Estados Unidos

 

El triunfo de los demócratas

y el posible freno al guerrerismo

 

 

 

El Presidente Bush necesitó tres años para darse cuenta de que la guerra de Irak es inseparable del contexto regional.  Por ello, la idea de Washington ahora, todavía con sordina, es cómo implicar a Irán y Siria en su estabilización.  La conflictiva participación de Irán y Siria, es uno de los ejes que exige proporcionar una salida digna al atolladero en el que hoy se encuentra.

 

Washington con la inveterada arrogancia mantenida hasta el despertar electoral de la semana anterior, ha considerado a Irak como un tubo de ensayo aislado de las circunstancias exteriores, pero los acontecimientos nuevos mostraron la gravedad de su error.

 

El país árabe ocupado se ha convertido en campo de ensayo de todos los fanáticos e irredentismos que convergen en Oriente Medio, mezcla del conflicto religioso, tribal y sectario, presidido pro un gobierno incapaz.

 

Nadie duda que la calamitosa aventura militar norteamericana, haya sido decisiva para que en las elecciones de la pasada semana, el Partido Republicano perdiera ambas cámaras, representantes y senadores.  En las elecciones al Congreso ha votado el 41% del electorado y de ellos, según las encuestas, un 57% declaraba haber votado en contra de Bush a causa de la guerra, lo que virtualmente es un referéndum sobre su mandato; es decir, que ante una de las mayores barbaridades perpetradas en las últimas décadas, el votante se ha pronunciado negativamente a la altura de un 24%.

 

Por eso, la palabra más repetida en los próximos meses en Washington será retirada o redespliegue, que significa irse pero quedarse.  De ahí que descenderá el número de 140.000 o más soldados norteamericanos en Irak.  Estados Unidos medita. Sacudido por una nueva mayoría demócrata en el Congreso, Washington bulle estos días en discusiones sobre un cambio de política hacia Irak.

 

La prepotencia mostrada por Bush sobre Irak, durante los últimos años ha dado paso, en cuestión de días, a un clima de incertidumbre e indecisión.  El Presidente Bush después de su fracaso electoral, no habló de democracia, sino de conseguir que Irak tenga un gobierno que pueda sostenerse, gobernar, defenderse así mismo y sirva como aliado en la guerra contra el terrorismo. Las ambiciones republicanas o conservadoras de democratizar y transformar Oriente Medio, se han hecho mucho más modestas y preventivas.

 

La victoria demócrata en las elecciones parciales de Estados Unidos puede obligar a un cambio de estrategia por parte de la Casa Blanca y a plantear, incluso, la apertura del diálogo con Irán y Siria, con el objetivo de desbloquear la enquistada crisis Iraquí.  También aspiramos a que no se descarte que esta nueva estrategia, obligue al Gobierno israelí de Ehvo Olmert a tomar el camino de la moderación.

 

Lo cierto es que las circunstancias exigen un acuerdo de mínimos que integre la salida de los 140.000 soldados estadounidenses allí desplegados.  El explosivo Oriente Medio actual no puede asumir las consecuencias de un eventual enfrentamiento civil a gran escala. Estados Unidos perdió en Irak y la responsabilidad de Bush no admite réplica.

En las elecciones al Congreso ha votado el 41% del electorado y de ellos, según las encuestas, un 57% declaraba haber votado en contra de Bush a causa de la guerra.

 

Ojala la partida de Donald Rumsfeld al frente del Departamento de Defensa, aporte mayores dosis de realismo a los análisis sobre el curso de la guerra.  Pero no olvidemos que numerosos ciudadanos y políticos debaten sólo sobre cuestiones tácticas, pero no se esfuerzan suficientemente por reflexionar sobre la profundidad de la situación.

 

Es posible que la insistencia en la vía de fracasos, contratiempos, rechazos y derrotas en el extranjero genere, en su momento, una importante reestructuración de la política estadounidense.

 

La administración Bush durante cuatro años ha cavado su propia tumba y cada día que pasa ahonda aún más en su desgracia y calamidad, razón por la que el Partido Demócrata está en la obligación de sacar adelante una política de los Estados Unidos que repare el daño causado al pueblo musulmán, propiciando que sean los propios musulmanes los que enfrenten autónomamente los extremismos que surgen en su seno.

 

Para ello, ¿Querrá Washington asignar siquiera una cuarta parte de los 800.000 millones de dólares empleados ahora en librar la guerra de Irak a los capítulos de creación de universidades, hospitales, escuelas, clínicas y otros programas sociales, a lo largo y ancho del mundo musulmán?

 

En esta línea y para otro artículo, recordemos que el ascenso demócrata al congreso estadounidense ha planteado incógnitas sobre el curso futuro de las relaciones económicas del país del norte con Latinoamérica.  Esto quiere decir que el TLC tendrá tropiezos, razón por la que debemos intensificar la movilización.

Carlos A. Rodríguez Díaz

Presidente de la CUT – Colombia

20 de noviembre de 2006

 

 

 

 

 

 

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