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El NO en Francia

favorecerá otra Europa posible

La ratificación del proyecto de Constitución para la Unión Europea manifiesta una saludable resistencia ante virus, bacterias, rémoras y diversas patologías que se habían ido introduciendo en su cuerpo.

 

Los vicios de burócratas ociosos en Bruselas, enfrascados en sus querellas partidistas, se distanciaron de los pueblos de Europa y se ocuparon en construir una armadura sin cuerpo, una terapia sin paciente. Pero el paciente en crisis existe, en la mejor acepción del enfermo que lucha por afirmarse y salir adelante. La unidad de los pueblos y regiones de Europa es un hecho urgido por la revolución de las comunicaciones, por la informática, por los transportes, por las nuevas tecnologías que superan espacios limitados y hasta transforman el tiempo de acuerdo con su conveniencia. La globalización es un hecho real y su valor dependerá de la gestión de la misma, de los intereses que la condicionen y del espíritu que la impulse. No se puede luchar contra el bosque ni es preciso empujar los ríos.

Nadie podrá detener la Unión Europea, la cooperación entre las gentes, los pueblos y las regiones de Europa. Podrá sufrir retrasos, cambios, estirones y hasta algunas fiebres, pero todo esto hay que contemplarlo en clave positiva: son signos de vida, de crecimiento y de afirmación para asumir la responsabilidad inexcusable ante un futuro que ya es presente.

Es inimaginable una tensión entre EEUU y los países de Extremo Oriente, China e India, con la imprevisible deriva de la antigua Rusia, sin tener en cuenta el concurso insustituible de la UE.

Tendrá que afirmarse un mundo de valores, de derechos fundamentales y de instituciones capaces de llevarlos a cabo. Ya no se puede vivir de espaldas a la opinión pública ni trazando oscuros designios en sanedrines de grupos de presión sin alma ni rostro. Hoy las gentes piden saber y logran hacerlo. Los problemas que amenazan a la humanidad se desenvuelven a escala universal: medio ambiente, explosión demográfica, hambre, enfermedades degenerativas en expansión, guerras y el creciente aumento de capitales procedentes del crimen y del narcotráfico. Los paraísos fiscales, el poder de la industria farmacéutica, la degradación de los mares, de los polos y de las reservas de agua alcanzan a todo el mundo, hasta a los inocentes.

Por eso, no hay que alarmarse ante el No de los ciudadanos franceses y holandeses a un proyecto de constitución para la UE con muchas deficiencias en lo social, en la solidaridad, en la deslocalización de las fábricas o en la volatilidad de los capitales especulativos así como en el peligro de mano de obra incontrolada de inmigrantes que pongan en peligro la estabilidad de las sociedades europeas en lugar de integrarse equitativa y racionalmente en las áreas en las que sean necesarios y en donde percibirán los medios de vida que se merecen.

El No de los franceses y de los holandeses va a resultar revitalizador y obligará a repensar y a hacer que participen en su reelaboración los representantes de la ciudadanía en una auténtica Convención y no en esa élite de notables designados a dedo y movidos por intereses no siempre coincidentes con los auténticos valores y necesidades de los ciudadanos. Nada de alarmas pues, ni de vaticinios agoreros de quienes ignoran el genio de la historia y la fuerza del espíritu de los pueblos. Los pueblos de Francia y de Holanda han reaccionado contra el antiguo Régimen, contra la Europa de los mercaderes, contra las oligarquías transnacionales que todo lo controlan, todo lo mancillan y pasan por encima de los valores humanos, de los derechos políticos y de las consiguientes garantías y mejoras sociales. Una vez más, no se trata de cuanto más, mejor; sino de cuanto mejor, más. Aunque lleven más tiempo, la felicidad y el bienestar del mayor número de personas son superiores a las ganancias de unos pocos. No puede continuar una política inhumana y sin ética. Como escribe un político español “Francia es mucha Europa, no sólo por sus proporciones geográficas y humanas, sino por su historia: es el país de la Ilustración y de la Gran Revolución. No puede desdeñarse su influencia moral en las poblaciones que componen la UE”.

Aún los que votamos Sí en los referendos de otros países porque creímos conveniente un texto mejorable a una anomia paralizante, hemos sido saludablemente espabilados por la reacción popular y democrática. Aunque ello haya supuesto ver a extraños compañeros de viaje desde la extrema izquierda trotskista a la más espeluznante derecha hiper liberal e ultra nacionalista.

Lo que se jugaba eran unas convicciones sociales, un modelo de sociedad más que un periclitado modelo de desarrollo. Ni en las manifestaciones de Seattle hasta Río y Nueva Zelanda contra la política del pensamiento único dominante ha habido un rechazo tan digno de la Bastilla capaz de echar abajo un andamiaje retrógrado y asfixiante. Vamos en busca de un mañana mejor, más justo y solidario, en el que se pueda construir Otro mundo mejor, porque es posible y necesario. Es probable que la Aurora haya comenzado con el aldabonazo que anuncia otra Europa que es posible porque es necesaria.

 

José Carlos García Fajardo*

CCS - España

3 de junio de 2005

 

 

* Profesor de Pensamiento Político y Social (UCM), Director del CCS

 

 

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