La conquista

del bienestar para todos

 

Es importante observar cómo analizan la realidad social los pensadores de las grandes corrientes sociales. Kropotkin, por ejemplo, en “La conquista del pan” observa que “en las sociedades civilizadas somos ricos”. A partir de esa constatación plantea: “¿Por qué hay tanta miseria en torno nuestro?”

 

Los socialistas -señala- lo han dicho y redicho hasta la saciedad: es porque todo lo necesario para la producción ha sido acaparado por algunos en el transcurso de una larga historia de saqueos, guerras, ignorancia y opresión que ha vivido la humanidad antes de aprender a dominar las fuerzas de la naturaleza.

 

Hoy, una minoría se apropia de dos tercios del trabajo humano, reduciendo a las masas a una situación que no les deja lo necesario para vivir, no permitiendo al hombre trabajar sino a condición de dejarse quitar la parte del león.

 

El suelo está en poder de minorías que impiden al pueblo cultivarlo. Las minas, como las máquinas, también pertenecen a pocos.

 

Pero el bienestar para todos no es un sueño. Aunque, para que llegue a ser realidad es necesario que el gran capital deje de ser propiedad privada.

 

El bienestar de todos debe ser el fin; y el medio para llegar a ello es la expropiación, que será el medio para que vuelva a la comunidad todo lo que sirva para alcanzar el bienestar.

 

En la Edad Media se protestaba contra el señor feudal, porque no permitía al cultivador tocar la tierra, a menos de que le entregase un cuarto de la cosecha. Y el trabajador, con el nombre de libre contratación acepta, hoy, obligaciones feudales, porque no encontraría condiciones más aceptables en ninguna parte. Como todo es propiedad del amo, tiene que ceder o morirse de hambre.

 

De tal estado de cosas resulta que la forma de producción es un contrasentido. Pero a quien prioriza el negocio no le conmueven las necesidades de la sociedad; su único objetivo es aumentar los beneficios.

 

La educación -observa Kropotkin- también es privilegio de ínfimas minorías. ¿Puede hablarse de educación cuando el hijo del obrero se ve obligado a la edad de 13 años a bajar a la mina o a colaborar con el padre en las labores del campo?

 

Mientras los liberales piden mayor extensión de las libertades públicas, pronto advierten que la libertad facilita el levantamiento de los proletarios; entonces cambian de opinión y vuelven a las leyes excepcionales y al gobierno del sable. Es necesario un vasto conjunto de tribunales, jueces, verdugos y carceleros para mantener los privilegios. Un sistema así suspende el desarrollo de sentimientos sociales. Sin rectitud, sin apoyo mutuo, la especie degenera, aunque eso no preocupa a las clases dirigentes.

 

El acaparamiento tiene consecuencias sociales. So pena de perecer, las sociedades humanas están obligadas a volver a principios fundamentales: si los medios de producción son obra colectiva, la apropiación individual de los mismos no es justa ni útil. Todo es de todos, puesto que todos lo necesitan y todos han trabajado en la medida de sus fuerzas.

 

Todo es de todos. Y las máquinas que forjan las maravillas de nuestro tiempo son el resultado de creaciones sucesivas. Nadie tiene derecho a decir “es mía”, como en la Edad Media los señores no tenían derecho a decir “esta colina, o ese prado, son míos”. Basta de plantear, además, el derecho al trabajo; lo que corresponde es el “derecho al bienestar” para todos.

 

El bienestar de todos debe ser el objetivo. La expropiación el medio para alcanzar ese bienestar. Hay que devolver a la comunidad todo lo que sirva para conseguirlo. Y eso es el objetivo de la revolución.

 

¿De dónde vendrá? ¿Cómo se anunciará? Es una incógnita. Pero trabajadores y explotadores saben que ese será el camino. En pocos días dejó de existir la monarquía burguesa de 1848, y cuando un coche llevaba a Luis Felipe fuera de Francia, a París le importaba un pito el ex rey. Ante una revolución popular los gobernantes se eclipsan con sorprendente rapidez.

 

Hay que reclamar, por fin, no el derecho al trabajo, sino el derecho al bienestar. Esa es la posibilidad de vivir como seres humanos y de criar los hijos para hacerles miembros iguales de una sociedad superior a la nuestra.

 

El derecho al trabajo es el de continuar siendo un esclavo asalariado. El derecho al bienestar es la meta de una nueva sociedad. Llegar a él es el objetivo de la revolución social.

 

 

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

10 de octubre de 2008

 

 

 

 

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