INFORME DE LA OIT

Por una globalización integradora

El impacto social, económico y político de la globalización fue estudiado profusamente por una comisión especial de la OIT. El aumento de la riqueza para unos pocos a costa de una fuerte desintegración social, rebaja de soberanía y derechos humanos parecen ser los resultados de esta primera evaluación a nivel mundial.

 

La globalización, noción de moda si las hay, sigue expresando en tanto concepto analítico un significado débil y difuso. Lo que se intenta nominar mediante su uso es el proceso de mutación tecnológico y político-institucional que está generando -y es fruto a la vez- fuertes cambios en el orden internacional.

 

Las primeras teorizaciones que se formularon durante los albores de la década del 90 no avanzaron mucho en la especificación de su contenido pero sí marcaron muchos trabajos analíticos posteriores con una fuerte dosis de "inexorabilidad" que la realidad actual parece suavizar significativamente.

 

El sociólogo Bruno Podestá* caracteriza a la globalización como un proceso expansivo en lo económico que ha limitado drásticamente las opciones políticas de gran cantidad de estados así como estimulado paralelamente la concentración de poder. También para Podestá los cambios en el comercio y en la telemática están acentuando la polarización social y la configuración de modelos excluyentes, así como la generación de una suerte de apartheid tecnológico. Esta creciente integración de bloques y áreas económicas y el desarrollo de los contactos multilaterales (la OMC sería una de sus expresiones máximas) tienen su correlato, para este sociólogo, en un reordenamiento jurídico internacional, que termina involucrando no sólo al comercio sino también muchas veces a la propia estructura social de los países, su ecología y líneas políticas, así como los temas de derechos de autor y los derechos laborales.

 

Diagnósticos de este tipo fueron a fines de los noventa duramente criticados. Desafortunadamente el debate se enfrascó en una falsa oposición; no felicitar el fuerte proceso de globalización pasó así a ser sinónimo de "retrógrado", "provinciano" y "conservador".

 

Esta semana la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dio a conocer su informe "Por una globalización justa. Crear oportunidades para todos", que confirma que la globalización está consolidando "desequilibrios sociales" en diferentes partes del planeta, así como el incremento de la corrupción, la inseguridad de los mercados abiertos; problemas todos ellos que terminarían por configurar una crisis de gobernabilidad global.

 

El informe fue elaborado por la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización, en la que participaron 26 especialistas: desde un premio Nobel de economía y varios parlamentarios, pasando por académicos y representantes de las multinacionales, hasta delegados de los sindicatos y de la sociedad civil. La comisión sostuvo un profuso debate (26 "diálogos" celebrados en más de 20 países durante dos años) antes de escribir este documento. El diagnóstico final parte de todas formas de un fuerte presupuesto, la globalización es un proceso irreversible (hubo poco cuestionamiento a los límites que el "sentido común" -del que hablaba el sociólogo Bourdieu- fija en todo debate). Punto de partida que deja lugar sólo al planteo de algunas recetas que permitan subsanar los "desequilibrios" que genera la globalización: normas más justas tanto para el comercio internacional como para la inversión, las finanzas y la migración, y la defensa de garantías mínimas en el trabajo y de un nivel mínimo de protección social en la economía global.

 

La comisión recalca que el empleo es un factor central de cualquier estrategia que pretenda incrementar los beneficios de la globalización. Actualmente el desempleo mundial alcanza a más de 185 millones de personas, cerca del 6,2 por ciento de la fuerza de trabajo total. El sector etario más vulnerable en este aspecto es el de jóvenes entre 15 y 24 años (88,2 millones), que cuenta con una tasa de desocupación del 14, 4 por ciento.

 

El informe también marca la necesidad de un mayor margen de autonomía política en los "países en desarrollo" que permita acelerar su crecimiento agrícola e industrial, así como una imprescindible reducción de las barreras en el sistema comercial multilateral para que estos países puedan acceder a los mercados de mercancías en los que tienen ventajas comparativas (productos agrícolas y textiles). La circulación de personas debe estar garantizada mediante normas uniformes fruto del acuerdo entre los intereses de los propios emigrantes y el de los países de origen y destino. También se deberían tomar medidas enérgicas para evitar la evasión fiscal y se destaca el potencial que tienen nuevas fuentes de financiamiento (transferencia de gastos militares a la asistencia para el desarrollo).

 

DOS MUNDOS LEJANOS

 

Las cifras que ofrece el informe revelan una evaluación seria y fundada de la situación económica actual a escala mundial. El crecimiento del PBI global se ralentizó entre 1990 y 2003, período en el que paradójicamente el proceso de globalización fue sumamente marcado. Según la comisión, "cuando menos, este resultado discrepa con las predicciones más optimistas de un aumento del crecimiento gracias a la globalización". El crecimiento de la renta per cápita se ha distribuido de forma desigual entre los países, tanto industrializados como en desarrollo, de manera que sólo 16 países en desarrollo crecieron más del 3 por ciento anual entre 1985 y 2000, y 55 menos del 2 por ciento anual en ese mismo período, 23 de los cuales registraron un crecimiento negativo. La brecha entre los países más ricos y los más pobres en materia de ingresos está aumentando de forma considerable, y entre 1991 y 2001 los resultados económicos de los países en desarrollo fueron distanciándose de los de los países industrializados, lo que dio lugar a un mundo en el que 22 países ricos (14 por ciento de la población mundial) dominan aproximadamente la mitad del comercio global y más de la mitad de las inversiones extranjeras directas.

 

El crecimiento, ante el desempleo, de la "economía informal" se incrementó en los países con un índice de crecimiento bajo del PBI, y la cifra de "trabajadores pobres" (personas que viven con una suma equivalente o menor a un dólar por día) se mantuvo en unos 550 millones en 2003. Y pese a que hubo un fuerte incremento de las inversiones extranjeras directas a principios de los ochenta, y se están tomando medidas para volver más "atractivos" los mercados -mediante su liberalización-, en los hechos las inversiones siguen concentrándose en sólo diez países "en desarrollo".

 

La asistencia financiera para consolidar y fomentar el desarrollo también fue durante estos últimos años menor a la planificada (sólo un 0,23 en vez del 0,7 por ciento del PBI). "Nos solidarizamos con aquellos que reclaman el respeto de este compromiso. Si todos los países hubieran alcanzado dicho objetivo durante los últimos 30 años, se habría dispuesto de una cantidad adicional de 2,5 billones de dólares para el desarrollo", señala el informe. La comisión de la OIT confirma lo que es vox pópuli, las metas que se propuso la ONU conocidas como "Objetivos de desarrollo para el milenio" distan mucho de ser posibles. La única chance para la OIT es por ello destinar al menos 50 mil millones de dólares anuales extras para la obtención de estas metas. Algo que sigue sabiendo a poco si se toma en cuenta el crecimiento exponencial actual de la pobreza y la marginación social.

 

 

Diego Sempol

Semanario Brecha

Convenio: Semanario Brecha - Rel-UITA

27 de febrero de 2004

 

 

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