Un país que ha hecho esfuerzos para que se le conozca por su 
apego al derecho, ahora aparece como 
autor de crímenes contra un pueblo 
hermano.
 
Una nota de los periodistas Ana Esther Ceceña y 
Aníbal Quijano informa que el pueblo 
de Haití ha salido a las calles 
para defender su vida. Y detalla: ha 
manifestado su protesta porque los 
alimentos básicos triplicaron su precio 
desde noviembre de 2007, aumentando 
dramáticamente los problemas de hambre, 
desnutrición y enormes dificultades para 
la satisfacción de las necesidades 
elementales de la población, sin que el 
gobierno haya tomado medida alguna para 
tratar de evitar esa escasez o 
contrarrestarla. 
 
Las políticas neoliberales impuestas por Washington a 
través de organismos internacionales han 
llevado a Haití a una situación 
caracterizada por la pérdida de su 
soberanía alimentaria, a la destrucción 
de la economía campesina y del potencial 
agrícola del país.
 
El 45 por ciento de los niños menores de cinco años padece 
desnutrición, y en el campo se han 
perdido 800 mil puestos de trabajo. La 
política del gobierno cumple con el 
interés ajeno, exigido por el Fondo 
Monetario, el Banco Mundial y demás 
lineamientos determinados por Estados 
Unidos.
 
El pueblo haitiano ha salido a protestar por la presencia y 
atropellos de la llamada Misión de la
MINUSTAH, que desde junio de 
2004 ocupa su territorio. Reclama la 
salida de los 7.080 cascos azules que la 
conforman, con los siguientes aportes: 
1.211 soldados de Brasil, 1.147 
de Uruguay, 562 de Argentina, 
502 de Chile, 114 de Guatemala 
(según cifras de diciembre de 2007). 
Estas tropas son acusadas de violar los 
derechos humanos con escandalosa 
impunidad, en flagrante contradicción 
con el mandato del Consejo de Seguridad 
de Naciones Unidas que le ha fijado la 
tarea de impulsar el respeto a los 
derechos humanos y reforzar el sistema 
judicial.
 
La propia MINUSTAH ha tenido que repatriar 
recientemente a 114 soldados de Sri 
Lanka por encontrarlos culpables de 
abuso sexual y violaciones de mujeres y 
niñas en varias regiones del país.
 
Paradójicamente, el presupuesto anual de esa Misión asciende 
a 535 millones de dólares, cifra igual 
al 9 por ciento del Producto Bruto 
Interno de Haití, mientras la 
población carece de lo más elemental.
 
A un pueblo que necesita ayuda económica con urgencia, 
Naciones Unidas y sus países hermanos le 
envían militares.
 
Actualmente la situación es de emergencia. Gases lacrimógenos 
son lanzados indiscriminadamente contra 
la población. Aunque el número de 
muertos es incierto, se informa que tres 
de ellos fueron ultimados por las 
fuerzas uruguayas que integran la 
MINUSTAH. Toda la repercusión en 
Uruguay no ha pasado de un pedido de 
informes del diputado Menéndez, 
socialista, integrante del partido de 
gobierno, requerimiento que el ministro
José Bayardi, titular de 
Defensa Nacional, aún no ha contestado. 
Pero el propio ministro ha prometido una 
investigación, aunque a cargo de los 
propios militares. 
 
Los periodistas Ana Esther Ceceña y Aníbal Quijano 
han planteado que los pueblos de 
América Latina y el Caribe no 
pueden aceptar que el dinero de los 
ciudadanos sea usado para sostener 
ejércitos de ocupación en países 
hermanos. Haití necesita ayuda 
solidaria: brigadas de alfabetización, 
de salud, cooperación agrícola, y 
brigadas de atención psicológica para la 
población atemorizada por la actuación 
de las fuerzas de la MINUSTAH.
 
Lo que en realidad parece lógico reclamar es el retiro de las 
tropas de la MINUSTAH que ocupan
Haití y la organización de una 
campaña de solidaridad continental con 
la lucha del pueblo haitiano para 
ayudarlo a recuperar su 
autodeterminación y producir mejoras 
-absolutamente impostergables- en sus 
condiciones de vida.
 
Parece ilógico que la izquierda, que en Uruguay está 
en el gobierno, no haga autocrítica. Su 
bancada parlamentaria en pleno (con una 
sola excepción) votó el envío de tropas. 
El argumento fue que irían a contribuir 
a la paz. Ahora, los legisladores que 
acompañaron esa decisión, ¿no creen 
necesaria una rectificación? 
 
Los informes que se han difundido son claros: las Fuerzas 
Armadas uruguayas han matado a tres 
ciudadanos de Haití. ¿No es el 
momento de realizar una autocrítica que 
resultaría enaltecedora? ¿La actitud no 
debiera ser una autocrítica rigurosa? El 
Ministro de Defensa de Uruguay ha 
pedido una investigación. Pero no la ha 
encargado por  lo menos a una 
organización no sospechada de 
complicidad.