España

Reflexiones después de los atentados en Madrid

En ese tren íbamos todos

El filósofo catalán Santiago López Petit enmarca los atentados en Madrid del 11 de marzo pasado en el tránsito de la guerra a lo que denonima los "estados-guerra".

 

Nacido en Barcelona hace 54 años, Santiago López Petit es químico y profesor de historia de la filosofía en la universidad de esa ciudad. Acaba de publicar El infinito y la nada. El querer vivir como desafío, al que la revista española Archipiélago le dedicará su próximo dossier.

López Petit tiene una obsesión: construir un pensamiento radical capaz de liberar el "querer vivir" de su apresamiento por la estructura de la espera. Las discusiones actuales tras los atentados en Madrid y las multitudinarias manifestaciones en España, donde tuvieron lugar también las más masivas impugnaciones a la guerra, están en ebullición. Vuelven más complejo, además, el debate abierto por la convocatoria a los intelectuales lanzada por Jürgen Habermas y Jaques Derrida a "repensar Europa" frente al unilateralismo estadounidense.

-¿Cómo cree que se puede pensar Europa?

-Ante una pregunta como ésta creo que lo primero que hay que aclarar es que en el discurso crítico que habitualmente se construye en España no aparece por lo general la palabra Europa. La construcción de Europa no se ha hecho desde los deseos de sus gentes, sino que ha sido meramente institucional. Más, en concreto, respondiendo a necesidades y objetivos económicos. En una palabra, se ha avanzado hacia una Europa capitalista muy poco "social", empleando términos al uso. Es lógico, por tanto, que la referencia a Europa se haga casi siempre desde el sistema de partidos. Y, sin embargo, esta Europa rige cada vez más nuestra propia cotidianidad. Desde Bruselas se establece cuál puede ser el déficit fiscal, el crecimiento económico, las ayudas a los agricultores o la colaboración entre las policías.

-¿Ha surgido tras el 11 de setiembre una nueva forma de politización? ¿En qué consiste?

-Comparemos dos ejemplos distintos. En noviembre de 2002 tiene lugar el Foro Social de Florencia. Se manifiestan más de medio millón de personas. En marzo de 2002 tiene lugar una cumbre de jefes de Estado de la Unión Europea en Barcelona y se manifiestan en contra también medio millón de personas. Son dos ejemplos en principio parecidos y que, sin embargo, no tienen nada que ver. En Florencia la manifestación, perfectamente encuadrada, consta de bloques definidos políticamente, con sus banderas, su música. En Barcelona, en cambio, la manifestación se desarrolla sin banderas ni música, individuos solos, mientras que los representantes de partidos políticos y sindicatos tienen que ponerse a la cola de la manifestación y ni llegan a desfilar. Medio millón de personas, y sin embargo dos mundos distintos, dos politizaciones distintas. Cuando hablamos de nueva politización nos referimos al segundo caso.

¿Qué tiene que ver el 11 de setiembre con todo esto? Pues que si se admite que el 11 de setiembre es el momento en que se presencializa el Estado-guerra, es decir, un Estado cuya política es guerra, la guerra contra el terrorismo (Afganistán, Irak…) se convierte en la principal fuente de politización. Politización que, por otro lado, no cabe en la categoría clásica de sujeto político. La subjetividad de este hombre anónimo que sale a la calle en Barcelona, y que contra la guerra de Irak lo hará a menudo, no puede determinarse en base a la dualidad activo/pasivo.

-¿Por qué sostiene que quienes se han movilizado contra la guerra no pueden ser simplemente llamados "sociedad civil"?

-Por dos razones fundamentales. Primero, porque el término "sociedad civil" aplasta y encierra una subjetividad que es mucho más rica y compleja que la del individuo. La referencia anterior a las manifestaciones contra la guerra de Barcelona puede servir. ¿Quién sale, en verdad, a la calle? Desde el poder se hablaba de la "sociedad civil", incluso se inventó una palabra: "la buena gente". Esta moralización tiene como objetivo despolitizar, anular la fuerza del anonimato, reconducir un nuevo protagonismo social. Segundo, porque el término es problemático en sí mismo. La sociedad civil remite a una autonomía de lo político que es inexistente por lo general. Desde el momento que el Estado interviene garantizando el beneficio económico y, en general, como mediación política sobre lo social, desaparece la sociedad civil como tal. Insistir en su presencia, por un lado, bloquea la nueva politización, esta politización que, donde se da, adquiere una dimensión existencial mucho más radical; por otro lado, nos sitúa en el interior de un discurso político cuyo horizonte no es la politización de la existencia, sino un mero hacer político los intereses individuales.

-¿Qué balance hace de las movilizaciones posteriores a los atentados del 11 de marzo?

-Ante la manipulación por parte del gobierno, miles de personas salieron a la calle para exigir toda la verdad. Es como si se hubiese producido una extraña insurrección efectuada por subjetividades heridas y coléricas. La socialización del dolor, en vez de unir la gente al gobierno de turno como es lo habitual, ha funcionado como un verdadero escrache a nivel de todo el país. Miles de personas, durante toda la noche, se congregaron ante las sedes del partido del gobierno. La frase "en ese tren íbamos todos" inaugura una problemática común, una posibilidad de composición y de resonancia que todavía no sabemos comprender. En todo caso, lo que es claro, es que su matriz no es la producción sino el querer vivir.

-¿Qué representó el voto por el PSOE a tres días del 11 de marzo? ¿En qué posición ubica el nuevo gobierno el hecho de haber llegado al poder como resultado de las movilizaciones?

-Estas subjetividades heridas y coléricas parecen haber dispuesto de una inteligencia colectiva, que se ha demostrado en la invención de formas de convocatoria anónimas ("pásalo") y que se ha hecho sentir, también, en el empleo del voto útil. Estas subjetividades han utilizado al PSOE como palanca para desalojar al PP del gobierno. No han dejado pasar la oportunidad, y lo que es más importante: esta inteligencia ha sabido mantener los términos que dan sentido a la votación y al cambio de gobierno. No se ha votado al PSOE por ilusión ni en respuesta individual a sus promesas. Se ha votado contra el PP por dignidad, por una dignidad que en este caso ha sido colectiva. Rodríguez Zapatero no ha vendido nada. Tiene como norte, si no quiere perderlo, el "No nos falles". ¿A quién? ¿Quién ha sido este nosotros? La manera como ha llegado a presidente lo convierte en rehén de la misma gente. De ahí que su principal acción de gobierno tenga que pasar por destruir las condiciones que han hecho posible su acceso al gobierno. Dicho directamente: el PSOE se pondrá como objetivo central destruir la politización que se ha dado en la lucha contra la guerra.

-En torno a la guerra y los atentados usted ha visualizado el desarrollo de una nueva "forma" de Estado a la que ha llamado Estado-guerra. ¿A qué se refiere con este concepto?

-Creíamos que se podía establecer una secuencia clara: 1) el Estado-plan, el Estado que funciona después de la Segunda Guerra Mundial, encargado de integrar y dirigir la lucha de clases a favor del propio desarrollo económico; 2) el Estado-crisis, el Estado posterior a la crisis de 1973, el Estado que emplea la crisis abierta como arma del capital; 3) el Estado-guerra sería aquel que, situado en un marco posmoderno, construye su política como guerra, es decir, en base a la dualidad amigo/enemigo. El Estado-guerra se nos aparece entonces como un dispositivo capitalista de producción de orden. En un triple sentido: como dispositivo de interpretación de la realidad (en base al ataque preventivo), como dispositivo de sobredeterminación de las relaciones (neutralización de lo político), y, finalmente, como dispositivo de enmascaramiento de la realidad (el relato Occidente frente al mal). En definitiva, el Estado-guerra es una máquina de simplificación y de muerte que, paradójicamente, es extraordinariamente débil.

-¿Cuál sería la vinculación del Estado-guerra con otro de los temas que investiga: el fascismo posmoderno?

-Si el concepto de Estado-guerra surge en relación al 11 de setiembre, la reflexión sobre el fascismo posmoderno es la generalización de lo que ocurre en lo que hemos llamado el "modelo Barcelona 2004". Barcelona sería el ejemplo más acabado de movilización total de la vida, de producción de subjetividades sin vínculo social, y por ello despolitizadas. El fascismo posmoderno constituye, pues, la verdad de la sociedad-red, la gestión de un teatro social en el que cada uno está llamado a participar en tanto que es portador de diferencia, de un proyecto personal. El fascismo posmoderno no produce individuos normalizados, sino justamente a la inversa, individuos con iniciativas e inquietudes, en otras palabras, capitalistas de sí mismos. Lo que aquí se conoce con el nombre de emprendedores.

-¿Está de acuerdo con la noción de guerra global permanente?¿En qué consiste el paso que propone de la guerra al Estado-guerra?

-Hablar de guerra global es demasiado confuso. ¿De qué guerra se trata? La guerra que nos hace el terrorismo, o las diferentes guerras que hoy existen en el mundo, o la precarización como ataque contra todos. Para los pacifistas la guerra no tiene sentido, de ahí su defensa de la paz. Para los militaristas sí lo tiene, en la medida que es continuación de la política. Para los primeros, se trata de sacarle todo sentido. Para los segundos, en cambio, se trata de conferirle un sentido. Ambos están equivocados. La guerra está más allá del sentido porque es justamente lo que abre el ámbito del sentido. Como decía Heráclito, la guerra es el padre de todas las cosas. De ahí la necesidad de introducir un desplazamiento: de la guerra al Estado-guerra. No se trata de algo sin importancia. Es muy distinto defender la paz de intentar contestar a la pregunta cuál es tu guerra. En Barcelona, en ciertos ámbitos y durante algunos momentos, se intentó responder a esta pregunta. En última instancia, se podría decir que el Estado-guerra es aquel que captura la guerra para sí poniéndola a funcionar a su favor. Subvertir el Estado-guerra es luchar para hacer de la guerra algo creativo y a favor de la vida. Todo acto de creación es un acto de guerra.

 

 

Verónica Gago

Semanario Brecha

30 de abril de 2004

 

 

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