Estados Unidos

 

Y después del paro, ¿qué?

En esta ciudad de casi medio millón de habitantes, ubicada en el corazón agrícola de California, casi 20.000 personas se congregaron frente al edificio municipal para exigir una amplia reforma migratoria, consigna principal de las movilizaciones nacionales de las últimas semanas. Pero los inmigrantes también piden respeto y dignidad ante los constantes ataques y humillaciones, que se acentuaron desde el 11 de septiembre del 2001.

Este récord de participación se repitió en todo el Valle, incluso en ciudades donde jamás se habían producido protestas. La contagiosa energía de movilización llegó a todos los rincones del país. Era la hora de los inmigrantes, el momento de gritar lo que siempre se había callado por temor, por vergüenza impuesta. Después de años de permanecer escondidos, de agachar la cabeza ante los insultos, millones dijeron basta.

"Nosotros proporcionamos la logística, la organización material del acto, pero la energía movilizadora viene de la gente", dice modestamente Leoncio Vásquez, del Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB), integrante de la coalición que organizó la concentración en Fresno. "Fue impactante, ¡había tanta gente unida por un mismo sueño!" comentó Margarita Córdova, inmigrante de Oaxaca y también integrante de dicha coalición, formada por un puñado de organizaciones de base y activistas.

Los organizadores pidieron a la gente que participaran en el paro nacional y convocaron a una concentración en horas de la tarde. Allí, los oradores nombraron a muchos de los comercios que cerraron sus puertas, destacaron a los cientos de trabajadores agrícolas que no fueron a los campos de cultivo y a los consumidores que se abstuvieron de comprar en apoyo al paro. Y aunque los resultados económicos de la movilización no están claros aún, los organizadores valoran más el aspecto psicológico.

"Ya nos levantamos, ya estamos de pié -dijo Margarita Córdova-. Si volvemos a doblar las rodillas, entonces el gobierno seguirá haciendo lo que quiere." Esta sensación de haber avanzado en la dura lucha por el reconocimiento y una posible legalización de millones de indocumentados marca el posible rumbo a seguir. Pero Córdova manifiesta su desconfianza ante los políticos: "prometen pero no cumplen".

El desafío ahora es transformar esta energía colectiva en acciones que lleven a resultados positivos, de acuerdo a las reivindicaciones expresadas en las marchas. Votar es parte fundamental de este proceso; de lo contrario, los congresistas podrán hacer caso omiso del reclamo de las calles sin que afecte su cómoda estabilidad política.

"Los hispanos debemos votar, si seguimos sin hacerlo acostumbramos al gobierno a que haga lo que quiera", asegura Cordova. Para esta trabajadora de la construcción, la apatía electoral de los latinos es parte del problema. "Debemos votar para evitar que el gobierno siga haciendo daño a la gente".

Precisamente ahí está el punto débil de los hispanos. Sólo puede votar el 39 por ciento del total (casi 40 millones), en comparación con el 76 por ciento de los blancos anglosajones. Y según datos del Pew Hispanic Center, en el año 2004 sólo votaron la mitad de los hispano con derecho.

"Las marchas, protestas y el paro fueron maneras de mandar un mensaje al Congreso -dijo Vásquez-. Ahora debemos ser más activos a otro nivel, como mandar cartas y llamar a los congresistas." Y éste parece ser el talón de Aquiles de los inmigrantes provenientes de países donde no se utilizan esos métodos. "Grupos anti inmigrantes pequeños logran más efecto porque presionan de esa manera a los congresistas", asegura Vásquez.

Según Córdova, una forma simple pero eficaz de empezar la tarea es garantizar el voto de cada miembro de las familias inmigrantes que pueda votar. "Por ejemplo, tengo familiares que ya son ciudadanos pero no votan." Vásquez está de acuerdo con la propuesta y agrega que "además de votar hay que exigirle a los políticos que cumplan lo prometido".

Esto exigiría organización y consistencia, ya que el viciado sistema político estadounidense, donde sólo dos partidos se reparten el poder, parece neutralizar tendencias renovadoras, y donde las presiones a base de encuestas, los medios dominantes y llamadas mueven el centro del péndulo político hacia la derecha, lugar donde predominan sentimientos contrarios a los inmigrantes. Tanto Córdova como Vásquez reconocen esta dificultad.

Ambos coinciden también en que queda mucho por hacer y en que los grupos anti inmigrantes aumentarán sus ataques y su incesante e incisivo trabajo político. Los congresistas, por su parte, se inclinarán de acuerdo a sus intereses y a las presiones que reciban. "Nosotros hicimos nuestra parte, ahora es el turno de los congresistas -dijo Córdova con firmeza-. La legalización de millones de inmigrantes es de interés también para Estados Unidos". ¿Tendrá Washington la grandeza de reconocer esa necesidad?

En Fresno, Eduardo Stanley

Convenio La Insignia / Rel-Uita

4 de mayo de 2006

Eduardo Stanley

 

 

 

 

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