda". Entre otros puntos, se incluyó la demanda de Brasil de considerar la infraestructua como inversión, así como la exigencia conjunta de terminar con los subsidios distorsionantes del comercio internacional.

El Declaración de Copacabana está abierta a la adhesión de los demás países del MERCOSUR, y en las próximas semanas se verá que suerte correrá. Por ahora el gobierno de Uruguay ya adelantó que no se sumará a ella.

Este declaración es un paso importante especialmente para Argentina en sus negociaciones con el FMI. Ahora ha sumado a Brasil, al menos en parte, y puede invocar este documento conjunto. Es un buen inicio, aunque ciertamente la Declaración de Copacabana se expresa con un lenguaje muy delicado, de manera de atender los modos propios de los pasillos del FMI, pero con un mensaje lo suficientemente claro como para que todos lo puedan entender. Se establece así un nuevo ejemplo de las potencialidades positivas que tiene la coordinación regional.


Declaración de Copacabana

Los presidentes de la República Argentina, Néstor Kirchner, y de la República Federativa del Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, mantuvieron una reunión de trabajo en Río de Janeiro el 16 de marzo de 2004 con el objetivo de establecer mecanismos de cooperación para un crecimiento económico con equidad, y consideraron:

Que las actuales características del sistema financiero internacional plantean contradicciones entre el desarrollo sostenido y su financiamiento.

Que deberán desarrollarse en la arquitectura financiera internacional mecanismos adecuados para evitar las crisis.

Que dado este contexto resulta evidente que la estabilidad macroeconómica regional proveerá a cada país el campo fértil para su crecimiento.

Que frente a esto la esfera comercial y la financiera no son ámbitos aislados. Por el contrario, la relación entre comercio, finanzas y crecimiento es crucial para alcanzar un desarrollo económico y financiero sostenible.

En virtud de lo expuesto, los presidentes acordaron:

1º Conducir las negociaciones con organismos multilaterales de crédito asegurando un superávit primario y otras medidas de política económica que no comprometan el crecimiento y garanticen la sustentabilidad de la deuda, de modo tal de preservar inclusive la inversión en infraestructura.

2º Con igual propósito, otorgar un tratamiento fiscal diferenciado de las inversiones asociadas al financiamiento de instituciones multilaterales para el desarrollo.

3º Revisar los mecanismos de licitación de los financiamientos de organismos multilaterales con el objeto de fortalecer las inversiones nacionales y regionales sin perjuicio de las reglas de transparencia.

4º Elaborar alternativas para neutralizar en nuestros países los efectos negativos derivados de los desequilibrios generados en el mundo desarrollado.

5º Desplegar acciones conjuntas para la apertura de mercados y la eliminación de subsidios en los países industrializados, como instrumento indispensable para el crecimiento de los países en desarrollo y para contribuir al equilibrio y morigeración de los flujos de capitales.

6º Impulsar mecanismos para incrementar el ahorro doméstico y regional, con vistas a fortalecer el crecimiento del ingreso.

En consecuencia, para concretar las propuestas relativas a estos temas se decidió la realización de una reunión, en un plazo no mayor a los sesenta días, de las autoridades económico financieras y con la participación de las cancillerías de ambos países.

Los presidentes invitarán a los socios del Mercosur y de sus Estados Asociados a participar de este proceso

 

Eduardo Gudynas
DeudaExterna.com / D3E. Uruguay

24 de marzo del 2004

 

 

(*) E. Gudynas es analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad América Latina).
 

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