“Los mejores intereses
de todas las Américas”

La realidad de América Latina ha cambiado radicalmente

 

 

La realidad de América Latina ha cambiado radicalmente en relación a algunas décadas atrás. Las derechas están en retroceso. Los pueblos tienen experiencia de dictadura. Pero es importante recordar algunos hechos importantes del pasado, porque la sucesión de golpes en América Latina comenzó en Brasil pero fue preparada desde largo tiempo atrás por Estados Unidos. Hay pruebas de eso. Ya pocos días antes del golpe de Estado de 1964 en Brasil, los voceros del imperio hablaron claro: el “Washington Star”, por ejemplo, comentando la realidad brasileña dijo: “esta es una situación en la que un buen y eficaz golpe de Estado a la antigua por parte de los oficiales militares conservadores podría servir muy bien los mejores intereses de todas las Américas”. Paralelamente, el coro pro-imperial acompañó el planteo. Víctor Haya de la Torre, que décadas atrás había marcado rumbos en la lucha antiimperialista, como destacó Luis Alberto Sánchez en un libro que tituló “Haya de la Torre, historia de una vida sin tregua”, arrió banderas y –según informó la agencia Ansa– “se pronunció a favor del golpe militar”.

 

Arturo Jáuregui Hurtado, Secretario General de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT), organización a esa altura cada vez más comprometida con la política de Estados Unidos, hasta ensayó una defensa de los militares brasileños declarando que “los sucesos de Brasil no pueden ser analizados como un simple y rutinario golpe militar a los que regularmente la ORIT ha condenado” Se dirigió, además, al presidente interino, Garrastazú Medicis, un militar golpista, expresándole “la confianza de que su gobierno respetará las libertades constitucionales y los derechos sindicales”, y “urgiéndole acelerar el programa de reformas sociales y económicas”.

 

Los golpes y las políticas antipopulares se pretendían justificar en la necesidad de enfrentar al comunismo. Una información recogida el 1º de abril por diarios de Uruguay convocó a “cerrar las fronteras al comunismo”. Y al respecto se ponía el acento en informaciones procedentes de Estados Unidos. Se planteaba, por ejemplo: “Un expreso reconocimiento de que América Latina se ha convertido en uno de los mayores escenarios de la guerra fría, está contenido en un documento oficial preparado en enero de este año (1964) por la Secretaría de Estado de los Estados Unidos para la Cámara de Representantes de dicho país”. En lo que tiene que ver con Brasil dicho documento afirmó “que no hay signo de un peligro de apoderamiento del gobierno por los comunistas, a pesar de reconocer expresamente que el Presidente Goulart no ha ayudado a las restantes naciones americanas a contrarrestar el peligro cubano”. Y promoviendo el golpe de Estado señala, sin ambages, que los acontecimientos brasileños han puesto al país amigo poco menos que al borde de una disyuntiva inexorable: escoger entre un movimiento de fuerza para impedir el advenimiento del comunismo, tal y como lo han sostenido en forma prácticamente abierta los almirantes de la armada y los generales del ejército de Brasil, o aceptar que bajo las directivas del propio primer mandatario, la nación sea arrastrada a una funesta aventura totalitaria de corte soviético –recuérdese la demanda de su cuñado Leonel Brizola de un plebiscito para suplantar al Congreso con “un parlamento de obreros, campesinos y soldados”– hechos que han obligado, se agregaba, a una rápida enmienda oficial de la misma Secretaría de Estado, al documento presentado al Congreso de Estados Unidos.

 

Diarios de Uruguay no vacilaron en apoyar el golpe de Estado en Brasil. “El Día” vocero del Partido Colorado señaló: Minas Gerais y San Pablo y los ejército II y IV estacionados en su territorio se levantaron como una sola y poderosa voluntad en las últimas horas, en defensa de las instituciones democráticas y en primer término de la intangibilidad del Congreso de la Nación, amenazado por Goulart y el comunismo, tanto como de la autonomía de los Estados contra los que la conjura totalitaria acumulaba fuerzas desquiciadoras, día a día más peligrosas.

 

Desde otros medios de comunicación de derecha se aplaudió el golpe de Estado en Brasil presentándolo como “un gran acontecimiento para América” Se sostuvo que “la derrota de la subversión comunista en Brasil” estaba “llamada a alcanzar proyecciones insospechadas sobre las orientaciones continentales” al punto de poder vaticinarse que “por sí sola supera en magnitud y en consecuencias a la dominación de Cuba por la traición castrista-soviética”.

 

En nombre de la democracia se aplaudió la tiranía.

 

Se dijo: “el cambio de una política exterior brasileña era impostergable y necesario no sólo para los intereses de la nación hermana sino también para la defensa de la Democracia y de la legalidad en toda América”.

 

Se proclamó al golpe militar como “la restitución de Brasil al camino de la Constitución y de la ley, que constituye el propósito primordial del movimiento popular y militar que cerró el paso a la subversión comunista”. Es de esperar, agregaban los medios de derecha, que todavía disponga de tiempo para detener una gigantesca penetración económica del imperio soviético, desarrollada a ritmo febril bajo el gobierno del señor Joao Goulart.

 

También se sostuvo desde la derecha que “el comunismo” había tenido éxito “en una operación de aislamiento del país vecino, del resto de América, permitiendo que sólo se conocieran detalles, grandemente exagerados por lo general , de las operaciones de los inversionistas extranjeros provenientes del mundo democrático, en particular de los Estados Unidos, país hacia el cual, como hacia la Alianza para el Progreso, se desató la más terrible y sistemática campaña de propaganda , resultando de todo esto que mientras que a América se le decía hasta por el propio señor Goulart en su mensaje al Parlamento que sobre Brasil gravitaba pesadamente el imperialismo, provocando la asfixia de sus fuentes de riqueza, en los hechos era la URSS, acompañada por Bulgaria, Hungría, Checoslovaquia, Alemania Oriental y Polonia, la que desplegaba un silencioso avance económico, financiero y tecnológico sobre Brasil, cuyas proyecciones ya alcanzadas “permiten suponer” –se afirmaba– “ que de no haber cambiado la situación, el país vecino no hubiese tardado en ser una colonia soviética”.

 

La técnica era siempre la misma: se difundía la versión del “peligro comunista” como prólogo de una invasión, o para la defensa de la política del centro imperial. Así ocurrió en la Guatemala de 1954 (que había tenido la pretensión de guatemalizarse al tratar de que su soberanía no quedara en manos de la United Fruit y de otras transnacionales).

 

Una vasta red de prensa respaldaba, en el mundo, la convocatoria a enfrentar la “amenaza roja”.

 

Diez años después, cuando avanzaba en Chile la unidad de la izquierda y otros sectores populares en respaldo del prestigio creciente de la candidatura de Allende, los periodistas que fuimos a informar sobre la elección, ya en el aeropuerto de Ezeiza veíamos en los titulares de revistas argentinas el anuncio de la catástrofe: “¡peligro rojo en Chile!”.

 

Y los dólares comenzaban a apoyar con amplitud las campañas de organizaciones como “Patria y Libertad”, ligadas al Opus Dei, que saboteó por todas las vías a los sectores de la izquierda chilena, promoviendo el golpe de Estado. La derecha ya empezaba a contar con el apoyo de la “internacional de las espadas”.

 

 

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

23 de abril de 2009

 

 

 

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