Uruguay

La izquierda gana las elecciones

Un triunfo histórico, un cambio anhelado

“¡Festejen, uruguayos, festejen, porque la victoria es de ustedes!”, fue el santo y seña con el cual Tabaré Vázquez, candidato de la izquierda, proclamó ser el nuevo presidente electo ante los centenares de miles de personas que aguardaban ese anuncio frente al hotel que esa noche albergó al comando electoral izquierdista. El Uruguay, sin dudas, inventa su futuro.

 

 

Las elecciones de 2004 en Uruguay aportaron en primer lugar una confirmación: la mayoría absoluta de los votantes (50,45%) se inclinó por la coalición de izquierda con un nombre muy extenso: Frente Amplio - Encuentro Progresista - Nueva Mayoría (FA-EP-NM). Un nombre que evidencia los hitos que marcan las ampliaciones de la coalición hacia el centro del electorado, una estrategia de acumulación que, finalmente, aportó la victoria.

 

El Partido Nacional (PN) y el Partido Colorado (PC), los dos partidos tradicionales que alternaron en el gobierno en los últimos 170 años de historia política nacional, sumaron juntos el 44,5% de los votos.

 

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Al César lo que es del César

 

Aunque todavía para muchos analistas políticos uruguayos aún es imposible abandonar la clásica división del electorado en tres bloques relativamente equilibrados y que hasta este fin de semana correspondían con los lemas FA-EP-NM, PN y PC, una mirada desprejuiciada a las cifras permite observar que en el Uruguay se recortan con nitidez dos grandes bloques políticos a los que groseramente se podría identificar como el “sector progresista”, que acaba de triunfar, y el “sector conservador”.

 

Este primer nivel de análisis pone en evidencia que en relación con las anteriores elecciones de 1999, cuando la izquierda obtenía un 39,6%, el “sector progresista” creció aproximadamente un 11% tomando como referencia los datos de las primeras vueltas de ambos comicios. Este es sin dudas el hecho más relevante de estas elecciones porque es el que modifica completamente la correlación política de fuerzas. Ese 0,45% por el que la izquierda supera el mágico umbral de la exacta mitad representa políticamente muchísimo más que los pocos miles de votos que verdaderamente son, representan ni más ni menos que el acceso al gobierno con mayoría parlamentaria propia.

 

Considerando el electorado así dividido en dos grandes mitades, es obvio concluir que el bloque conservador perdió el mismo 11% de los votos que fueron suyos en las elecciones de 1999 y que esta vez cambiaron de divisa. Por obvio que parezca, sin embargo, es llamativo que por ahora sean muy pocos los análisis que ponderan adecuadamente este hecho clamoroso. No aumentaron los votos en blanco, los nulos y las abstenciones, simplemente un 11% del electorado cambió su preferencia política. Este movimiento “vegetativo” -por decirlo así- del electorado hacia la izquierda no es nuevo, se registra con claridad desde 1971, cuando se creó el entonces Frente Amplio que recibió entonces el apoyo del 18% de los electores. Pero en esta oportunidad ese crecimiento vegetativo alcanzó para conquistar la mayoría.

 

 

Esta victoria de la izquierda tiene una de sus razones esenciales en la estrategia de abrir lo más posible su oferta electoral, incluyendo a personas o grupos provenientes de las más diversas tiendas políticas e ideológicas, desde los procedentes de ambos partidos tradicionales, pasando por la izquierda tradicional marxista de los partidos Socialista y Comunista, los socialcristianos, los exguerrilleros tupamaros y los anarcomarxistas, hasta los diversos grados de socialdemócratas. Al mismo tiempo, el FA-EP-NM congregó a un electorado policlasista, logrando atraer votos de la alta clase media –y quizás de algún pequeño sector de la burguesía nacional-, la clase media y de la clase trabajadora en desbandada desde la crisis económica y financiera de 2002, sectores donde se asienta lo principal de las bases izquierdistas, pero también y en gran número de los sectores escandalosamente empobrecidos durante los últimos diez años, especialmente desde la crisis financiera en Brasil (1999) y Argentina (2001) que repercutieron negativamente en Uruguay. Los marginados, los excluidos, “los flacos” votaron mayoritariamente a la izquierda. Este cambio que se insinuaba en las elecciones de 1994, se acentuaba en las de 1999, se confirmó en esta oportunidad: izquierda y pobreza extrema ya no son términos contradictorios en Uruguay.

 

La mudanza silenciosa

 

La reforma del agua

Lo más votado en 2004

 

Con un 64,4% del total de votos emitidos, la reforma constitucional que consagra el acceso al agua y al saneamiento como un derecho humano fundamental, restringiendo la gestión de los recursos hídricos al ámbito público y con base en criterios de sustentabilidad y participación social, resultó la opción más votada por los uruguayos. Si bien se ubica lejos del 85% que suman los votos de las dos agrupaciones políticas que la impulsaron, la reforma constitucional ha quedado ampliamente legitimada por el resultado de la votación.

Es probable que esta experiencia de lucha, encabezada por la Comisión Nacional en Defensa del Agua y de la Vida, atraiga el interés de análisis sociales y estudios académicos con intención de sistematizarla y replicarla en otros países de la región.

 

Otro de los cambios profundos -sin duda el más importante y removedor- es el crecimiento de la izquierda en el Interior del país que alcanza también aproximada-mente el 11% en relación con 1999. Esto significa que el FA-EP-NM incrementó su votación de forma pareja en todo el país, en la capital y en el Interior. También por primera vez en la historia del país habrá en el Parlamento por lo menos un diputado de izquierda por cada uno de los 18 departamentos del Interior. Sin duda esto constituye un enorme cambio político y cultural, ya que aún hoy en muchas ciudades pequeñas y poblados –ni hablar de las zonas netamente rurales- ser “de izquierda” suena casi a blasfemia y promueve sin duda una cascada de discriminaciones. Para los votantes de estos ámbitos disponer de un representante en el Parlamento otorgará novedosas y abundantes posibili-dades de interacción con sus comunidades. Lo que antes era silenciado ahora será dicho orgullosamente en voz alta, y los conservadores poderes locales, que tan a menudo imbrican dinero, empleo, medios de comunicación, política, la ley y el orden, es probable que ahora empiecen a encontrar límites más concretos y difíciles de violar.

 

Por otra parte, una diputación habilita un trabajo permanente de los militantes locales en torno a la labor del legislador que a menudo funciona como correa de transmisión de las necesidades y expectativas de su región hacia las instancias de decisión, tanto parlamentarias como partidarias.

 

Esta vez el “Uruguay profundo” ha sido sacudido hasta las raíces, y la izquierda resultó mayoritaria (la mayor de las minorías) en 7 de los 19 departamentos del Uruguay, esto es que alcanzó esa posición en cuatro departamentos más que en las elecciones de 1999. Esto abre interesantísimas reflexiones sobre qué podrá ocurrir en las próximas elecciones municipales que tendrán lugar en todo el país en mayo de 2005, ya que si el FA-EP-NM logra ganar algunas intendencias locales, la sinergia que provocaría la colaboración entre el gobierno nacional y los municipales podría tener un “efecto demostrativo” devastador en las zonas del Interior del país donde muchos todavía temen los fantasmas que agita la extrema derecha al describir a sus adversarios progresistas para que el miedo también vote.

 

El Uruguay que bosteza

 

El bloque conservador, como ya se ha dicho, perdió el 11% de sus votantes. Dentro de este achicamiento notable de su base social, el mayor beneficiado ha resultado el Partido Nacional, que de apenas el 20% de los votos y una tercera posición en 1999 llegó ahora al 34,4%. El Partido Colorado, a tal punto identificado con el gobierno que en los últimos 150 años lo ha ejercido con escasas interrupciones, se desplomó desde más del 30% en 1999 al actual 10,3%. La debacle colorada, no obstante, parece estar exagerada por un movimiento “utilitario” de una parte de su electorado que prefirió apoyar al candidato del PN ante la inminencia de que la izquierda ganase en la primera vuelta frustrando la posibilidad del ballotage, mecanismo que en 1999 les permitió a blancos y colorados reunir sus votos en la segunda vuelta y derrotar al FA-EP-NM. Esta vez, un número indeterminado de colorados se jugó la carta de cambiar de partido desde la primera vuelta.

 

 

Este inesperado corrimiento de los votantes deja en evidencia que el país está electoralmente dividido en dos bloques, al interior de los cuales muchos ciudadanos se mueven con libertad creciente de un partido a otro, y también termina de confirmar que para los uruguayos de hoy, el voto es cada vez menos una seña de tradición, antes bien, es crecientemente usado como una herramienta política.

 

Lo que vendrá

 

El voto de la emigración

La mano de dios

 

Según los cálculos –bastante “intuitivos”– que se pueden lograr sumando la cantidad de uruguayos ingresados al país en los días previos a la jornada electoral del pasado domingo 31, los emigrados que vinieron a votar o a festejar fueron unos 40 mil. De entre ellos, se piensa que unos 25 mil votaron por la izquierda, la mayor parte proveniente de Buenos Aires. La empresa de ferrys y barcos rápidos que hacen las travesías diarias entre ambas capitales asegura haber vendido el doble de boletos que habitualmente. Los uruguayos residentes en Argentina recibieron una licencia especial por decreto del presidente Kirchner, que les permitió viajar a votar. Asimismo, las agrupaciones políticas organizadas en Argentina pudieron hacerles llegar a sus adherentes boletos de barco rebajados.

Todo indica que la izquierda sobrepasará –cuando esté culminado el escrutinio definitivo– el 50% por apenas unos pocos miles de votos, y en ese caso, los emigrados le habrán dado una mano esencial, inolvidable. En lenguaje futbolero: “la mano de dios”.

 

Finalmente es posible inferir desde ya que la izquierda, a pesar de tener una mayoría parlamentaria propia, intentará gobernar ampliando su base de sustentación política en el Parlamento mediante alianzas a corto y mediano plazo. Esos potenciales aliados están, sin duda, sobre todo en el Partido Nacional y antes que nada en el sector del candidato presidencial Jorge Larrañaga y su entorno inmediato.

 

No es probable que estos acuerdos de “gobernabilidad” extra partidarios se concreten antes de mayo de 2005, cuando se estarán celebrando los comicios municipales, ya que el FA-EP-NM y el Partido Nacional serán adversarios directos, siendo que el Partido Colorado fue relegado a una tercera y lejana posición en todos los municipios del país. Por otra parte, también es esperable que estas alianzas o acuerdos –siempre a cambio de cargos en los directorios de las empresas públicas- no perduren más allá de dos o tres años de los cinco que dura el período, ya que después cada partido, cada sector, querrá marcar su propio perfil con vistas a las elecciones de 2009.

 

En suma, el presidente electo Tabaré Vázquez deberá concentrarse en estos meses en planificar sus primeras acciones de gobierno que apuntan a atender la pobreza extrema, reafirmar los lazos del país con los órganos internacionales de crédito, fomentar la reactivación del aparato productivo dirigido al mercado interno a partir de las pequeñas y medianas industrias, reposicionar al Uruguay en materia de política exterior –bastante desarticulada por el gobierno saliente- y establecer las bases de negociación para la adopción de un nuevo marco tributario que refleje el principio tradicionalmente defendido por la izquierda: “Que pague más el que más tiene”.

 

Desde el punto de vista de los trabajadores organizados, es esperable que el gobierno de izquierda otorgue un papel activo al Ministerio de Trabajo, tienda a ampliar los derechos de los trabajadores, favorezca la sindica-lización y promueva los ahora desaparecidos Consejos de Salarios por rama de actividad.

 

La historia ha dado un vuelco en Uruguay, y sólo el tiempo dirá si se mantuvo el rumbo anunciado.

 

 

 

Carlos Amorín

© Rel-UITA

8 de noviembre de 2004

 

(*) Investigación y diseño de gráficos: Hugo Porro, Rel-UITA.

 

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