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Para que no 
hablen las armas, que no callen la inteligencia
 y la sensatez
   
"Con la guerra aumentan las propiedades de los hacendados, aumenta la miseria de los miserables, aumentan
 los discursos del general, y crece el silencio 
de los hombres"
 
Bertolt Brecht 
     
Existe preocupación por los recientes sucesos que afectan a
Ecuador y a Colombia. Más allá de los posibles desarrollos 
políticos y diplomáticos que pueda tener esta situación, frente a ella el 
movimiento sindical debe proceder reafirmando sus valores tradicionales y los 
mismos principios que desde hace siglos rigen su pensamiento y accionar. Ellos 
son la unidad en democracia y en la diversidad, la igualdad, el pluralismo, la 
solidaridad, la lucha y la negociación. 
  
El movimiento obrero asumió un protagonismo fundamental y 
decisivo en la resistencia y el derrocamiento de los regímenes dictatoriales que 
asolaron nuestra región avasallando los derechos humanos y entre ellos, las 
libertades sindicales. Sentimos en carne propia lo que significa el terrorismo 
de Estado, como también sabemos que la omisión del Estado es el mejor ambiente 
para el desarrollo del terrorismo.  
  
Pese a que en algunos países es combatido violentamente, el 
movimiento obrero siempre ha sido un agente pacificador. Los trabajadores y 
trabajadoras defendemos la Vida. Para nosotros, organizarse en democracia 
implica la unidad en la diversidad, una unidad en la cual el otro no es un 
adversario sino alguien diferente junto a quien luchar cuando hay que defender 
derechos que nos son comunes. 
  
La realidad nos demuestra que algunos prefieren la guerra, la 
polarización, la uniformidad, la homogeneidad, la monopolización y 
centralización del poder. Estas opciones han dejado huellas profundas en la 
historia reciente de nuestros países, y casi sin excepciones se puede decir que 
esas huellas son idénticas en toda América Latina. También decantaron 
algunas lecciones políticas que deberían quedar indeleblemente grabadas en las 
conciencias de absolutamente todos y todas. Una de ellas, aunque muy antigua, es 
a menudo olvidada: el fin no justifica los medios. 
  
Esto significa que perseguir un propósito loable no es excusa 
para utilizar cualquier método. La historia ha enseñado, una y otra y otra vez, 
que más que la victoria misma importa cómo ella es obtenida. Los sindicalistas 
sabemos que hay algunas victorias estruendosas pero pírricas, y que hay otras, 
quizás más modestas y silenciosas, que fortalecen y auguran otras muchas más. 
  
El movimiento sindical rechaza la violencia venga de donde 
venga. Rechaza la violencia ejercida con armas y bombas -aunque éstas sean 
“inteligentes”- cualquiera sea su origen, cualquiera sea su propósito. Rechaza 
también la violencia de la desigualdad, de la falta de libertad, de la 
injusticia y la impunidad, de la violación de los derechos humanos y las 
libertades sindicales. Y su manera de rechazar estas formas de violencia es 
crear y favorecer más y mejor organización social, promover puentes de encuentro 
entre las diversas corrientes e intereses sociales, mantener inalterable su 
compromiso con aquel concepto de vida que reconoce en la vida asociativa la más 
completa expresión del ser humano. También sabemos que el enemigo no es el 
obrero del país de al lado, sino el explotador de cualquier país. 
  
Nuestro compromiso histórico, aún en la crítica, es con el 
respeto a la soberanía, la autodeterminación, la democracia y la vigencia del 
ordenamiento de la comunidad internacional,  
  
En el lamentable caso que nos ocupa, reconocemos el derecho 
de Ecuador a reclamar el respeto al ejercicio exclusivo de la soberanía 
en su propio territorio, por lo tanto, condenamos la incursión militar invasora 
ordenada por el gobierno colombiano. Al mismo tiempo, rechazamos la metodología 
utilizada por las FARC y por grupos paramilitares, especialmente 
los secuestros y asesinatos de civiles desarmados -entre ellos, decenas de 
nuestros afiliados de organizaciones campesinas y sindicales- totalmente ajenos 
a la lógica guerrera que ellos imponen.  
  
Asimismo, impugnamos la acción extralimitada del presidente
Hugo Chávez, cuya lógica parece simétrica con la de aquellos que dice 
querer combatir.  
  
El Comité Ejecutivo Latinoamericano de la UITA, en 
representación de 69 organizaciones en 17 países, se suma al clamor de quienes 
reclaman que se detenga de inmediato la escalada de palabras y gestos de 
confrontación violenta, y se jerarquicen los ámbitos multilaterales como 
escenario y marco exclusivo donde dirimir los actuales enfrentamientos. 
  
Asimismo, reafirma su compromiso militante con la defensa de 
la democracia y el pluralismo, con la lucha permanente por su plena vigencia y 
por su profundización, para que nuestros pueblos vivan con mayor justicia 
social, con más libertad, con más oportunidades de desarrollo integral y en un 
clima de paz y seguridad.   
Comité Ejecutivo Latinoamericano de la UITA 
Montevideo, 6 de marzo de 2008 
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