Che Guevara
ha insistido en sus escritos sobre la
importancia del estudio. Dos de las
ideas permanentes en toda su prédica
son: la importancia del estudio y el
necesario ejemplo de la conducta.
En diversas ocasiones se refirió, precisamente, a la
propaganda que surge de la conducta. En
la correspondencia dirigida a sus hijos
y demás jóvenes, insiste en la necesidad
de estudiar.
El “Día de la correspondencia escolar” que rige en Cuba
desde los comienzos de la Revolución,
entre las respuestas a quienes le han
escrito dice a uno de los escolares que
ha recibido numerosas cartas de niños
“que al igual que tú, nos quieren
testimoniar su adhesión, su apoyo a la
Revolución”. Y agrega: “Nos sentimos muy
orgullosos del espíritu patriótico de
nuestra niñez y muy confiados en una
Cuba con una ciudadanía ejemplar.
Sólo me resta decirte que la mejor
cooperación que puedes dar ahora es no
cejar en tus estudios, haciendo siempre
el mayor esfuerzo”. Esta es una de las
características que muestra a la
Revolución Cubana como un proceso
radicalmente distinto a otros de
América Latina.
En carta al escritor Ernesto Sábato, Guevara
explica por qué lo que ocurre en Cuba
no es algo similar a lo que en
Argentina se llamó “Revolución
Libertadora”.
“No podía serlo -explica- porque no éramos parte de un
ejército plutocrático” (…) “porque
nuestra bandera de combate no era una
vaca sino, en todo caso, un alambre de
cerca de latifundio destrozado por un
tractor, como es la insignia del
Instituto Nacional de Reforma Agraria de
Cuba”. Y aludiendo a posiciones
que Sábato luego superó, expresa:
“No podíamos ser Libertadora porque
nuestras sirvienticas lloraron de
alegría el día que Batista se fue
y entramos en La Habana; y hoy continúan
dando datos de todas las
manifestaciones y de todas las ingenuas
conspiraciones de la gente ‘Country
Club’, que es la misma gente ‘Country
Club’ que usted conociera y que fueron a
veces sus compañeros de odio contra el
peronismo”.
Explica luego que la guerra revolucionó al propio Fidel.
“Al fin y al cabo -escribe-, Fidel
Castro era un aspirante a diputado
por un partido burgués, tan burgués y
tan respetable como podía ser el Partido
Radical en Argentina; que
siguiendo las huellas de un líder
desaparecido, Eduardo Chibás, con
unas características que pudiéramos
hallar parecidas a las del mismo
Irigoyen. Y nosotros, que lo
seguíamos, éramos un grupo de hombres
con poca preparación política; solamente
con una carga de buena voluntad y una
ingénita honradez. Así vinimos gritando
‘en el año 56 seremos héroes o
mártires’. Un poco antes habíamos
gritado, como Fidel, ‘vergüenza
contra dinero’. Sintetizábamos en frases
simples nuestra actitud, también simple.
Explica luego: “La guerra nos revolucionó; porque no hay
experiencia más profunda para un
revolucionario que el acto de la guerra;
no el hecho aislado de matar, ni el de
portar un fusil o el de establecer una
lucha de tal o cual tipo; es el total
del hecho guerrero, el saber que un
hombre armado vale igual que cualquier
hombre armado y puede ya no temerle a
otros hombres armados”.
Detalla, además, que iban explicando a los campesinos cómo
podían “tomar un fusil y demostrarle a
los soldados que un campesino armado
valía tanto como el mejor de ellos, e ir
también aprendiendo cómo la fuerza de
uno no vale nada si no está rodeada por
la fuerza de todos, e ir aprendiendo,
asimismo, cómo las consignas
revolucionarias tienen que responder a
palpitantes anhelos del pueblo; e ir
aprendiendo a conocer los anhelos más
hondos del pueblo y a convertirlos en
banderas de agitación política”.